Escribo estas líneas a propósito de un buen amigo y autor respetado, Iván Ballesteros, figura relevante en las letras sonorenses. El Mtro. Iván lamentaba que iniciaba un nuevo ciclo escolar de bachillerato y que, esta vez, no habría clases de literatura, sino que todo será sustituido por la asignatura de Lengua y Literatura.
Al consultar el programa de estudios vigente, podemos ver las asignaturas de Lengua y Comunicación I, II y III programada para las nuevas generaciones de bachilleres. Estás tres asignaturas están enfocadas en la comprensión y elaboración de textos. Un área que es importante desarrollar, sin duda, porque sin las habilidades de lectoescritura básica, sería imposible de desarrollar el resto de los aprendizajes.
Sigamos explorando el resto de las asignaturas. Tenemos Humanidades I, II y III enfocadas sobre todo en la filosofía. Junto con las asignaturas de Consciencia Histórica, que pueden identificarse con Historia de México y un poco con Historia Universal, podemos ver un esfuerzo de materializar los principios de la Nueva Escuela Mexicana tales como fomentar una identidad social y valores tales como la inclusión y la equidad.
Sin embargo, hay un vacío. Uno de los énfasis de la Nueva Escuela Mexicana es el pensamiento crítico y, al revisar la ausencia del programa de literatura, puede sentirse que no ha sido suplida por el resto del programa. En efecto, pese al esfuerzo por mejorar la competencia lectora y fomentar la reflexión filosófica, uno se pregunta por qué se habría prescindido de contenidos que hubieran contribuido de forma significativa a la consecución de estos elementos.
Los planes de estudio anteriores, aunque puedan ser criticados, contemplaban el estudio de diferentes períodos de literatura, desde las letras prehispánicas hasta la exploración de géneros literarios modernos. En dichas lecciones se encuentra material para la reflexión filosófica, social e histórica que la Nueva Escuela Mexicana pretende, entonces ¿por qué omitir el estudio de la literatura?
Si vamos un poco más atrás, podremos ver que el origen de la literatura y los géneros literarios han sido materia de estudio incluso desde secundaria. Uno de los mejores materiales didácticos que he leído ha sido un viejo libro de literatura que detalla la vida y obra de autores desde el Cantar del Mío Cid hasta la literatura mexicana de principios del siglo XX. ¿Por qué prescindir de esto para los bachilleres?
Lo más difícil de entender es que esto ha ocurrido precisamente en un momento en el que el próximo gobierno federal ha iniciado con un movimiento destinado a formar un “país de lectores” con el apoyo del Fondo de Cultura Económica y la convocatoria que ha lanzado a nivel nacional.
Pero ¿qué van a leer los nuevos lectores si no tienen un acercamiento al arte literario? Porque las asignaturas de literatura existen precisamente para que los estudiantes formen una red de referentes y un criterio acerca de la clase de material que les interesa conocer. Como diría el maestro Ballesteros, ahora eso quedará en manos del docente de Lengua y Comunicación que puede o no fomentar una cultura literaria que ya no se encuentra formalmente en el plan de estudios.
Los programas de literatura se mantendrán en tanto aun hay generaciones que cursan sus estudios con el plan de estudios anteriores. Pero, el conocimiento de los autores, de las obras clásicas, de los géneros literarios, de las diferentes ramas de la poesía y el teatro; la evolución histórica del modo de contar historias y expresar sentimientos, todo eso parece en peligro de extinción.
El bachillerato es la etapa previa a la universidad, donde los estudiantes están culminando una etapa de su adolescencia. Esa fase del desarrollo necesita de una formación especial que abarque diferentes disciplinas y que prepare a los jóvenes para una vida adulta ¿cómo podrían seguir su crecimiento si no se alimenta su conocimiento de las artes y de las ciencias contenidas en la literatura?
Los maestros de Lengua y Comunicación tendrán un gran desafío para paliar, en la medida de lo posible, la falta de un programa robusto que, al mismo tiempo, pretende formar una consciencia humanística. Para evitar que vivamos en el mundo que describió George Orwell en 1984, quizá necesitemos nuevas Sociedades de Poetas Muertos.
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