Ya ni los Marines en Iwo Jima

Juvenil, fuerte, con rostro de líder guerrero, con el puño desafiando al destino y de remate: ¡la bandera de las barras y estrellas atravesada por la luz del sol!

17 de julio, 2024

Julio Chavezmontes Messner

Los rednecks saltaban como chinampinas. El día estaba soleado y la multitud lista para saborear sus palomitas y sus Coca Colas heladas, mientras llegaba el gran Donald Trump; el gran maestro del espectáculo que ha hecho las delicias de los televidentes desde que debutó con su programa The Apprentice.

Trump no había comenzado a lanzar sus retahílas venenosas, cuando se escucharon unas detonaciones.

Entonces el gran golfista se llevó una mano al oído (con toda calma) y se agacho lentamente mientras sus escoltas del Servicio Secreto lo rodeaban.

Contra todas las reglas de seguridad en casos asi, la escolta del neoyorkino le permitió pavonearse desafiante, con el puño en alto y la mirada fiera, a pecho descubierto desafiando a las balas, mientras un diminuto hilillo de color rojo descendia por su abultada mejilla derecha (¿habrá sido sangre, o pinturita de utilería…?).

Siguiendo la actuación contra todas las reglas en caso de atentados de a deveras, los escoltas ataviados con rigurosos lentes oscuros, le dieron marco a un Donald Trump erguido por encima de ellos, para que el instante quedará inmortalizado en la imagen que ilustra estas líneas.

¡Un Donald Trump a prueba de balas!

Juvenil, fuerte, sin exceso de grasa, con rostro de líder guerrero, con el puño desafiando al destino, y de remate: ¡la bandera de las barras y estrellas atravesada por la luz del sol! El elegido en todo su apogeo. ¡Qué barbaro!

Esa imagen solamente es equiparable a la tomada en la cima del Monte Suribachi en Iwo Jima, en 1945, que fue inmortalizada en el monumento que hoy puede verse en Washington D.C. No me sorprendería en absoluto que Trump sea inmortalizado a su vez en una escultura no menos espectacular, y que se haga cargo de que se instale con mucho mejor suerte que nuestros Indios Verdes. Tal vez le mande regalar una réplica a su amigou Obradour para que la instale en la ex glorieta de Cristobal Colón.

Ya han pasado cuatro días desde el intento de magnicidio, y el hospital donde el gran Trump fue atendido no ha emitido comunicado alguno. El médico que encabezó al equipo que atendió al ex presidente tampoco ha dicho esta boca es mía. Tampoco se ha difundido un reporte técnico que describa la lesión ocasionada al paladín de los fraudes inmobiliarios y criminal convicto.

Si a la imagen escultorica que ilustra estas lineas, le agregamos el impacto del magnicidio frustrado en las apuestas de Las Vegas y en las encuestas electorales, Joe Biden no esta senil, sino momificado y bajo tierra.

No hay que olvidar que Trump es tan pero tan valiente que evade el servicio militar y los peligros de Vietnam, argumentando que tenía juanetes.

Semejante dechado de valentía, no me parece la clase de personaje que estando en verdadero peligro de muerte, se levante como machin y se yergue por encima de sus escoltas, en una imagen en la que Trump parece ser el líder de un pelotón en plena guerra civil americana, y no el anciano víctima de un francotirador certero.

¿Por qué no habrán capturado con vida al joven adolescente que puso en peligro la vida del líder? Habría bastado con tirarle a las piernas y no silenciarlo para siempre. Teorías de conspiración aparte, aquí ha habido un solo ganador: Donald Trump.

La escultura de los Marines plantando la bandera de Estados Unidos en la cima del Suribachi en Iwo Jima, palidece ante el resplandeciente guerrero que aspira a permanecer en la Casa Blanca sin necesidad de paleras y hasta que el cuerpo aguante. ¡January six forever!