“En Un Balcón Lejano De Chihuahua
Juega Mi Padre Niño A Lo Único Que Sabe:
Él Juega A Fusilar A Sus Soldados
Sus Soldados De Plomo Hechos En Molde
Por Sus Manos Ingenuas.
Siento En El Alma Su Dolor Intenso
Su Miedo Al Desarraigo De Su Padre;
Su Dolor De Clarines Y Cañones.
Mientras Su Hermano Oscar,
A Paso Redoblado,
Su Hermano Niño Héroe,
Desafía A La Tormenta De La Muerte
En La Decena Trágica De Mexico.” (1)
Dedico estas líneas, en homenaje a Oscar, Mario y Julio Chavezmontes, niños héroes y soldados de nuestra patria.
Su heroísmo vive en el corazón de sus hijos.
Cuando vivía yo en el Molino de Santo Domingo, en las alturas de Tacubaya, una madrugada me despertó el toque de ordenanza del cuartel de Molino del Rey; la voz de los clarines y el redoble de los tambores resonaban los acordes de la antigua diana, adueñándose con su eco, de todos los rincones de la plaza.
Al escuchar tan claramente la vieja tonada militar, mi mente viajó al 13 de septiembre de 1847, cuando desde el mismo sitio en el que ahora vivía yo, la artillería del ejército invasor comenzó a bombardear el Castillo de Chapultepec, para debilitar las defensas instaladas por los cadetes del Colegio Militar que entonces se encontraba en el mítico alcázar.
Recordé cómo, cuatro días antes, durante la batalla de Molino del Rey, la caballería al mando del General Juan N. Alvarez, permaneció pasiva en la Hacienda de Los Morales, cuando de haberse unido a la refriega, nos habríamos alzado con una victoria decisiva, en un momento que, en el Congreso de los Estados Unidos iba creciendo la oposición a la aventura expansionista del presidente James Polk, liderada por el Senador Thomas Corwin del Estado de Ohio, cuya defensa de México puede consultarse como The Corwin Speech on the Mexican War.
Pero Juan N. Álvarez, al que hoy se llama “benemérito de la patria” (como al falso ídolo masón Benito Juárez), decidió no intervenir en las acciones, porque tenía una enemistad personal con el General Santa Anna, en cuya contra se levantaría en la Revolución de Ayutla, seis años más tarde.
Mientras me dejaba llevar arrullado por la antigua diana, reviví la frustración de los defensores de Churubusco, entre mis recuerdos infantiles, de cuando mi padre me llevó a ver el convento donde podían apreciarse en la madera de los pisos, los bayonetazos desesperados de la tropa que intentaba liberar los cañones de sus fusiles, para desatascarlos de las balas cuyo calibre había resultado fatalmente equivocado.
En las alturas de Chapultepec, el 13 de septiembre de 1847, todos los combatientes eran niños, que apenas estaban transitando a la adolescencia, delatada por la clásica voz destemplada de quienes comenzaban a ser hombres, y esa mañana se volvieron héroes; héroes todos.
Entre aquellos niños de septiembre, figuró el joven Miguel Miramón, que fue condecorado por su heroísmo en ese encuentro, llegando a ser, años más tarde, el presidente más joven de México contando 29 años de edad, al ocupar el cargo en 1860.
Miguel Miramón, el patriota indomable, culminó su vida en el LUGAR DE HONOR que le cedió el también mexicano Maximiliano de Habsburgo, en el cerro de las Campanas, donde con Tomás Mejía alcanzaron la inmortalidad de los valientes.
Mientras pensaba yo en todo ésto, los ecos de la diana seguían resonando en mi alma, en un clamor interminable; fue entonces que recordé a mi tío Oscar, hermano de mi padre, que murió en Chihuahua combatiendo contra las fuerzas de Francisco Villa, después de haber participado como cadete del Colegio Militar en la jornada de la lealtad acompañando al Presidente Madero de Chapultepec al Palacio Nacional en febrero de 1913.
Recordé a mi padre y a su hermano Mario, (cuya imagen ilustra esta remembranza) que se presentaron como voluntarios al General Rivas Guillén, para defender México contra las fuerzas del General John Pershing en 1916, durante la expedición punitiva lanzada para capturar a Francisco Villa.
En aquel hecho de armas, las fuerzas mexicanas impidieron el paso de los invasores, que desistieron de su expedición y volvieron derrotados a Estados Unidos, porque además, no podían permitirse seguir enfrascados en esa persecución, cuando era inminente la entrada de Estados Unidos a la Primera Guerra Mundial.
Evocando todos estos recuerdos, decidí salir a caminar al campo vecino, y me senté en una vieja banca que sirve para descanso de los ciclistas que circulan en dirección a Guttingen o a Wahlwies; la milpa detrás mío trajo a mi corazón en un murmullo, la lejana y dulce voz de México; desde aquí, pude ver a mis pequeños hijos, esperando ávidos el paso de los cadetes por Reforma y Niza, en el ritual repetido desde mi propia infancia sin faltar jamás, cada 16 de septiembre, excepto cuando al igual que ahora he estado como estoy lejos de México.
Anoche traía en mi mano la pequeña bandera que me regaló mi sobrino Paul en su única visita a este pequeño pueblo de Stahringen en el extremo sur de Alemania; en el cielo claro, se veían las mismas estrellas que adornaban las noches cuando vivía yo en Churubusco. Como un regalo enviado desde mi patria, las campanas de nuestra pequeña iglesia de San Zeno, tañeron las once de la noche, cuando la tarde no había caído en México todavía; el eco de Molino del Rey hasta el Molino de Santo Domingo, llegó claramente hasta este rincón a la orilla del bosque de Homburg, en cuyas alturas se asoman las ruinas de un Ritterburg medieval que me recuerda Chapultepec. Desde su cima, la vista a través de los Alpes nevados, permite atisbar la inigualable belleza del Iztaccíhuatl y del Popocatépetl.
Conforme caminé tranquilamente de regreso a mi casa, reviví las imágenes de las Fiestas Patrias en Chinameca, cuando mi hermano Renato fue ayudante municipal y a mí me habilitó de Cura Hidalgo, con una peluca blanca de algodón y unas polainas de cartón negro que cubrían mis huaraches aparentando botas.
En aquella ocasión, desfilamos por todo Chinameca en una camioneta pick up, engalanada por una bellísima joven que portaba un vestido de china poblana confeccionado para ella por su mamá. Hoy he recordado las palabras de esa joven, que al momento que la banda de la escuela local, comenzó a redoblar sus tambores y a tocar sus clarines, me miró emocionada hasta las lágrimas y me dijo: ¡Qué orgullo que somos mexicanos!
Anoche pude ver las caras alegres de cientos de pequeños que nos vitoreaban entonces al pasar por las calles de Chinameca, mientras nosotros les lanzábamos caramelos, silbatos y matracas cuyo sonido se sumaba de inmediato a la música marcial de la banda que encabezaba el desfile.
Mañana, Dios mediante, llamaré por teléfono a mi hermana Ángeles, para encargarle que ponga por el altavoz de la centenaria Panaderia Cárdenas, las Mañanitas dedicadas a nuestra patria que jamás está distante; porque esta casa es un rincón de México donde reina la Virgen de Guadalupe, con su imagen en todos los rincones, y donde nuestra bandera ondea festiva en el balcón desde el 1º de este mes.
“Patria de organilleros y de magos;
De héroes y de quimeras;
Vuelan mis golondrinas a tus costas;
A tus senos nevados.
Me imagino volviendo a ti
Por el mismo desierto que he cruzado,
Asido a tus canciones entonadas para que no olvidaras que soy tu hijo; Para que no olvidaras mí esperanza.
Nunca saldrás de mí porque te amo
En tu crisol de lágrimas y abrazos,
Calaveras de azúcar y cohetones
Te recuerdo sonriendo en tus balcones.
Tierra de Guadalupe y de San Judas;
Tu imagen no se borra en la distancia
Tu amor no se marchita con los años.
Te llevo en mi, con orgullo en las heridas/
Que se abrieron al irme y añorarte;
Estas en mis arrugas y en los callos
De estas manos que sueñan con tocarte.”(2)
_____________________________________
Stahringen am Bodensee, Baden Wurttemberg, México
Con Chinameca en mi corazón.
- Fragmento de La Nogalera (Chihuahua, 2004)
- Fragmento de No me Esperes Despierta (Stahringen 2006)
Día naranja
Algún día nuestras hijas podrán salir libres a la calle a sabiendas de que la sociedad y la ley...
noviembre 26, 2024LA CHICA DE IPANEMA
Con este viaje, la Doctora Sheinbaum inicia la presencia de México en el campo internacional que abandonó equivocadamente el...
noviembre 26, 2024Las criptomonedas se revalorizan con Trump como presidente
En los últimos días, el mercado de criptomonedas ha experimentado un notable impulso, en gran medida por la elección...
noviembre 25, 2024La felicidad radica en la verdad
“La vida feliz es, pues, gozo de la verdad”.–San Agustín de Hipona.
noviembre 25, 2024