Sin aviso ni permiso, así como acostumbra la CESPT, nos quedamos sin agua por varias horas en algunas áreas de Tijuana.
Sin aviso ni permiso, así como acostumbra la CESPT, nos quedamos sin agua por varias horas en algunas áreas de Tijuana. El año pasado, en el mismo mes y casi el mismo día pasó lo mismo, dicen que fue una válvula que se rompió. Las ocasiones más severas en los desperfectos o reparaciones en las tuberías, han tenido un aviso previo porque los trabajos se programan con tiempo; no sucede igual cuando una válvula se rompe de repente, nadie espera que algo se rompa y se entiende que el aviso no sea anticipado, sin embargo, así como corre la noticia del hallazgo de una cabeza humana debajo de un puente, así debe correr la noticia de que no habrá agua y al menos uno puede planear cómo irá al trabajo sin bañarse como dios manda.
Siempre hay un disgusto en estos casos y muchas bromas alrededor del mismo tema, es la conversación obligada. Habrá quien pase el día renegando y quienes se olviden y sigan su día normal. Sucede que no estamos preparados para que el vital líquido nos haga falta y estamos acostumbrados a abrir las llaves y ver el agua, usarla o desperdiciarla sin contemplación alguna.
Cada vez que no hay agua, que es muy seguido, pienso en la tragedia que se desataría si en verdad el agua que hay en el planeta fuera tan poca que no nos alcance para abastecer lo que falta de humanidad en la tierra. Morir quemado tomaría unos pocos minutos, lo mismo que morir ahogado, el sufrimiento terminaría rápido; la sola idea de una muerte por sed es perturbadora ¿cuántos días se necesitan para que un cuerpo se seque y muera? Y mientras llega el último aliento, ¿qué tanta desesperación puede haber?
Cuando se abre una llave y lo único que se escucha es el eco de una burbuja en la tubería, la boca derrama una sarta de majaderías y, aunque ese día no se haya planeado lavar la ropa, trapear, regar el jardín, lavar los baños o bañarse, el cerebro inmediatamente, junto a las groserías, quiere lavar todo justo el día que no hay agua.
Después de abrir la llave y dejarla abierta porque no salió agua, la rutina de higiene empieza de otra forma, entre los dientes, la cara y un complicado baño “a jicarazos” se acaba el garrafón de agua purificada y el día sigue con la normalidad posible.
Las llaves se quedaron abiertas, la del baño, la de la cocina o la de la regadera y el agua regresa feliz. No hay nadie en casa, solo el agua aventando lodo a borbotones hasta que sale más o menos clara. Si hay coladeras, el desperdicio no implica mayor problema, el problema radica en el tapón del lavabo o en la tapa plástica en la coladera de la regadera (por aquello de las cucarachas o los malos olores) los desagües en las casas están protegidos. Aquí la tragedia de la llave abierta, el lavabo tapado y la casa sola.
En casa, se inundaron las tres alfombras de las recámaras y llovió en el piso de abajo, el agua bajó contenta las escaleras y el lodo se escondió en los closets. No entiendo para qué son los tres agujeritos que tiene un lavabo en el baño, se supone que es precisamente para cuando eso se llene el agua se vaya por los hoyitos, no, no son para eso; ahí entra el mango del cepillo de dientes y puede servir para encajarlo mientras se le aplica la pasta dental, no para que se cuele el agua.
La inundación de ayer en casa, requirió de ayuda profesional. No, no de un psicólogo, esa parte la supero fácil cuando de imprevistos y desacomodos se trata. En hora pico, cuando todos los negocios están terminando actividades, se requiere urgente una empresa que saque el agua de las alfombras. El matrimonio que compone la empresa que me atendió, dijo que vendrían con todo gusto y me advirtieron que estaban al otro lado de la ciudad y el tráfico era intenso por lo que tendría que esperar al menos una hora para que llegaran, mientras en la sala seguía lloviendo.
¡Ya qué! -pensé- nada hay perdido, además del recibo del agua y el remordimiento por el desperdicio, nada me estaba preocupando y decidí prepárame un cafecito mientras esperaba a las personas con su máquina industrial. ¡La cafetera renunció!, no quiso prender, se fue, se murió. Saqué una prensa francesa que estaba arrinconada y con toda la paciencia, esperé a que el café estuviera listo.
Así hay días que son como la bacteria en tiempo de frío, si te agarra con las defensas bajas, la gripa te tumba tres días en cama. Si las defensas están en orden y listas para proteger, ni una inundación, ni una cafetera descompuesta pueden alterar el curso del día. Dormí en el sillón del estudio. Las recámaras aun no pueden volver a su orden, tardará al menos tres días para que las alfombras sequen por completo, luego, iré a comprar una cafeterita bien bonita y esperar a que llegue el recibo del agua.
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