El liderazgo del CCE y sus 68 propuestas frente a la crisis

Xavier Ginebra Serrabou y Adrián Ruiz de Chávez Villafuerte Entre el 27 y 29 de abril, el Consejo Coordinador Empresarial (CCE) convocó la realización de...

18 de mayo, 2020

Xavier Ginebra Serrabou y Adrián Ruiz de Chávez Villafuerte

Entre el 27 y 29 de abril, el Consejo Coordinador Empresarial (CCE) convocó la realización de 11 mesas de reflexión y diálogo sobre la problemática que vivimos a causa de la pandemia de COVID-19. Se trataba de vislumbrar cursos de acción alternativos para poder responder ante la crisis y aliviar en lo posible sus efectos. En las mesas se dialogó sobre diversos temas: medidas inmediatas de macroeconomía y políticas públicas; el fortalecimiento al sistema de salud; los apoyos al sector agropecuario y el aseguramiento del abasto alimenticio; las respuestas desde el sector financiero; apoyos imperativos a Mipymes, en especial de servicios, y con particular atención a comercio y turismo; el fortalecimiento de las cadenas de valor en la industria; protección del empleo y el ingreso familiar y escenarios para el mediano y largo plazo. La iniciativa merece aplausos, particularmente porque las mesas no se integraron solamente con empresarios, sino que incluyeron a miembros muy destacados de la sociedad civil: académicos, intelectuales, líderes sociales, líderes políticos de distintos partidos, incluso líderes religiosos. Con ello, el CCE alzó banderas realmente desde la sociedad civil, buscando llenar el vacío que increíblemente ha dejado el gobierno del presidente López Obrador en términos de diálogo con la sociedad y respuestas razonables frente a la muy severa crisis que tenemos frente a nosotros.  

El liderazgo del presidente ha quedado a deber mucho durante la pandemia. Se ha quedado muy corto en sus propuestas, ha sido particularmente rígido en sus ideas y ha manifestado acusada sordera ante la sociedad organizada que le pedía asumir el liderazgo en este contexto. El presidente no lo ha hecho, no ha respondido. Y la sociedad lo está rebasando: por la izquierda y por la derecha, desde abajo y dándole la vuelta. Así, las iniciativas más interesantes y efectivas que han surgido para el manejo de la crisis han provenido de los márgenes del poder político formal. Porque si el presidente no muestra liderazgo ni responde a la altura de las circunstancias, el resto de la clase política está en las mismas: nomás no se ve ni liderazgo ni movimiento, ni en el poder ejecutivo ni en el poder legislativo ni en los partidos políticos con registro en el INE. 

La iniciativa y la capacidad de movimiento están surgiendo de otros ámbitos de nuestra vida pública. Son otros actores los que están dando la cara por el país. Las universidades privadas fueron las primeras en anunciar el cierre de los campus y la transición de clases presenciales a clases en línea, sacando con esto del pasmo al secretario de Educación que todavía tardó una semana en hacer un anuncio similar para el resto de las escuelas; el Banco de México, en plena autonomía, anunció la disposición de 750 000 millones de pesos para apoyar al sector empresarial, intencional y absolutamente desatendido por el gobierno federal; el Consejo Mexicano de Negocios anunció un acuerdo con el BID Invest para apoyar con 12 000 millones de dólares a la planta productiva. Y después vinieron las mesas de diálogo convocadas por el CCE.  “Si el presidente no responde, no lo podemos esperar. Nos moveremos, con él o sin él”. Tal vez estamos ante una revolución silenciosa pero notable, en que el liderazgo y la iniciativa se ejercen desde abajo, horizontalmente, con activa participación de distintos actores de una sociedad que da muy alentadoras señales de vida. 

Se nos antoja pensar que podríamos estar ante la versión mexicana de aquella Revolución Naranja que transformó los regímenes autocráticos de Europa del Este ante la parálisis y caída del sistema soviético, lo mismo en Ucrania que en Estonia, Lituania, Checoeslovaquia y otros países. La vitalidad del liderazgo social, espontáneo y creativo, ejercido desde distintos ámbitos y tipos de organizaciones (parroquiales, estudiantiles, culturales, etc.) derribó al Muro de Berlín e hizo añicos a la “Cortina de Hierro” socialista. En México, los anhelos de transformación política con que queríamos derribar “al Muro de Nopal”, no se han materializado. La mediocridad e incompetencia de los gobiernos panistas entre 2000 y 2012, aterrizaron en el desesperanzado voto por Peña Nieto en 2012: “Roban pero tal vez hagan”. Pues sí robaron (mucho) pero no hicieron. Y llegamos a la esperanza de la 4T, que rápidamente está desilusionando a propios y extraños, ya como para ir pensando en la 5T.

En este sentido, el liderazgo colaborativo, abierto y horizontal, que está ejerciendo el Consejo Coordinador Empresarial bajo la presidencia de Carlos Salazar, haciendo jugar juntos a diversos actores muy significativos de la sociedad mexicana, enciende una luz muy esperanzadora hacia la transformación política de la sociedad mexicana, donde finalmente podamos dejar de ser una sociedad vertical y más o menos cerrada, condicionada en su movilidad desde Los Pinos o Palacio Nacional, y empecemos a ser una sociedad abierta, participativa, de liderazgos más horizontales. En suma, realmente democrática. Ya no queremos ser esa sociedad del “sí, señor presidente” y del “a mí que me den”. Queremos una sociedad, como en el juego de la pirinola, en lo que “todos ponemos” y todos damos. 

No obstante, con esta luz de esperanza en el horizonte, debemos criticar en términos generales los 68 puntos surgidos de las mesas del CCE: ¡Por su falta de creatividad y su falta de visión de largo plazo! Las 68 propuestas, son aceptables, prácticas, bien tendientes a sacar al buey de la barranca en el corto plazo… Como si el horizonte postpandémico fuera a regirse bajo las mismas reglas y condiciones del mundo prepandémico. No será así. Necesitaremos nuevas ideas, mucha más creatividad. Porque no vamos a poder regresar a lo mismo de donde veníamos. No podemos, no debemos y no queremos. Necesitamos ir transitando a nuevos  modelos mentales. Con ello, advertimos también de los riesgos de que este liderazgo del empresariado no realice la crítica debida a los caminos andados en el pasado reciente y pretenda la restauración sin más de los paradigmas neoliberales vigentes en las últimas décadas, como si “hubiéramos estado requetebién”. Porque no lo estábamos. Necesitamos una economía de mercado, sí, pero más solidaria, mejor gobernada y más justa. 

 

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