Lunes, lluvia, mitad de quincena, segundo semestre del año, última semana de “clases normales” en las escuelas de educación básica, manifestaciones, prisas y las ganas de que esta semana sea mejor en todos los sentidos o mínimo, que no fallezcamos en el intento. Es verano.
Y con la temporada, se hacen “obligados” los cursos para niños y adolescentes como si de “spring breakers” se tratara, aunque sin la locura de la diversión extranjera. Desde mediados del mes de julio empezaron a anunciarse por todas partes mil y una actividades, la oferta es diversa: robótica, artes, deportes, creatividad, senderismo, locución, animación, cine, programas de una o de varias disciplinas. Recordemos que el calendario escolar para el ciclo escolar 2025-2026 contempla el regreso a clases hasta el próximo 1 de septiembre; por lo que el periodo vacacional contempla seis semanas y media.
¿En qué momento se volvió necesario ocupar a los niños en su tiempo libre? ¿Qué hacían las generaciones de antaño cuando no estaban en la escuela? ¿Las infancias deberían estar ocupadas veinticuatro por siete los 365 días del año?
Organizaciones públicas y privadas se esfuerzan cada vez más por captar más inscripciones, los costos oscilan alrededor de $150 a $200 por día aproximadamente según el lugar, el tipo de actividad y la duración en semanas, que pueden ser tres o cuatro.
La nueva era de adultos hiperocupados con distancias kilométricas por recorrer entre su casa y el trabajo complica la estancia de los niños en casa y sin escuela, por lo que se hace necesario ocuparlos en cualquier actividad aunque ello implique nuevos horarios, nuevos ritmos, nuevas presiones y una hiperactividad que los aleja de los momentos de descanso, de aburrimiento y de ocio que significan la puerta de entrada a la creatividad, la inventiva y la solución de problemas al encontrar algo mejor qué hacer o peor aún, son sinónimos de largas horas frente al celular o la tablet o los videojuegos.
Nuevas realidades traen consigo nuevas necesidades. Ya se han defendido los derechos de los niños como: la vivienda, la familia, la alimentación, la recreación, la libertad de expresión, la educación y la salud; entre otros, ahora hay que preguntarse ¿Y su derecho al descanso, el juego, el cuidado y la convivencia familiar libres de toda presión?
El mundo es adulto centrista, los niños no generan votos pero sí jugosas ganancias a la hora de elegir ropa, juguetes, películas o cursos de verano, lo cual los cosifica y los convierte en cheques en blanco, sin olvidar que después del verano llega la extensa lista de útiles para el regreso a clases. ¡Nos leemos a la próxima!
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