Termina el sexenio de las narrativas, y las realidades continúan…

Se termina el sexenio del Presidente Andrés Manuel López Obrador; un sexenio que pasará a la historia por sus narrativas que lograron desvirtuar y esconder la realidad, la debilidad y las crisis en la que vivió México durante los últimos seis años, tiempo en donde no cumplió lo que prometió, sobre todo en diversas áreas que son fundamentales para considerar a México como un país con consolidación democrática.

Las narrativas construidas desde Palacio Nacional como una agenda de Estado, fueron replicadas por cada integrante de la 4T y difundidas por la imponente comunicación social oficialista, lograron con éxito penetrar en parte de la percepción pública y del electorado, logrando insertar en la población con carencias sociales la idea que el tener dinero era sinónimo de fifí y de clase media aspiracionista, quienes según Palacio Nacional iban en contra de las clases populares y del progreso del país, además las narrativas de la 4T plasmaron una identidad política a nivel nacional basada en políticas del resentimiento, en la denostación, en el revanchismo, en el populismo y en la división social asentada entre neoliberales y conservadores en contra del pueblo bueno y sabio.

Las narrativas del sexenio que termina, siempre carecieron de autocrítica, pero fueron permanentes e insistentes en insertar en el imaginario colectivo que con la 4T realmente llegó el cambio democrático en México, cuando lo que llegó fue un cambio autoritario donde utilizaron los argumentos de austeridad republicana y los excesos de los gobiernos anteriores, así como los resquicios, prácticas leguleyas y debilidad en la ley para desmantelar y debilitar las instituciones democráticas, los órganos autónomos y los equilibrios en el poder y como consecuencia se concentró y centralizó el poder en el Ejecutivo Federal, llevando a nuestro país a un retroceso institucional de por lo menos 30 años.

En este sentido, las narrativas de Palacio Nacional: por el bien de todos, primero los pobres; no somos iguales; se acabó la corrupción; el pueblo manda; tengo otros datos, es la voluntad del pueblo, entre otras, lograron seducir a sectores de la población de México, asumiendo a sus portavoces como los únicos con calidad moral para encumbrar la idea de que ellos son los que entienden al pueblo y los pueden salvar, dejando claro que el pensar diferente a la 4T es sinónimo de traidor a la patria, neoliberal, aspiracionista, conservador, fifí y clasista.

Las narrativas sexenales del pueblo feliz, feliz, feliz y en paz, contrastan con la realidad de la violencia que hay en México, ya que hay organizaciones como ACLED, que lo ubican como el cuarto país más violento del mundo, además de tener casi 197 mil homicidios dolosos, 30% más que el sexenio anterior, ubicándolo como el peor de la historia en este rubro y donde el INEGI señala que 7 de cada 10 personas en el país se sienten inseguros.  

También la narrativa de que tendríamos en este sexenio un sistema de salud igual o mejor que el de Dinamarca, la realidad fue otra, donde fue una constante la escasez de medicamentos, de vacunas, el aumento del gasto de bolsillo para salud donde las familias mexicanas gastan hasta el 50% de sus recursos económicos, así como falta de infraestructura en hospitales, el fracaso del INSABI y una Mega-Farmacia para el Bienestar, que solo surte 6 recetas diarias, no tiene medicamentos y eficiencia en su operatividad.

También fue una constante la narrativa que el Gobierno Federal saliente no dejaría endeudado a México, pero la realidad de acuerdo con datos del Diario el Financiero y calificadores de riesgo, la deuda sexenal será la más alta en la historia en números absolutos, con 6.6 billones de pesos, con lo que deja una finanzas públicas con ciertas debilidades para los próximos años.

Otra de las narrativas sexenales fue que la canasta alimentaria bajó 40%, al pasar de 1339 pesos a 810 pesos mensuales al final de su gestión, pero la realidad con base en datos del CONEVAL, la canasta básica alimentaria cerrará 48% más cara y la canasta básica ampliada aumentó el 37%, esto nos da un 85% si conjuntamos los porcentajes de ambas canastas alimentarias, lo cual en términos reales limita a los históricos incrementos salariales tan eufóricamente anunciados durante estos últimos seis años.

La narrativa de ir en contra de la militarización cuando era oposición el hoy Gobierno de la 4T, también los alcanzó en la realidad, ya que no solo militarizaron la seguridad pública con la Guardia Nacional, sino que ampliaron las tareas del Ejercito Mexicano que eran históricamente manejadas por civiles, como el resguardo de aeropuertos, aduanas, construcción de megaproyectos, entre otras.

También la narrativa de respeto a la autonomía e independencia de los Poderes de la Unión y Órganos Autónomos quedaron en el discurso de campaña, ya que en la realidad durante seis años desde Palacio Nacional hubo una embestida para desprestigiar y desaparecer al INAI, CONEVAL, COFECE y disminuir la independencia del INE, así como restarle autonomía al Poder Judicial de la Federación con la justificación populista de elección de jueces, magistrados y ministros, lo cual politiza la Justicia y es un grave riesgo para el país, sobre todo cuando se está regresando a los tiempos de un partido político que concentra mucho poder.  

En cuanto a la narrativa del pañuelo blanco acompañado del “ya se acabó la Corrupción”, en la realidad Mexicanos Contra la Corrupción y la Impunidad destacaron que en el sexenio 8 de cada 10 personas consideró que suceden actos de corrupción con mucha frecuencia en el país, además de ser percibido como el segundo problema más grave de México. Mientras, la OCDE indicó que nuestro país ocupa el lugar 126 de 180 países, destacando que teníamos el sitio 124, es decir empeoramos en el sexenio.

Pese a que las narrativas de Palacio Nacional eran superadas por la realidad, en junio de 2024 el electorado decidió la continuidad de la 4T, ya que de los 98 millones de electores inscritos en la Lista Nominal, fueron 36 millones que votaron por ellos, de ahí se desprendió la narrativa que el “pueblo decidió” pero en la realidad solo fue una parte, debido a que los votos de la oposición y del abstencionismo suman 62 millones de electores, es decir hay una amplia mayoría que no coincide con el proyecto político de Morena y sus aliados, pero tampoco coinciden con la oposición.  

Lo cierto es que las narrativas cuando se contrastan con la realidad tienen fecha de caducidad y es ahí donde viene el riesgo para nuestro país, porque al no ser aceptadas y creíbles para el pueblo vienen los excesos y el autoritarismo del poder para seguir con el control que ven perdidos por su falta de resultados.

México tiene un pueblo bueno y valioso, pero no tiene un pueblo sabio, para esto nos falta mayor autocrítica y criterio para que las narrativas no tengan un impacto en nuestras decisiones al momento de elegir a nuestros representantes populares. En el sexenio que iniciará el 1 de octubre se requiere menos narrativas y mayores acciones que lleven a mejores resultados, pero sobre todo se requiere una sociedad participativa en los temas públicos; una sociedad que exija rendición de cuentas y una oposición política que tenga mejores argumentos que permitan reconstruir una realidad basada en el respeto a la pluralidad política y a los controles democráticos; una realidad donde se destierre la idea del partido único y hegemónico.      

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