¿Alguna vez ha usted experimentado un momento de su vida como un verdadero parteaguas?…
¿Alguna vez ha usted experimentado un momento de su vida como un verdadero parteaguas?
¿Ha habido una ocasión que recuerde especialmente como el punto de partida de un cambio radical en su forma de pensar, de vivir, de ver las cosas, de interactuar con el mundo?
Hoy quiero compartir con usted la experiencia de la que estoy hablando; el momento en el que me percaté de cuanto había cambiado mi vida sin que me hubiera dado cuenta todavía.
En algún momento del año 2005, iba yo por el camino entre Brownsville y El Paso.
Eran alrededor de las dos de la tarde.
Hacía calor. El cielo estaba intensamente azul, y el sol brillaba sin rivales en lo alto del cielo.
Soplaba un viento verdaderamente fuerte; tanto, que el autobús que iba delante de nosotros, parecía que iba a despegar en cualquier instante…
Cuando pensé en esa posibilidad, recordé que yo iba en un autobús idéntico, y ¡expuesto al mismo riesgo de salir volando!
En torno nuestro, todo era desierto.
A pesar del embate del viento, me fui entregando a pensamientos y recuerdos sin orden, cuando de pronto llamo mi atención un letrero que decía “PECOS”.
(Pecos es el nombre por el que me llaman desde muy pequeño, y con el que se refieren a mí mis amigos más cercanos).
Unos quinientos metros adelante, del mismo lado derecho de la carretera, vi otro letrero que decía: “WE HAVE TO TALK”…
Luego pasamos por un parque eólico cuyas hélices giraban a toda velocidad, hasta parecer que se nos unirían en el ascenso a las alturas, si esa clase ventarrón continuaba.
Finalmente, otro poco más adelante, había un letrero que decía: “GOD”…
El mensaje no podía ser más claro:
“Pecos; creo que debemos hablar”… firmado: ¡Dios!
Llevaba para entonces, poco más de tres años fuera de mi casa.
En ese momento comencé a repasar lo vivido en los últimos tiempos, y di gracias ante todo, porque mi camino (claramente) podría haber sido mucho más difícil y penoso.
Mi gratitud se manifestó con exactitud, distinguiendo el punto en que se bifurcó mi suerte y en vez de ir por un rumbo, Dios me llevó por otro.
Todo había sucedido en un instante.
Una tarde de noviembre de 2003, estaba yo tranquilamente sentado en mi oficina, disponiéndome a ir a mi restaurante favorito, cuando una llamada telefónica cambió mi vida.
Durante esa llamada, pase de la incredulidad al miedo.
Un instante antes, vivía yo “la vida perfecta”; tenía éxito profesional, una oficina a mi gusto, colaboradores eficientes, comodidades, “TRANQUILIDAD”…
Después de colgar el teléfono, mi mundo ideal había desaparecido por completo.
Hasta habría podido recordar la canción de Jose Alfredo Jiménez “el Rey de todo el Mundo”.
Y yo que me creía… que el mundo estaba a mis pies…
Aquel mensaje de Dios, ingeniosamente puesto a mi vista en los letreros adyacentes al camino, fue una llamada de atención para que aprovechara la oportunidad de “ir a dar la vuelta”.
No hubiera servido de nada mi peregrinar que duró 12 años, si no los hubiera yo transitado atento y consciente de la extraordinaria oportunidad que me había sido dada.
Cada cambio de año, se suelen hacer buenos propósitos; se hacen promesas; se toman decisiones…
…pero una cosa son “nuestras buenas intenciones” movidas por la corriente de la celebración del calendario, y muy otros los caminos por los que Dios nos invita a transitar.
He aprendido que el “año nuevo” de cada quien, puede comenzar cuando lo queramos.
Cada instante trae la oportunidad de un nuevo comienzo; tanto como es cierto que súbitamente podemos dejar de existir aquí. Por eso no podemos dejar las cosas “para mañana”…
Ninguno de nosotros cree que se pueda uno “ir a dar la vuelta” dejando todo en suspenso, y menos por 12 años, para aprender las lecciones que la vida nos tiene deparadas.
Y no lo creemos, porque pensamos que somos indispensables; imprescindibles…
Que el mundo es uno antes de nuestra llegada, y será otro cuando nos hayamos ido…
Así de grandes nos creemos en nuestro fuero interno, aunque rara vez lo reconozcamos.
Estas no son líneas escritas “bajo una especial iluminación” mágica, sino compartidas por un compromiso espiritual surgido de mi obligación de gratitud.
LA MEJOR FORMA DE AGRADECER, ES COMPARTIR LO BUENO QUE SE HA RECIBIDO.
Yo no soy un modelo a seguir; no soy un elegido “único” en exclusión del resto de la humanidad; TODOS SOMOS ELEGIDOS UNICOS, en cuanto CADA UNO viene a este mundo porque el mundo necesita a todos y cada uno. No hay nadie de sobra ni por casualidad.
La vida es un don directo de Dios.
No hay una gran bodega de “almas” depositadas a granel para ser infundidas a cada nuevo ser humano.
Creo firmemente que Dios le infunde el alma A CADA UNO de nosotros, en un momento especialísimo, determinado por El, desde toda la eternidad.
La buena noticia que les quiero compartir esta vez; si quieren como REGALO DE REYES, es la siguiente:
Para meditar en serio no es necesario irse a los conventos budistas del Tíbet, porque se puede meditar a bordo de un microbús atestado de pasajeros, si realmente se quiere meditar.
Para tomar decisiones trascendentes sobre nuestra propia vida, NO TENEMOS QUE IRNOS A DAR LA VUELTA por 12 años o más, o menos.
No tenemos que renunciar al trabajo; no tenemos que abandonar a la familia; no tenemos que hacer otra cosa que detenernos en algún momento con humildad, con sinceridad y sencillez, y preguntarnos con honestidad:
¿Estoy haciendo lo que debo hacer?
¿Estoy viviendo la vida como honestamente creo que se debe vivir?
Y por supuesto, actuar en consecuencia; rectificar a tiempo.
No es necesario pertenecer a alguna iglesia en particular.
Todos podemos saber, si queremos saberlo, la clase de seres humanos que estamos siendo.
De mi experiencia personal, tengo todo que agradecer.
Celebro haber tenido la oportunidad “de ir a dar la vuelta” cubierto de toda clase de bendiciones.
Lamento que mi peregrinar haya tenido consecuencias dolorosas para quienes más amo.
Recordando a Robert Frost, el poeta americano, ahora que ha pasado mi tormenta, puedo citar sus palabras para describir el momento en que me encuentro:
“…tengo promesas que cumplir
Y un largo camino que recorrer
Antes de descansar…”
Por eso ahora, que me espera el camino de regreso, quiero compartir con ustedes esta parte de mi aprendizaje:
Es mucho mejor tomarse el tiempo cada dia para vivir alertas y hacer lo mejor posible, que verse en la necesidad de posponerlo todo y dejarlo todo atrás, para “IR A DAR LA VUELTA” y aprender lo que necesitamos aprender; especialmente, porque esta última forma, implica el dolor de muchos otros a causa nuestra.
“Ir a dar la vuelta” implica el riesgo de no encontrar a los que estaban a nuestro lado cuando iniciamos el recorrido.
Implica que, mientras para nosotros parecen haber pasado escasos minutos, para quienes quedaron atrás, han transcurrido completos (como en mi caso) los doce años.
Con esto dicho, les deseo que sus propósitos personales no requieran “ir a dar la vuelta” y que esta noche de Reyes, la vivan en familia, felices, cobijados, disfrutando de la tradición en la que Mexico se reafirma como nación creyente; nación de fe, de esperanza y de amor; bajo el manto de Nuestra Madre indiscutible, la Virgen de Guadalupe.
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