Tiempo para cosas importantes

No importa quién vaya a “gobernar” tal o cual país a partir de tal o cual fecha sino que en cada momento nos gobernemos libremente; para eso estamos aquí: para AMAR.

31 de diciembre, 2021

Dentro de pocas horas, habremos completado una vuelta más en torno a nuestro sol. Es buen momento para pensar en lo que hacemos con nuestro tiempo, y recordar la obra de La Aldea Global de Marshall McLuhan (1).

Nunca como en el siglo XX y el actual XXI, la humanidad había contado con tantos canales de comunicación; basta con las redes sociales que difunden información a velocidades impensables, generando los ORGASMOS NOTICIOSOS que ocurren cuando una novedad “se hace viral” pero efímera, con una duración más vertiginosa que un clímax erótico.

Sabemos lo que pasa  en Somalia, pero sentados a la misma mesa, cada comensal se encuentra a miles de kilómetros de distancia, enterándose de lo que ocurre en otros continentes, pero ignorante de las personas con las que supuestamente reparte y comparte los alimentos. ¡NO HAY SOBREMESAS!

Mis abuelos vivieron la invención del foco incandescente, del radio, el teléfono, el radio de onda corta, el telégrafo,  la televisión, la aviación,  los motores de combustión interna y todos los prodigios que deslumbraron a quienes nacieron a finales del siglo XIX y vivieron hasta bien entrado el siglo XX.

Por mi parte, presencié la llegada de la larga distancia automática, la televisión a color, la radio de amplitud modulada, el sonido estereofónico, el cine en technicolor y cinemascope, la televisión a color, el walkman, el discman, la telefonía celular y la supuesta llegada del hombre a la luna…

Las altísimas velocidades alcanzadas por el hombre gracias a los “grandes” avances de la ciencia, se antojan como paso de caracoles o tortugas en comparación con las velocidades del universo.

La tierra gira sobre sí misma en el movimiento de rotación,  a 1600 kilómetros por hora en el ecuador.

La traslación de la tierra tiene una velocidad de 108 000 kilómetros por hora, es decir, ¡trescientas seis veces más rápido que el más veloz auto de fórmula  uno!!!

¡Pero eso no es nada! ¡Nuestro hermoso y pequeño planeta azul, sigue al sol alrededor de la Vía Láctea a 792 000 Kilómetros por hora! o sea, dos mil seiscientas cuarenta veces más rápido que el Mercedes Benz de Lewis Hamilton en el autódromo de Abu Dabi.

La carcacha especial conocida como Apolo XI, que llegó a la luna en agosto de 1969, era una auténtica carreta del espacio, circulando a vuelta de rueda, escasamente a 3700 kilómetros por hora; poco más que Mach 3…

Nuestro radiante sol; centro vital del sistema solar al que pertenecemos, tarda DOSCIENTOS VEINTICINCO MILLONES DE AÑOS en darle una vuelta a la zona de nuestra galaxia por la que transcurre su órbita sin variaciones ni equivocaciones.

No puedo menos que sonreírme cuando pienso en la NASA y los demás centros de “altísima tecnología y avanzadísimo conocimiento científico”, que necesitan cientos de ingenieros en sistemas, matemáticos, matemáticos, calculistas, computadoras complicadísimas y todo, para andar a paso de tortuga, en comparación con las velocidades estelares y planetarias.

¿Nos hemos puesto a pensar que el movimiento de las galaxias, los hoyos negros, los llamados “gusanos de seda”, las constelaciones, los cometas y demás cuerpos celestes ocurre a velocidades inimaginables para nuestros más avanzados vehículos?

¿Cómo sería posible sostener que la ingeniería exactísima que rige al cosmos, fuera posible sin un plan de vuelo diseñado por UNA SOLA INTELIGENCIA que a tantos choca llamar por su nombre? ¡DIOS!

Ante las magnitudes del universo, recuerdo al “HOMBRE SERIO” del cuento de El Principito, que contaba las estrellas y suscribía certificados de posesión estelar.

Cuando el Principito le preguntó qué era lo que hacía con las estrellas, el hombre serio le respondió, que era su dueño; que las poseía; por cierto que el hombre serio apenas si  podía responderle a El Principito, porque el solamente se ocupaba de cosas serias y de importancia, como “contar estrellas para adueñarse de ellas”.

¡Cuánto más rico habría sido aquel pobre hombre serio, si en vez de emitir certificados de posesión estelar, se hubiera permitido gozar su belleza, disfrutar su coreografía perfecta, Y AGRADECERLE A DIOS por su maravillosa  creación!

NO ESTOY EN CONTRA DEL CONOCIMIENTO, pero me da pena la arrogancia que contamina la ciencia como ocurrió con la Torre de Babel; seguimos creyendo la PRIMERA GRAN MENTIRA que nos sedujo “haciéndonos creer que seríamos como dioses” arrebatándole a Dios los secretos de su creación.

Pensando en los temas de la política y la “alta diplomacia”; las organizaciones internacionales, los partidos políticos, los poderes públicos, las bolsas de valores, los mercados y demás entelequias que consumen la vida humana despilfarrándola, prefiero escribir del único tema importante que para mí, consiste en responder de dónde venimos y hacia dónde vamos; por qué estamos aquí.

La respuesta para mí, es más sencilla que intentar resolver la cuestión por medio de ecuaciones y teoremas; venimos DEL AMOR; estamos llamados AL AMOR; y estamos aquí, POR AMOR.

El AMOR no es un sentimiento pasajero; no es un afecto que podemos dispensar a unos y negar a otros; es la esencia de nuestro ser; es lo que nos hace semejantes a Dios que así quiso darnos la vida.

El genio de la física y de la medicina, Francis Collins, autor del libro EL LENGUAJE DE DIOS, explica en términos muy sencillos, sin protagonismo ni soberbia, su convicción de que la ciencia no se riñe con la fe.

Collins no es ningún ignorante supersticioso; fue el coordinador del equipo de más de 500 especialistas que descubrieron el genoma humano; o como él lo llama, EL INSTRUCTIVO DIVINO PARA LA CREACIÓN DE LA VIDA.

Hoy podemos hacer casi todo mucho más rápido, pero no nos alcanza el tiempo; vivimos en un mundo rehén de la prisa; confundimos la opulencia con la riqueza; la ostentación con la importancia.

Hoy en la noche, no nos dejemos arrastrar por la diversión “por decreto”; no es necesario tronar cohetones, beber campaña, aturdirse con estridencias ni felicitarse de formato.

Esta es una muy buena ocasión para “resetear” nuestro sistema; echar la vista atrás, repensar nuestras prioridades, meditar sobre los verdaderos propósitos para la siguiente vuelta al sol, y darnos tiempo para las cosas importantes.

No importa quién vaya a “gobernar” tal o cual país a partir de tal o cual fecha; importa que en cada momento, nos gobernemos nosotros libremente; para eso estamos aquí, para AMAR; para amar a Dios en cada uno de nosotros, y amar a cada uno de nosotros y a nosotros mismos, en DIOS. 

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