En los primeros minutos del mensaje a la nación que el martes pasado dio el presidente Peña Nieto, describe a cabalidad la situación en la que el común de los mexicanos nos encontramos, al asumir que hay desconfianza entre la población. Aunque para el presidente esa situación se debe a que han bajado los precios del petróleo y ha subido la cotización del dólar, la realidad es que existen razones más profundas para ese sentimiento generalizado.
Es evidente que cada uno de los mexicanos esperamos cosas distintas en el mensaje e informe del ejecutivo a la nación. Si bien hay una ponderación general, hay particularidades que desde nuestras ópticas deben ser no sólo mencionadas sino explicadas y razonadas puntualmente.
Yo, en lo particular, esperaba la referencia específica al caso de los desaparecidos de Ayotzinapa, y cuando al inicio del mensaje del presidente Peña menciona “los hechos ocurridos en Iguala”, abrigué la certeza de que el asunto merecería más tarde mayor abundamiento, a casi un año de lo ocurrido.
El 6 de octubre pasado, a escasas semanas de la desaparición de los normalistas, el propio presidente dijo sentirse profundamente “consternado” y calificó el suceso de indignante, doloroso e inaceptable. Hoy, tal parece, para él el duelo ha terminado y lo asume como cosa juzgada al omitir cualquier pronunciamiento directo de este asunto que lastima a buena parte de la población en México.
¿Por qué Ayotzinapa merecía un tratamiento especial en el mensaje? Por eso, porque es un acontecimiento que lastima todavía. Para muchos es indudable que los jóvenes de Ayotzinapa son muertos, pero también hay quienes aún exigen la presentación con vida de los normalistas: sea por la legítima esperanza de sus familiares o por el abanderamiento de las causas de injusticia y de violación a los derechos humanos.
El asunto de Ayotzinapa no involucra solamente a los padres y familiares de los desaparecidos. Es un hecho que por su trascendencia es de interés nacional y Peña Nieto da entrada a su discurso mencionando los hechos de Iguala y jamás en el texto se vuelve a mencionar. De las 12 mil 556 palabras del mensaje, ninguna es Ayotzinapa; ninguna es “estudiantes”; sólo una es “Iguala” y frente a la ciudadanía indignada y desconfiada, eso es lamentable.
Concluyo con las palabras del presidente que dice en su parte de cierre: “Donde se impone la intolerancia, la demagogia o el populismo, las naciones, lejos de alcanzar el cambio anhelado, encuentran división o retroceso”.
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