Yuriria Sierra, periodista independiente, acaba de lanzar un libro que recoge el sentir de un centenar de mujeres mexicanas en torno a una situación inédita en nuestra historia: contienden dos féminas por la silla presidencial. Al revisar los nombres de quienes, mediante una carta personal, manifestaron qué esperan de la gestión de la que el voto democrático convierta en presidenta, identifico a la mayoría. Por más que pudiera haber levantado la mano, resulta que no fui convocada, vivo en provincia, en una ciudad pequeña a la que hasta el mérito de haber vivido un eclipse total de sol le quieren descontar en un sistema bastante centralista. Hay que señalarlo, en pleno siglo 21, cuando el hombre se afana en conquistar Júpiter, en México vivimos aún enredados en bridas anacrónicas como son patriarcado y centralismo.
Habiendo manifestado que Yuriria Sierra ni en el mundo me haría, quiero aprovechar este espacio para sumarme a los mensajes de las 100 grandes en pensamiento crítico, política, negocios y emprendimientos sociales, para expresar, no tanto lo que espero cuando una de las dos llegue a ocupar la silla grande, sino enfocarme en algo más inmediato: su actuación en campaña. Hay momentos de pugna entre ellas que me llevan a recordar aquella famosa fotografía tomada en Palacio por Casasola en 1914, que captura de manera magistral el deseo —políticamente incorrecto en ese momento— tanto de Villa como de Zapata, de llegar a la Presidencia del país.
Desde el primer minuto de iniciadas las campañas de una y otra, hemos identificado la impronta muy personal que cada una le pone a sus palabras y a sus actos. A ratos me hace evocar la sentencia de Franz Kafka en una carta que el escritor checo envió a su hermana Ottla: “No escribo como hablo, no hablo como pienso, no pienso como debería pensar, y así sucesivamente hasta las más profundas tinieblas.” Aquí es donde hago el primer señalamiento a las candidatas en campaña: Los ciudadanos nos encontramos atentos a los contenidos que manifiestan, no solo de palabra sino también por su actitud y su quehacer previo en la función pública, una como política y la otra como empresaria.
Dentro de lo que dicen, los ciudadanos —perdón que no diga “los ciudadanos y las ciudadanas”, se me tuerce el colédoco cada vez que escucho dichas incorrecciones gramaticales a que obliga la política. Volvamos entonces: Los ciudadanos escuchamos, procuramos detectar la congruencia entre el dicho y el hecho. En lo personal rechazo los mensajes que llevan implícita por debajo de la expresión que se emite, la insinuación de que soy una tonta a la que le van a ver la cara, así como así. De igual manera, esto va para ti, Xóchitl, alabo la cercanía auténtica que de manera natural y sin artificios tienes hacia los sectores populares. ¡Maravillosa! Hoy te pido que analices desde otra perspectiva tus expresiones, a veces demasiado espontáneas: muchos de tus seguidores somos clase media con estudios, aspiramos a una presidenta con lenguaje asertivo, claro, sin florituras, pero tampoco con expresiones que demeriten la figura de quien asumirá como representante de nuestra nación ante el mundo.
Los ciudadanos percibimos cuando ante alguna pregunta incómoda, la candidata Claudia le saca la vuelta y sale con otra narrativa, o contraataca. De ese tipo de manejos ya hemos tenido bastante a lo largo de varios años. No lo hemos expresado como deberíamos, tal vez por falta de canales de comunicación, pero puedo asegurar que mi voz es la de muchos otros ciudadanos con quienes he intercambiado pareceres en esta campaña. Coincidimos en afirmar que las expresiones no congruentes con la realidad saltan como liebres, dejando una sensación de desconfianza. Queremos una presidenta valiente para señalar los problemas del país, sin distracciones de buscar culpables. Una presidenta inteligente que reconozca que no puede saber todo de todo, de manera de rodearse de expertos en las diversas disciplinas, para identificar las causas, proponer estrategias, y hacer seguimiento en tiempo y forma. Como hace el médico ante un paciente: primero diagnostica, evalúa el pronóstico y aplica las medidas de tratamiento necesarias para la enfermedad, al margen de intuiciones particulares.
Puedo decir a nombre propio y de muchos otros: no pensamos ir a votar por el temor de perder los programas sociales, un beneficio económico que existe desde la transición democrática y que está plasmado en la Constitución, en su artículo 4º, en una fracción adicional del 7 de noviembre del 2001, y que ha estado vigente durante ya casi cuatro sexenios, y que es irrevocable. Deseamos acudir a las urnas para ejercer nuestro sufragio a favor de la construcción de un México en paz, con oportunidades de desarrollo para todos.
Yuriria querida: Yo soy la #101 y represento a muchos ciudadanos pensantes y proactivos que aman su cuna, y que se esfuerzan en su diario quehacer por legar a los hijos un mejor México. Es la consigna vital que nos mueve cada mañana a trabajar, a planear y aspirar por ver cumplidos nuestros sueños. Somos ciudadanos informados que estamos saliendo de una molicie política de mucho tiempo, para manifestar lo que esperamos de aquella de ustedes que, de acuerdo con los resultados electorales, ocupe la Presidencia. Depositaremos en la ganadora nuestra confianza plena: ¡No nos decepcionen, que va en juego el país de todos!
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