El libro estudia el fenómeno de los populismos desde una óptica nueva, como fenómeno de movilización política -aunque luego no lo desarrolla-, no sólo como una corrupción de las democracias, que es la manera en que lo han abordado los politólogos e intelectuales más destacados. Salvador Cárdenas hace gala de su conocimiento de lo político -fue un gran profesor de un servidor de Teoría del Estado en la Universidad Panamericana- y aporta algunas ideas sobre un tema por demás trillado, que -como reconocen los propios autores- se ha vuelto el nombre que utilizan los políticos actuales para descalificar a sus adversarios.
Los autores repasan a muchos de los populistas actuales, incluyendo a nuestro presidente López Obrador; explican algunas de las razones del fenómeno populista (el descrédito de la política, especialmente de los políticos y de la democracia representativa, la juventud desanimada con las promesas de la globalización, que esperaban que el libre mercado aumentará sus niveles de condiciones de vida); el desdén actual por el lenguaje y los datos duros que aporta la ciencia -no siempre los datos que nos aporta la ciencia son los que nos gustarían, lo que estimamos uno de los fenómenos más característicos de nuestro tiempo, como ya señaló en su momento Octavio Paz); el efecto que la proliferación de las redes sociales tiene sobre los jóvenes -la impaciencia de los millenials; establecen una larga lista de las características del político populista (su intento de conexión directa con la “gente”, más exactamente corregimos nosotros con el pueblo, el desdén hacia la oposición, el poco debate hacia ella, su lógica binaria amigo-enemigo, la tendencia a dar respuestas fáciles a los problemas sociales, entre otras). Los autores muestran como pocos en México su conocimiento de la teoría política, lo que es quizá, una de las partes más interesantes del texto.
Junto a estas aportaciones, la verdad es que esperaba mucho más del texto. Acierta en partes del diagnóstico, pero quedan muy pobres en la solución. Ante los populismos y su desdén por la democracia popular o directa, que no examinan, sólo nos quedan la paciencia y la transparencia -bendito remedio, claramente insuficiente para resolver lo que yo estimo una auténtica crisis de la civilización-. Con reiterada frecuencia identifican situaciones políticas muy distintas (con todo perdón, no es lo mismo el nacionalismo catalán que el populismo de Trump, donde para colmo, parece que no aceptan la situación, por demás frecuente, de las leyes injustas). Podrían haberse ahorrado -por su profunda cultura-, citar como argumento de autoridad escritores tan superficiales en cuestiones políticas propias de un liberal auténticamente conservador, como Savater. En algún párrafo parecen relativizar el valor de la verdad absoluta (otra cosa es que alcanzarla sea ardua y el “develamiento” que implica su descubrimiento, como diría Lenardo Polo, la verdad siempre es “inspiradora”, pero también exigente). Simplifican demasiado la definición de “nación” (algo extraño en un exprofesor de Teoría del Estado-“nación” como el profesor Cárdenas)).
Todo esto lleva -entre otras cosas- a que olviden en su análisis de la causa de los populismos el profundo vacío espiritual de nuestro tiempo -motivo que, a nuestro modo de ver, tiene un profundo efecto en la proliferación de los populismos actuales, pues la gente tiene necesidad de creer en algo trascendente-. Quizá lo más criticable del libro es su desdén por el “pueblo”, como sujeto constituido políticamente, al que denostan citando a Ortega como “nadie”. También parecen olvidar que la crisis del populismo ahonda sus raíces en la profunda desigualdad social, causante, en buena medida, del descrédito de la democracia liberal. Los autores parecen no considerar la existencia del “México profundo”-lo que ha permitido a unas élites gobernar durante varias décadas y vestir su legitimidad en nombre de las “instituciones”- lo que a ratos hace pensar a veces, que en el fondo los autores, más que desdén por el populismo, tienen un desprecio por la democracia. El libro parece escrito por la mismas personas cuya formación ha sido la de los tecnócratas que salieron “de los libros al poder” de Gabriel Zaid que tanto critican: dos escritores elitistas para un público elitista.
En resumen, un libro que, dada la altura intelectual de sus autores, no se ve reflejado en el libro: ideas que en general, no añaden mucho al discurso sobre el populismo; un diagnóstico pobre al no tomar en cuenta el fuerte papel que ha jugado en ese fenómeno “la crisis moral de nuestro tiempo”, como dijo Ortega y Gasset ; la falta de imaginación para sugerir posibles salidas al problema del populismo -no nos quedan más que las dos A, a aguantarse y a joderse-; su desprecio por la búsqueda de la verdad absoluta como valor -como parece colegirse en uno de sus párrafos-; la ignorancia que muestran en su identificación del nacionalismo catalán con los populismos como el de Trump o el de Chávez -argumentando además que el marco jurídico de un país no puede ser injusto para revelarse contra él, lo que tachan de estupidez- y el olvido de otras causas palmarias que han dado lugar al fenómeno populista, como la tremenda desigualdad económica mundial y mexicanas que claman justicia del cielo.
1 Máster y Doctor en Derecho, profesor investigador en la Universidad De La Salle Bajío y miembro nivel I del Sistema Nacional de Investigadores.
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