Desde donde estoy;
hasta donde me encuentro
llegan hoy tus lamentos
y tu angustia,
tu dolor,
tu indignación,
tu rabia.
A donde estoy
por donde ando,
traigo conmigo todas tus imágenes,
tus perfiles eternos que atesoro,
tus antiguas hazañas que me impulsan
y me mantienen viva esta esperanza,
siempre soñando con volver a ti.
A todas horas de los días que vivo,
a todas horas de los días que muero,
imagino lo que haces; lo que dices,
si te acuerdas de mí…
Mi reloj tiene tu hora;
pasa mi tiempo con tus manecillas,
y me habla de tu sol y de tu luna;
del canto de tus gallos,
música en el silbato de tus minas
de la voz de tus fabricas…
Del murmullo del viento por tus campos;
de tus trinos de todos los colores,
y la voz de tus niños.
Escucho los estruendos de tu dolor que grita,
llega el lamento de tu voz que canta.
Tus muertos,
tus hijos,
mis hermanos
caídos en la intemperie de su miedo,
asesinados por la indiferencia
que se imagina impune…
Esos tus hijos, los hermanos míos
no reclaman venganzas;
esas tus hijas muertas a la orilla,
a la orilla del rio de los regresos
Donde renaces patria,
donde parece que te vas quedando
en el Paso hacia el Norte en que te alejas…
Compenetradas con tu tierra madre,
madres de todos modos,
te darán nuevos hijos convencidas
de que habrá sol mañana…
Cuando amanezcas, patria renovada,
libre de tus cadenas tan pesadas…
libre de los mentiras que te indignan…
limpia de los engaños y las burlas.
Llegarán días de nuevo
como aguinaldo en tu juguetería;
nuevos días en que todos tus caminos
tus rincones de amor y tus paisajes,
una vez rescatados de tus penas,
(todas las penas nuestras)
las penas de tus hijas y tus hijos,
de todas mis hermanas,
no cernirán peligros ni emboscadas.
Encontraras consuelo;
se saciara tu sed en la justicia;
llegarán nuevos días en que celebres
sin dejarlos atrás en el olvido.
Vibrarás en tus hijos nuevamente
en los patios de todas tus escuelas…
limpiaremos el agua de tus ríos
tú quitaras las lágrimas que anegan
nuestras muchas tristezas.
Y en ti reconstruiremos mano a mano,
sobre la oscuridad de estas tus horas,
las horas negras de tu desesperanza,
adobe por adobe tus hogares,
que no estarán desiertos ni dolidos.
Tiendo mis manos hacia ti, mi tierra,
vuelan mis brazos hasta allá, mi patria;
quienes de ti nos fuimos por la angustia
sin dejarte jamás,
hoy nos sumamos a la angustia tuya,
que es la suma de todos los dolores
de madres y de hijos,
de hijos y de padres.
Que son las de tus hijos ¡Mis hermanos!
Nuevamente serás grito de triunfo
y ya no el alarido ni el reclamo,
de marchas que se agotan y diluyen
en los oídos sordos de los zánganos.
Desde la voz desatendida de tu barro,
los nichos profanados de tu suelo;
en tu suelo sagrado,
abriremos tu tierra toda en surcos,
de donde nazcan solo tus mazorcas,
donde broten tus cañas.
Sin dejarlos atrás,
sin olvidarnos,
no vestirás de luto nuevamente.
Ya no llores, mi niña,
patria y niña;
serás de nueva cuenta,
serás patria ya no de sinsabores,
patria ya no de penas
serás de nuevo fiesta de colores.
No hay tiempo que perder.
Quiero que sepas
que ya vamos corriendo hacia tus brazos;
que ya vamos volando sobre tus sueños…
que tu hora está en la hora de tus hijos,
por los días y las noches que atraviesan
a bordo de los claros de la luna.
En los rayos del sol al horizonte,
desde tu amanecer hasta el ocaso,
donde el sol ya se asoma,
donde su luz brillante nunca duerme.
Para vencer la sombra de tus lágrimas;
por los sitios distantes donde el viento
nos ha llevado a todos arropados
siempre con tu bandera triunfadora.
Quiero que sepas que los hijos tuyos,
quiero que sepas que tus niñas todas
tan solo están dormidas;
solo sueñan
todos tus sueños que aún no se han cumplido…
ya verás cómo llegan
cómo vuelven
todos los hijos que creías perdidos.
No hay tiempo que perder!
Vendrán los días…
¡Ya verás, dulce patria,
cómo vuelve
a tus labios la luz de la alegría!
Ya verás niña que los días Vendrán…
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Cuando pienso en la terrible situación de México, recuerdo la promesa de la Virgen de Guadalupe:
“Oye y ten entendido, hijo mío el más pequeño, no dejes que nada te asuste ni te aflija, que no se turbe tu corazón; no temas esa enfermedad, ni otra alguna enfermedad y angustia. ¿No estoy aquí, yo, que soy tu Madre? ¿No estás bajo mi sombra, mi amparo? ¿No soy yo tu salud? ¿No estás en mi regazo?”.
Y entonces renace en mí la esperanza…
¡Viva la Virgen de Guadalupe! ¡Viva Cristo Rey!
¡Viva México!
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Stahringen am Bodensee
Baden Wurtemberg, Alemania
Septiembre de 2009
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