Aunque parezca una obviedad, aprender a descansar realmente durante las vacaciones es esencial para nuestro bienestar físico y emocional.
Todos sabemos que los efectos de estrés sobre nuestro cuerpo se van manifestando de manera silenciosa y muchas veces no les prestamos atención hasta que se vuelven más que evidentes (dolores de cabeza, contracturas musculares, insomnio, etc.); pero lo verdaderamente preocupante es que estas señales de desgaste físico y emocional no sólo se presentan en adultos debido a la carga laboral o las responsabilidades familiares, sino que, en la sociedad actual, especialmente en las grandes ciudades, también se están extendiendo hacia la población infantil.
Aunado a eso, diversos estudios, respaldados por prestigiados científicos y universidades del mundo, nos indican que permanecer largos periodos sin vacaciones (o sin aminorar el estrés durante ellas) merma nuestra salud, nos vuelve propensos a la depresión y disminuye nuestro rendimiento laboral, escolar e incluso social-afectivo; de la misma forma, sus resultados arrojan que las personas que toman vacaciones al menos una vez al año, reducen los riesgos de enfermedades cardiacas y aumentan su esperanza de vida en un 20 a 30%.
Es por esto que tomar en serio nuestras vacaciones, valorar los días de descanso, entregarnos por completo a ese tiempo en familia y relajarnos verdaderamente, es fundamental para continuar sanos, optimistas y productivos en nuestro entorno laboral, escolar y familiar.
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Pero… ¿Cómo aprender a vacacionar de verdad?
Aunque a todos nos seduce la idea de unos días en la playa, de horas y horas sin hacer ni pensar en nada o de largos paseos disfrutando de la naturaleza, lo cierto es que, aunque estemos ahí, no nos es fácil desconectarnos completamente de todos los pendientes que ocupan nuestra mente para poder disfrutar plenamente del tiempo de ocio que tenemos.
Vacacionar no siempre significa estar acostados todo el día o tener que gastar fortunas en viajes que de cualquier manera nos mantienen estresados con el itinerario.
De hecho, expertos de diversas disciplinas médicas, psicológicas o espirituales, nos ofrecen algunos consejos para aprender a disfrutar de ese tiempo libre, que, más que un lujo, es una obligación:
- No llevar trabajo a casa o al lugar al que viajes (en el caso de los niños por su puesto aplica la tarea).
- Procurar utilizar los dispositivos móviles lo menos posible ni estar pendientes de emails o redes sociales (de lo que hablaremos con mayor profundidad más adelante).
- Cambiar la computadora o el teléfono por un buen libro que distraiga tu mente.
- Relajar la mente y llenarla sólo con ideas positivas y de felicidad (evitar noticias negativas, relajarnos lo más posible, encontrar la felicidad en los pequeños detalles).
- Buscar actividades diferentes y dinámicas, evitar caer en la rutina y compartir nuestro tiempo con los que más amamos.
- Dejar que las cosas fluyan y evitar estar sujetos a un plan o agenda determinados.
- Cambiar de ropa y utilizar un atuendo que nos haga sentir “de vacaciones”, aunque parezca absurdo lo importante está en los detalles.
- Dormir sin culpa todo lo que necesitemos.
- Disfrutar conscientemente y sin prisas de la comida, de la compañía, de las conversaciones, del lugar o de la actividad que hayamos elegido realizar.
- Permitirnos realizar un proyecto pendiente o alguna actividad que requiera creatividad, no olvidemos que es en los momentos de ocio en los que la imaginación se permite desbordarse y la mente se vuelve más creativa (¡quizá regresemos al trabajo o al colegio con una idea genial bajo la manga!).
Los celulares, así como los codos, deben quedarse abajo:
“La primera educación empieza en la mesa”…
No podemos negar que, en el mundo de hoy, los múltiples dispositivos tecnológicos (mágicos e irresistibles) se han convertido, quizá, en las mejores nanas de la historia, especialmente en vacaciones, pero tampoco podemos olvidar que la responsabilidad primordial de los padres es estar presentes para nuestros hijos.
Imposible hacerlos sentir amados, escuchados o tomados en cuenta, si los dejamos pasar horas frente a cualquier tipo de pantalla o bien, si somos nosotros quienes no podemos dejar de estar pendientes de la última publicación o chat que nos llegó y peor es aún cuando esto sucede cuando compartimos la mesa en familia.
Es en la mesa donde se forman los primeros hábitos, donde adquirimos los modales y las buenas maneras y, más importante todavía, donde escuchamos y absorbemos las historias y tradiciones familiares, donde se resuelven los problemas grandes y pequeños, donde se comparten risas, alegrías y, quizá, los más importantes éxitos y decisiones y donde, gracias a todo esto, se fortalecen los vínculos que nos dan solidez como familia.
Por ello, estemos donde estemos, ya sea en casa, en la playa, en un hotel citadino, o en cualquier lugar, durante estas vacaciones y siempre, es de suma importancia que, al menos en la mesa, dejar los teléfonos (y dispositivos electrónicos varios) a un lado debe convertirse en la regla fundamental.
Recordemos y tengamos en cuenta que no nada más se trata de prohibir, sino de darle un lugar especial a los demás (con mayor razón cuando se trata de nuestros seres más amados).
Reencontrando nuestra espiritualidad…
Por último, pero no menos importante, un asunto de vital importancia para este tiempo de descanso es reconectarnos con nuestra espiritualidad. Las vacaciones, especialmente estas que vienen de Semana Santa, deben ser un tiempo en el que podemos y debemos darnos el tiempo para estar con Dios y recordar el verdadero significado de los días santos.
Los invito a que como Familia Mazenod, llevemos con nosotros a Dios en nuestras vacaciones y a que nos demos unos momentos para reflexionar y tratemos de conectarnos con Él de la forma en que cada uno de nosotros considere mejor, ya sea orando, dando gracias por lo que tenemos o simplemente admirando su grandeza en la inmensidad del mar, en la espesura de un hermoso bosque o en la tranquilidad de nuestro hogar, al lado de los seres que llenan nuestros corazones.
Visita ahora mismo nuestro site y descubre por qué en el Mazenod, más que un colegio, somos una verdadera Familia.
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