El gobierno mexicano ante la pandemia económica

I Aparece una noticia diciendo que el gobierno británico está armando un paquete de apoyo financiero para hacerse cargo de los salarios de un montón...

26 de marzo, 2020

I

Aparece una noticia diciendo que el gobierno británico está armando un paquete de apoyo financiero para hacerse cargo de los salarios de un montón de empresas que por la crisis pueden no tener más alternativa que despedir a sus trabajadores. El gobierno va a apoyar, más que a las empresas, a los trabajadores: apoyar la economía es salvar los empleos. En el mundo vemos que otros gobiernos están respondiendo rápido a la pandemia económica que viene (y que será peor sin duda que la sanitaria, sin quitarle seriedad y gravedad a la sanitaria). ¿Y el gobierno mexicano? 

Hace unos días (19 de marzo), en la mesa de Es la Hora de Opinar, Ana Laura Magaloni comentaba, con mucha razón, que el punto es que el gobierno mexicano no tiene, ni de lejos, los recursos que tienen los gobiernos del mundo desarrollado para apoyar a la población. Tiene toda la razón. Muy lejos estamos en recaudación fiscal, en margen de maniobra en las finanzas públicas, en capacidad institucional, etc. En términos de disponibilidad de recursos y capacidades institucionales para responder a la crisis, ésta nos toma mal parados.   

Hasta ahora, nuestro gobierno no ha hablado al respecto, generando un muy serio vacío de gobierno. Su silencio está provocando que la sociedad civil y los gobiernos estatales lo rebasen. Supongo que esto se debe, en parte, a que no está nada fácil armar el rompecabezas entre las terribles necesidades emergentes, los planes que tenía el gobierno y la exigua disponibilidad de recursos. Pero la inacción de Andrés Manuel, para nosotros ya es comparable con la torpeza del gobierno de Miguel de la Madrid ante el sismo de 1985. Sabemos que Graciela Márquez y Arturo Herrera le propusieron desde hace una semana un paquete de apoyo económico al presidente, pero éste ha preferido enseñar sus estampitas protectoras que le regala la gente cuando algún periodista le ha preguntado al respecto: el presidente no ha querido responder. Tal vez porque estén afinando detalles. Tal vez porque no tienen claro qué hacer o incluso si deben hacer algo. Claramente el asunto no está fácil. ¿Qué harán? Quién sabe. Y su silencio sigue afectando la ya de por sí baja (o nula) confianza  que el sector empresarial tiene en el presidente. A nuestro juicio, en esto puede cavar su tumba política el presidente: si no responde bien y rápido, el presidente (él en lo personal, más que su gobierno), con esta lentitud de respuesta o esta inacción, puede terminar con las posibilidades futuras de la 4T hasta 2024. Estamos ante aquel planteamiento en la primera campaña de Bill Clinton a la presidencia de EEUU: It is the economy, stupid!

II.

¿De qué tamaño será la crisis económica? ¡Brutal! Luis de la Calle decía, en el mismo programa, que estamos ante la peor crisis en los últimos 100 años. ¿Tanto así? Ayer escuché una entrevista al presidente de CONCAMIN, Francisco Cervantes. Presentaba el preludio de un desastre: En turismo, las ocupaciones bajísimas; en restaurantes, sobre todo de consumos personales mayores a $300 pesos, el ingreso diario se les ha ido a pique en 90%. ¡Y apenas estamos empezando! Los cruceros cancelados, las líneas aéreas en picada, las cadenas productivas rotas en el sector manufacturero, con una recesión bomba en nuestro principal mercado de exportación (que quizá ni el nuevo y muy devaluado tipo de cambio pueda compensar). El consumo local se va a desplomar en casi todos los ámbitos y muchísimas empresas y changarritos se las verán negras.  Para el sector público, se estima por lo pronto una caída de ingresos que un analista estimaba que podría superar los 400 000 millones de pesos: caída grave de la recaudación fiscal, devaluación durísima del peso frente al dólar, el precio del petróleo en el nivel más bajo en muchas décadas. Y a ello hay que sumarle el caos que traen en la administración pública por la “austeridad republicana” y el rediseño de procesos en el intento de combatir la corrupción. Es claro que el gobierno no tendrá mucho margen de recursos con qué ayudar al sector empresarial a enfrentar la crisis. Tendría que cancelar varios de sus proyectos bandera del sexenio para liberar recursos que ayuden a paliar esta mega crisis: la refinería de Dos Bocas, el Tren Maya… Las otras alternativas son cancelar o reducir transferencias sociales (que no lo va a querer hacer el presidente, al revés: todo indica que buscará aumentarlas, como ya anunció con las pensiones a adultos mayores), o pedir deuda (México sí tiene margen para contratar deuda externa) o imprimir billetes (que no veo muy factible).

En el lado empresarial, pienso que a todas les irá mal, pero no igual de mal. Todas las empresas verán contraerse su nivel de ventas, pero no del mismo modo. Depende del sector de negocio y del segmento de mercado en que operen. Mientras más cerca del nivel popular (C-, D y E) tanto peor. A unos cuantos les puede ir bien: no me atrevo a decir que muchos hospitales y clínicas privadas pueden hacer su agosto, pero puede ser. Al menos no les irá mal. Incluso supermercados o empresas vinculadas a bienes de consumo básico, tal vez la libren razonablemente. Pero los bancos verán crecer su cartera vencida y las aseguradoras van a ver crecer su siniestralidad en gastos médicos significativamente y quizá en seguros de vida. La industria automotriz y en general quienes estén vinculados a bienes de consumo duradero, van a sufrir seriamente. También la industria maquiladora. Los proveedores de servicios en general, además de turismo y restaurantes, también verán contraída su demanda: transportistas (tanto servicios privados –tipo uber y taxis como fleteras), gimnasios y empresas vinculadas al tiempo libre (desde Kumón hasta Cinépolis o clases de costura y migajón), comercios en general. Hasta a Liverpool y a Elektra les irá presumiblemente mal.  ¿Qué elementos podemos vislumbrar para pensar que no tendremos un desastre económico? Peor que -4% (algunos hablan de -8%, o más ¿puede ser?). Resentirán un importante bajón de ventas todas. Pérdidas netas, casi todas. ¿Riesgo de quiebra? Muchísimas pequeñas, micro, tal vez algunas medianas.

III.

¿Puede el gobierno mexicano apoyar al sector empresarial? DEBE. ¿Pero cómo? De entrada, no vemos de dónde pueda sacar recursos para hacer algo como lo que plantean el gobierno inglés o el gobierno de Macron en Francia. Lo más fácil sería hacer como en EEUU, diferir la declaración anual de impuestos y perdonar o diferir pagos mensuales. Pero, en primer lugar no está tan claro: ¿Se le deben quitar más recursos fiscales al gobierno federal si de por sí ya traerá un gran boquete? La respuesta depende de qué quiera hacer con ellos: Si es para impulsar elefantes blancos, mejor que sirvan para aliviar las finanzas de las empresas y preservar el empleo. 

El Consejo Coordinador Empresarial ha sugerido un programa de 10 acciones, que incluyen asegurar la liquidez en los mercados financieros, destrabar el pago a proveedores del sector público (CFE, Pemex), que abandonen el objetivo de conseguir un superhávit primario en las finanzas públicas (hoy resulta absurdo), permitir la depreciación acelerada de activos, liberar los recursos de proyectos de infraestructura, acelerar las devoluciones pendientes de IVA y fortalecer a sectores críticos a través de la banca de desarrollo. Esto suena bien desde el empresariado relacionado con el CCE. Seguramente la instrumentación de estas medidas beneficiarían mucho a varias empresas bien consolidadas y tendría su impacto positivo en el circuito de la economía de alto nivel, con sus clusters de proveedores vinculados a ella. Pero no queda claro si estas iniciativas tienen capacidad para apoyar a la economía realmente significativa para la mayoría de la población mexicana. Digamos, ¿las medidas que proponen CCE o la Coparmex, en este contexto pandémico aliviaría a los cientos de miles de microempresas por ejemplo de servicios diversos que estarán a punto de quebrar en esta crisis (desde consultores de servicios de cómputo hasta papelerías y fondas restauranteras que viviendo al día probablemente no resistan el colapso de sus ventas a lo largo de uno o dos meses de coronavirus)? O con otra mirada, ¿cómo asegurar que la disponibilidad de liquidez para estas grandes o medianas empresas y sus accionistas y directivos no se convierta en más compra de dólares dada la crisis de confianza que hay hacia el gobierno y el miedo en sí ante el panorama ante nosotros? Pero dejando estas sospechas a un lado, lo relevante sería ¿cómo asegurar que las empresas principales funcionen como si fueran locomotoras sociales para “jalar” a toda la cadena del sistema productivo hasta llegar a los segmentos más vulnerables de nuestra economía? Esto fue precisamente lo que se rompió o lo que nunca se pudo lograr bajo el modelo de desarrollo que decimos neoliberal. Digamos que “el tejido socioeconómico” que debería unir a los más grandes con los más pequeños para generar una economía del bien común, no funciona, está roto o fracturado. Como ha dicho el papa Francisco: La Teoría del Derrame, según la cual si crecen los grandes su crecimiento se derrama hacia los chicos, no funciona.

 

IV.

El punto crítico es precisamente, ¿cómo utilizar los recursos públicos para combatir la pandemia económica? ¿A quién apoyar? ¿Apoyar a todas? (micro, pequeñas, medianas y grandes). Imposible. El dinero no alcanza. ¿A las medianas y grandes, donde se concentra más el recurso y se facilita el control a ver si éstas, con su fuerza, pueden ayudar a vivir y a crecer a los elementos menores del sistema? ¿O a las micro y pequeñas que si no se les apoya se mueren?   

Algunos datos que resultan pertinentes: Por un lado, tenemos a las empresas pequeñas y micro, que generan más del 85% del empleo total formal del país. 

TABLA

 

Sin embargo, un estudio reciente dejaba claro que el 67 % de microempresarios viven en una condición bastante vulnerable, muchos de ellos incluso por debajo de la línea del bienestar mínimo.  Y muchos pequeños empresarios viven casi al día, en condiciones muy precarias: sin ahorros, sin seguros médicos y con muy escaso acceso a fuentes de financiamiento bancarias.  (Esto no abarca a quienes están en la economía informal, que es cerca del 55% de la PEA, que presumiblemente estén peor).

Por otro lado, tenemos al México próspero, configurado por empresas medianas y grandes, con reservas de capital, con acceso a fuentes diversas de financiamiento, muchas con las oportunidades que ofrecen las redes globales y con sus accionistas y directivos bien instalados en la affluent society que mencionaba John Kenneth Galbraith hace muchos años. La mayor parte de estas empresas, como decíamos arriba, no se salvarán de la crisis: seguramente la gran mayoría tendrá pérdidas netas este año. Pero, vale insistir, tienen reservas de capital y tienen los empresarios recursos acumulados de los años buenos.  Son los que cargan las cifras del PIB Nacional, pero no los que más contribuyen al empleo. En este segmento, hay líderes empresariales muy admirables, con gran sensibilidad y profundo sentido de responsabilidad social. Hay otros con prácticas éticas francamente condenables. En este segmento está el grueso del capitalismo de compadres, pero también empresarios honestos que han construido su prosperidad con esfuerzo y buena voluntad, en México o fuera del país. En este grupo puede haber algunas casos terribles en que con la crisis lleguen a un estado de suspensión de pagos o de plano quiebren, pero la gran mayoría de estos empresarios tienen capital suficiente para levantarse el año próximo. Esto es: en este segmento, en el extremo, quiebran las empresas, pero no necesariamente los empresarios: la mayoría puede conservar la mayor parte de su patrimonio hecho a lo largo del tiempo, con el que tienen la capacidad de volver a entrar en el juego.

En el otro segmento, el de las mipes, no: entre las mipes, los que truenen no van a poder levantarse, sencillamente porque no tendrían con qué. No cuentan con una base financiera de apoyo. Habrá de todo, pero la gran mayoría de micro y pequeños empresarios entrarán al precariado de la iniciativa individual. Si este grupo genera más del 85% de los empleos, el impacto social de la crisis en este segmento será bárbaro.

De modo que, ante el dilema de la estrategia económica gubernamental ante la crisis mi planteamiento es claro. Alguien me preguntó hace unos días si yo pudiera aconsejar al presidente en este sentido, ¿qué le sugeriría? Le sugeriría que apoyara a las pequeñas y micro. Me iría por la versión empresarial de “por el bien de todos, primero los pobres”.

1 Doctor en Derecho Económico y Profesor Investigador de Economía en la Universidad De La Salle Bajío.

2 Director del Centro de Investigaciones en Liderazgo, Universidad Anáhuac México. 

3 Encuesta Nacional sobre Productividad y Competitividad de las Micro, Pequeñas y Medianas Empresas (2015). INEGI, INADEM, Bancomext.

4 México: Un país de pobres, no de clases medias (2016). Fundación Konrad Adenauer / Universidad Iberoamericana- Puebla. Gedisa.

Xavier Ginebra Serrabou y Adrián Ruiz de Chávez Villafuerte

 

 

Comentarios






Más de categoría

LÓPEZ OBRADOR: ATIÉNDASE A LOS HECHOS

En un famoso libro titulado Atenerse a los hechos , que es una colección del reconocido intelectual ya fallecido,...

julio 17, 2020

LA TRILOGÍA PARA LOS SECRETARIOS DE DESARROLLO ECONÓMICO DE LOS ESTADOS

Parecería que hace falta tirar todo el Presupuesto de Egresos de la Federación (PEF) para salir avante al país...

julio 9, 2020

LA CLAVE PARA SALIR DE LA CRISIS SOCIAL DE LA PANDEMIA, LA “COHESIÓN SOCIAL”

Después de una pormenorizada lectura del libro La sociedad rota de Germán Pérez Fernández del Castillo (Gedisa, UNAM, 2015),...

junio 29, 2020

¿ELIMINACIÓN DE LA ÚLTIMA GARANTÍA LIBERAL, LA LIBERTAD DE EXPRESIÓN?

Más que preocuparnos –que lo es– el linchamiento del periodista de Loret de Mola en su artículo “demoledor” de...

junio 22, 2020