De las últimas acciones en el periodo ordinario del Congreso de la Unión correspondiente al 2015, destaca el decreto por el que se reforma la Ley Orgánica de la Administración Pública Federal, para crear la Secretaría de Cultura. El presidente Peña Nieto manifestó en el informe de gobierno, su deseo de transformar el CONACULTA en una secretaría de Estado y la acción se completó con la publicación del citado decreto en el Diario Oficial de la Federación correspondiente al 17 de diciembre pasado. Días más tarde el propio presidente dio posesión del cargo de secretario a Rafael Tovar y de Teresa, que se venía desempeñando como titular del desaparecido CONACULTA.
Con la creación de la Secretaría de Cultura se pone fin a una serie de disputas al interior del organismo desaparecido, en las que se cuestionaba la dependencia o no de instituciones como el INBA y el INAH. El decreto de creación del CONACULTA absorbió a esas instancias aunque aquellas tuvieran su propia Ley Orgánica, y ahora con la reforma a la Ley Orgánica de la administración pública, se modifican las leyes orgánicas de aquellas dependencias que por su naturaleza ahora pertenecen sectorialmente a la Secretaría de Cultural.
Tras el anuncio de creación, diversos actores de la cultura como Vicente Rojo, Eduardo Matos Moctezuma y Elena Poniatowska, entre otros manifestaron sus acuerdos y desacuerdos, de la misma manera que trabajadores del sector.
Para el especialista en medios de comunicación Gabriel Sosa Plata, una de las grandes deficiencias del decreto y de la propia dependencia creada, es el papel de los medios de comunicación públicos que queda de manera casi testimonial y sin una definición clara, muy a pesar de que en el decreto se establecen atribuciones en materia del uso de los medios de comunicación entre la SEP y la secretaría recién creada, para dar impulso a los contenidos educativos y culturales.
Aunque algunas de las funciones y objetivos de la Secretaría de Cultura corresponden a las que tenía CONACULTA, la elevación del rango sí constituye un avance pues adquiere otro estatus que le permite intervenir en otros programas sociales en donde el lado de la cultura estaba ausente o era meramente protocolario.
No es, como dice Poniatowska, la creación solamente de puestos burocráticos, sino la armonización de planes y programas que, por lo menos en el papel, han de impulsar la industria cultural en México y la difusión, conservación y promoción de manera más contundente, de los patrimonios culturales tangibles e intangibles de la nación, así como el apoyo a la creación en las diversas áreas de la alta cultura y de la cultura popular.
El acento y el reto para esta nueva estructura, es incidir en el fondo y no en la forma. La política cultural federal ha de sustentarse en dos bases que han de ser sólidas: la diversidad y la pluralidad, que implica, necesariamente, apertura a las nuevas concepciones del arte y la propia cultura y amplitud en el cobijo a las voces discordantes en franco diálogo con los paradigmas tradicionales que han imperado en el sector.
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