CÓMO MUEREN LAS DEMOCRACIAS CON LAS PANDEMIAS

Desde el derecho romano, el sistema jurídico ya preveía en circunstancias de urgencia la constitución de un dictador, por un plazo de seis meses, para...

13 de mayo, 2020

Xavier Ginebra Serrabou

Desde el derecho romano, el sistema jurídico ya preveía en circunstancias de urgencia la constitución de un dictador, por un plazo de seis meses, para hacer frente a la situación, transcurridos los cuales no podía volver a postularse al poder, en el práctico control de distribución de poderes en la República Romana.

Y es completamente comprensible: la invasión de potencia extranjera; hacer frente a una epidemia –como es el caso de ahora– perturbaciones climáticas… son situaciones que exigen del gobernante sobre todo el liderazgo para hacer frente a la situación. Y resultados tenemos de todo tipo: negativos o vergonzosos (Miguel de la Madrid que se desapareció dos semanas tras el terremoto del 85; Bush hijo mareando la perdiz tras el Huracán Katrina), positivos (Churchill tras la amenaza nazi de la II Guerra Mundial) y surrealistas o pretextos para concentrar aún más el poder en el gobierno central, con pretexto de las “necesidades extraordinarias para gobernar) que debe gozar el Ejecutivo durante el tiempo que dure la emergencia. De hecho, en México existe el mecanismo de la suspensión de garantías individuales, que debería haber utilizado el presidente Calderón para justificar la presencia del ejército en las calles, o de AMLO para, a través del “quédate en casa” se pudiera hacer frente de manera más eficiente a la pandemia. Mi teoría de por qué no se acude a dicho mecanismo constitucional es que el caudillo no quiere enviar mensajes de “debilidad” hacia sus ciudadanos, por lo que el control prefiere hacerlo por la fuerza de los hechos.

Dice Carbonell que encontró un proyecto de suspensión de garantías de López Obrador propio de los peores momentos despóticos; AMLO no ha dejado –quizá ahora con mayor enjundia– de arremeter una vez y otra también violando la libertad de expresión de los periodistas; Rocío Nahle ha podido ejercer facultades totalitarias contra los productores de energías renovables, argumentando los momentos de la pandemia; López Obrador presentó una iniciativa de reforma constitucional para poder manejar a discreción el Presupuesto sin la autorización del Congreso; se acaba de publicar en el Diario Oficial un decreto que justifica la presencia del ejército en las calles por un periodo de cinco años (si la pandemia durase cinco años, ya todos estaremos muertos); los momentos de menor transparencia y rendición de cuentas aumentan en momentos de emergencia sanitaria. Y a todo esto hay que añadir que China –de cuyos mercados se trasladó el supuesto virus– fue de los principales países en colocarse en situación de salir de ella, al igual que Singapur –tampoco democracia liberal– que manejó la pandemia de forma que tuvo los menores casos y superó la emergencia más rápido, lo que colocó en mejor lugar las dictaduras en la psique de los ciudadanos.

Nada que comparar con el fracaso del manejo del COVID-19 de países mediterráneos como Italia, España, democracias como Brasil, sistemas parlamentarios como la Gran Bretaña… Y las restricciones innecesarias a las libertades en Turquía, del presidente de Hungría, de Putin en la URSS y, por supuesto y en primer lugar, la concentración adicional de facultades de nuestro presidente Andrés Manuel López Obrador. ¿Casualidad? Demasiadas para la acumulación de poder que suponen. Y máxime cuando las razones para esgrimir la coartación de libertades no tienen nada que ver con las libertades reducidas. Pensaba que AMLO era un surrealista al poder; quizá más bien se trata de un Luis XVI surrealista al poder.

Máster y Doctor en Derecho de la competencia, Profesor Investigador de la Facultad de Negocios de la Universidad De La Salle Bajío y miembro nivel I del Sistema Nacional de Investigadores.

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