Fría y lluviosa mañana de mayo de principios de los cincuenta. Un auto cuadrado, con estribos, negro, paró en la puerta de mi casa. Era un taxi, cosa muy inusual en esos tiempos y en una ciudad pequeña. De él descendió mami con un bulto blanco en sus brazos: era el bebé. Yo tenía casi 4 años, pero sabía que a partir de ese día mi vida no sería igual. Tendría alguien con quien aprender a compartir, a amar, a dar. Y, tan chiquito, me iba enseñar para siempre a tomar decisiones…
Y empezaron las anécdotas, las historias, las experiencias compartidas, las ayudas.
Rubio, pelado, gordinflón… abrió la canillita del tanque de kerosene (en ese entonces era el combustible hogareño y en el galponcito había un gran tanque con una canilla inferior) y se puso a jugar chapoteando en el charco. ¡Y lo vio mami! Escándalos, retos, penitencias. Él nada entendía y se quedó asustado y lloriqueando. Asumí mi primera responsabilidad. Me senté en mi silloncito hamaca de mimbre, lo tomé en mis brazos y lo acuné. Se calmó y me miraba. Los dos nos habíamos ganado para siempre, juntos podíamos hacerle frente a las adversidades.
¡Cuántas anécdotas con sus palabras enrevesadas! La tija y la luja ¿quién podía descifrar que era la tijera y la aguja? Su gracioso Chumena, que era su forma de decir sus dos apellidos. Y el deletreado despacito pu – lo – me – il para decir Puloil, famosa marca de aquel entonces de un polvo limpiador. Y en cada una de esas palabras, las mías enseñándole. Con voz de mando, pero paciente y cálida. ¿Habrá estado despuntando mi vocación docente?
Su nombre elegido por mi padre con resabios familiares: Enrique. Y su apodo bien castellano: Enri (y no Henry).Y el decirle Bocha de su padrino por su cabeza blanca y pelada. O Cebollita del jerarca de la familia, el tío Nemesio, que veía en él la perpetuidad de su apellido español en estas tierras, ya que era el único varón portador. Como para reafirmar su decir el tío todos los domingos le traía un paquete de caramelos Cebollitas, que eran tradicionales, y los dejaba arriba de la radio (radio a válvula por aquel entonces) para que mami se los administrara en los horarios oportunos y nunca antes de comer. Normas de la casa que se cumplían sin objeciones ni berrinches.
Su triciclo, su bicicleta, su karting fabricado casero con una tabla, dos ejes y cuatro rulemanes. Sus autitos de todos los tamaños, todas las formas, todos los materiales, con los que jugaba largas horas en la casa, el patio, la vereda o en sinuosas pistas con los chicos del barrio. ¡Cuánta seguridad había en el callejón por esas épocas que se podía transformar en un espacio de juego! Andares permanentes en mi motoneta, a la sazón apropiada por él ya que era el regalo de mis 15 años. O en mi primer auto, un Fiat 600. Siempre le gustaron los vehículos. Por eso no me extraña que hoy, a sus 65 años, pertenezca con su moto de gran porte al Grupo “Avispas” de Motoqueros y recorra las rutas del país en fantásticas experiencias.
En sus primeros meses, dormíamos los cuatro en el dormitorio grande. La casa no era pequeña, tenía habitaciones para todos, pero tal vez la concepción de amor y contención que siempre tuvieron mis padres, hizo que así fuese. Él en el coche al lado de mi madre y yo en la gran cuna al lado de mi padre, con quien tenía el código “mano-mano” cuando yo tenía miedos y pesares. Recuerdo con precisión que un día dije: ”yo me voy a la cama de mi pieza”. Tal vez me di cuenta que él necesitaba la cuna, o yo mi propio espacio. Contuve la respiración, ahogué miedos, escondí lágrimas… y me fui. Sola. El dormitorio estaba enfrente, pero era muy distante para mis 5 años. Siento que fue la primera grande y personal decisión de mi vida. Y tal vez por esas cosas que regala el destino fue impulsada por mi hermano. Como tantas otras cuando se comparten espacios, tiempo, afectos, valores, incentivo para estudiar, pasión de educar, fortalezas para jugarse y conducir.
Me gusta decirle “nene”, tal vez para marcar definitivamente que soy la hermana mayor. Será por eso que muchas veces lo consentí. Como cuando era estudiante universitario en Rosario y al llegar encontraba arriba de su cama los últimos modelos de los equipos de tenis, estilo Vilas: incluían binchas, muñequeras y viseras y eran de colores verdecito, amarillo, innovaciones todas de esos momentos en el deporte blanco. O cuando le compraba en el más reconocido negocio buenas pilchas. O la mejor camisa y moño para su casamiento…
A lo largo de andares juntos registro cual sucesión de imágenes hitos peculiares y que fueron encausando la vida y los principios. Sus primeros grados en una escuela lejana y yo llevándolo en bicicleta prendido de mí. Largos paseos en las tardecitas cañadenses: él con mami y yo con papi en sendas bicicletas. El asombro de visitar el circo o el parque de diversiones. Los comienzos de la vida de club y de los primeros chapoteos en la piscina. Los veraneos en el lujoso hotel de La Falda en Córdoba. Su primera comunión con el impecable trajecito blanco: ¿traje blanco de pantalones cortos? Su graduación de Maestro, ¡uno más de la familia que lo era!, el mismo día en que yo me recibía de Profesora. Su última materia de Arquitecto rendida con los cuatro amigos con los que compartieron la carrera y que pudieron abrazarse todos juntos en el festejo común. Nuestro ir juntos a dar clases a la escuela Normal de toda la vida. Su casamiento con su novia de siempre. Recuerdo cuando traspasó el umbral de casa para ir a la iglesia que sentí que lo perdía. Pero no fue así: gané con su esposa una media hermana, con su casa un pedacito de hogar y con sus tres hijos seres para disfrutar y amar. Y la vida nos regaló a nuestros padres como abuelos, con los que pudimos compartir instantes de máxima realización criando muy unidos a los cinco primos. Su asunción como Intendente apenas despuntaba los treinta, ¡y había sido votado por una mayoría por significativa de la población! Su decisión de elegirme como madrina de su primera hija. Su orgullo cuando entró del brazo de esta hija en su fiesta de 15, la cual, al decir de él, era la última fiesta personal que le podía brindar ya que las próximas serían compartidas con otros afectos que estarían a su lado. Ser el padrino de mi particular ceremonia de casamiento religioso. Tomar decisiones en los viajes finales de nuestros padres…
Y había una sorpresa más reservada para nuestro andar común: él era Secretario de la Municipalidad de Cañada de Gómez cuando a mí me designaron Directora Regional del Ministerio de Educación con sede en la misma ciudad. ¡Cuántos momentos, para mí mágicos, compartimos! Reuniones, decisiones, reportajes, actos. Los encuentros en el Despacho de la Intendente. El cafecito con autoridades en el Palacio Municipal previo al Tedeum de las fechas patrias. El izar juntos la bandera en la plaza principal. Y aquella foto juntos en el diario local ”Estrella”. Y ese acompañar a la maestra ilustre cañadense, nuestra querida Goritzia, uno de cada brazo. …
Hoy la vida nos sigue obsequiando momentos mágicos y otra vez juntos. Seis bebés nos hacen abuelos: ¡Brindemos, la vida nos sigue agasajando!
Te veo, hermano. Te veo caminando a mi lado en valiosos tramos de mi vida. Te veo propiciando, por tu sola existencia, muchas de mis decisiones. Te veo construyendo juntos el más amplio sentido del deber y el amor, reproduciendo aquella matriz de amor y responsabilidad en la que fuimos educados..
Te veo… Soy tu hermana. Y por esas cosas de la vida hoy, 16 de mayo que te escribo, es tu cumpleaños… ¡Felicidades!
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