Diez es el número de años que han marcado un parteaguas en esta existencia de cuarenta y contando (sí, soy la señora de las cuatro décadas) 1994, 2004 y 2014 fueron décadas que marcaron el inicio y el fin de una etapa, ciclo, transición o como lo quieran llamar y 2024 no es la excepción, así que es inevitable sentir una mezcla de emociones encontradas entre la sorpresa por lo que viene y lo complejo que resulta despedirse de una etapa en la vida porque con los años todo se vuelve más entrañable, adquiere un sabor distinto, los colores se hacen más intensos y las palabras no alcanzan para expresar el sentir-pensar (como lo llaman ahora las nuevas generaciones y que se refiere a lo que sentimos y pensamos al mismo tiempo con respecto a una situación en concreto y que no es posible separar lo uno de lo otro).
Escribo y la reflexión que me habita es que intento escribir de lo que ha ocurrido durante treinta (palabra que se escribe fácil gracias a la ayuda de la tecnología) años y los recuerdos inundan mi memoria que traduciré en una lluvia de palabras: preparatoria, danza, escritura, investigación académica, folklore, música, libros, bibliotecas, duelo, huelga, universidad, comunicación, cine, periodismo, amistad, jefes, jefa, celebraciones, playa, contadores, derechos humanos, contraloría, congreso, organismos autónomos, embarazo, hospital, doctores, medicamentos, demencia, funeral, fractura, autobiografía, lactancia materna, crianza, infancia, cafetería, traiciones, tristeza, festivales, dibujos, cerámica, senderismo, disfraces, yoga, mándalas y… ¡Hasta aquí! Imposible plasmar tres décadas en menos de dos mil caracteres.
Veinte es el número de colaboraciones que logré escribir y publicar en 2024 porque el trabajo me absorbió, porque la crisis de identidad me abordó, porque el estrés me anuló y porque no sé hacer algo sin corazón, sin alma, sin sentido; así que, mi propósito de 2025 es escribir: poco, mucho, a mano, con hilos, en la computadora, en las servilletas, en los libros, todos los días, por las mañanas, en compañía, en soledad, por hobby y por vocación, para vivir y para no olvidar. Escribir.
Treinta es el número de años que han transcurrido desde el momento en que puse un pie dentro de la preparatoria y el sentimiento de triunfo, gloria y satisfacción inundaron mi corazón. Me dijeron alguna vez que nunca me quité la camiseta de “puma” (emblema de la H. Universidad Nacional Autónoma de México) y hoy descubro que efectivamente se quedó en mí como un tatuaje porque nada supera la experiencia de sentirse universitario y quizá ese sea un segundo propósito para 2025: recuperar el espíritu por el cual debe hablar la raza para forjar un nuevo destino personal y aportar un granito de arena, renovar los votos, recuperar el amor en primera persona y compartirlo con los demás. Porque diciembre es un buen momento para decirle adiós a todo aquello que nos daña y que nos impide seguir adelante, siempre adelante.
¡Nos leemos en 2025!
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