Venezolanos humanos

La situación humanitaria por la que pasan miles de migrantes es alarmante. México como país de paso entre Venezuela y EEUU no es ajeno a esta situación.

25 de octubre, 2022 Venezolanos

¿Qué hiciste el fin de semana? Fue un fin de semana agradable para la mayoría de los mexicanos, ya cada vez más normales luego de los meses de pandemia. Muchos habrán convivido con sus familias o amigos, salido a pasear, disfrutado de los primeros eventos previos al Día de muertos. En la Ciudad de México hubo una gran cantidad de cosas que hacer: el festival Renacer en Polanco, el paseo de las catrinas, globos aerostáticos, clase masiva de trampolín para hacer un nuevo récord Guinness. Restaurantes, museos, parques, centros comerciales, bazares, bares se vieron beneficiados por la euforia que tenemos de ya empezar a sentirnos cada vez más lejos de la pandemia y más cerca de la normalidad.

Sin embargo, este fin de semana no fue bueno para todos. En las fronteras del norte y del sur y también en el centro del país miles de migrantes venezolanos pasaron estos días en la peor de las situaciones. Después de caminar por más de un mes desde su país, habiendo dejado todo lo que tenían, sus poquísimas pertenencias, lo poco que los dejó adquirir el régimen autocrático de Nicolás Maduro, muchos viajaron en familia, muchos solos, todos con la ilusión de llegar a Estados Unidos, de ser uno de los 24 000 favorecidos que lograrían entrar y tener un trabajo con el que puedan salvar del hambre a los que se quedaron allá en su país.

33 000 en septiembre, 25 0000 en agosto… Los imagino caminando a través del inhóspito Darién, en caravana por la selva, jugándose la vida, con toda la incertidumbre del mundo, sorteando cualquier cantidad de obstáculos, expuestos a la lluvia, el calor, el frío intenso de la noche, a las picaduras de insectos, a todas las inclemencias del tiempo posibles, y a la maldad de quien quiera abusar de ellos, robarles lo poco que traen, extorsionarlos, violar a sus mujeres, matarlos… Los veo cantando para darse ánimos, jugando fútbol en sus tiempos de descanso, sin ningún tipo de comodidad ni privacidad, ayudando con el cuidado de los niños que viajan en la grupo, durmiendo en el piso, muy cerca para darse calor y soñando, soñando no con Disney, no con un viaje a la playa, no con diversión, ellos sueñan con poder trabajar. No van de vacaciones, no es un viaje turístico, ellos están dispuestos a trabajar sin descanso, en lo que sea, en el campo, en las calles, en las casas, barriendo, alimentando animales, sacando basura, lavando platos, no ven ningún trabajo como menor, no tienen falsos orgullos ni aspiraciones mayores a la de vivir en libertad, trabajar hasta el último aliento del día o de la noche y poder mandar dinero a sus familias.

Toda la información es confusa siempre. Les dijeron que tenían que traer sus documentos, que tenían que haberse vacunado y solicitar una visa. Solo eso. Durante un mes caminaron con un solo objetivo en la cabeza, seguros que el trabajo que les prometieron, por muy duro que sea, está esperando por ellos.

Agotados, ya sin sentir los pies, después de un mes de comer poco, pasar frío y dormir en el suelo, de no poder descansar, de no conocer el significado de la comodidad, del bienestar, son recibidos con una serie de noticias que seguramente hicieron que el suelo se abriera bajo sus pies. ¡No pueden pasar! Primero les habían dicho que sí, pero ahora ya no. Mientras alguien les da alguna respuesta, esperan, esperan en la frontera. Son tratados como animales. Nadie les dice nada, les pidieron sus papeles, también sus teléfonos y su poco equipaje.

Están semipresos en el llamado cuarto del horror muchos, muchos más en la calle, a muchos los devolvieron al centro del país y se encuentran en los caminos y en las centrales de autobuses sin saber qué hacer, no tienen a donde ir, no traen dinero, no conocen a nadie. Muchos más están llegando al sur y saben que tienen que seguir a pesar de los malos augurios, no tiene ya nada, no pueden regresar, no hay trabajo para ellos, ni comida, ni oportunidades. El país que más ataca el gobierno socialista de Nicolás Maduro les da la espalda. El que cualquiera pensaría que los apoyaría al haber negado cualquier tipo de relación comercial con su país, pero no.

México ha dado asilo en los últimos 8 años según el INEGI a 52 000 migrantes provenientes sólo de Venezuela; sin embargo, se estima que la cifra puede llegar a 80 000 considerando que no todos están registrados oficialmente. Como si fuesen algo indeseable los han pateado al patio trasero, o sea México, no como ciudadanos de segunda ni de tercera, peor que animales, peor que a una plaga. Ellos están sanos, solo quieren trabajar, están dispuestos a dejar su vida en donde se los digan a cambio de unos cuantos dólares. Ahora están en México y el gobierno no sabe o no quiere saber qué hacer con ellos, la sociedad tampoco.

Son vistos con desprecio, como apestados, como si estuvieran aquí con la intención de robar, de destruir, de delinquir para comer. ¿Qué pueden hacer? Son miles y cada uno tiene necesidades propias y distintas. Tienen hambre, cansancio, desolación, miedo.

Una mínima medida de la canasta humanitaria básica sería apoyarlos, no discriminarlos, buscar con ellos una solución, cada quien en la medida de sus posibilidades, comida, cobijas, trabajo, todo menos desprecio. Hay que recordar que somos todos miembros de la misma especie, que desprovistos del color de piel, nuestro ADN es idéntico y que no hay nada que nos haga mejores ni peores, solo más o menos beneficiados en cuanto a oportunidades y suerte de haber nacido en tal o cual situación.

Creo que no debemos olvidar que todos hemos sido migrantes o que alguna vez nuestros padres o abuelos lo fueron, tal vez nuestros hijos lo sean. Nadie soñó con vivir así, nadie se merecía no tener en donde existir con dignidad y garantías. Sin falsas poses y con solidaridad y empatía, solo teniendo presente que todos somos humanos, miembros de un mismo sistema, consanguíneos y semejantes. Prójimos y próximos, emigrantes e inmigrantes en un planeta que debería tener derechos y apoyos para todos, también responsabilidades e igualdad de oportunidades, en el que todos los seres humanos seamos legales.

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