Nadie es patria, todos lo somos.
– J.L. Borges
“Aquello fue como una explosión de voluntades” dice Balo al narrar cómo comenzó el proyecto que, meses después, culminó exitosamente en un prototipo de ventilador mecánico que salva vidas, en hospitales de México y algunos países caribeños.
Gentil, entusiasta y generoso con su tiempo, el ingeniero Everardo Lozano Salinas narra por vía telefónica cómo nació esta propuesta de atención para enfermos COVID. Recuerda con precisión que el 3 de marzo, en una charla con su hermano Gerardo, ambos coincidieron en la preocupación por la llegada de la COVID-19. Durante esa plática tomaron la determinación de apoyar donde más se necesitaba, y a partir del siguiente día fueron consiguiendo equipos de protección personal (EPP) para trabajadores sanitarios.
Desde el primer momento supieron que la ayuda tendría que extenderse a otras esferas; entonces surgió la gran pregunta: ¿Habrá suficiencia de equipo en las unidades de terapia intensiva? Comenzaron a informarse; si la enfermedad alcanzaba dimensiones pandémicas, los ventiladores no iban a darse abasto en Nuevo León. La existencia de ventiladores en los hospitales no estaba calculada para una crisis como la que temían llegara. Comenzaron a convocar a la acción a amigos y familiares; descartaron las sugerencias de emprender protestas y plantones.
El tiempo era precioso y había que invertirlo de manera eficiente. Encabezaron la integración de una red de voluntades, y lo que el 3 de marzo era una gran interrogante, en tres semanas se transformó en un anteproyecto: el desarrollo de un ventilador. Éste se sometió a la consideración de su amigo de infancia Vicente Villagómez, médico especialista en la vías respiratorias. Al siguiente día, a través del ingeniero Félix Cárdenas, entraron en contacto con Ramsés Galaz, ingeniero biomédico radicado en Hermosillo (Sonora) a quien, casualmente, ese mismo día, Enrique Coppel dueño de los almacenes Coppel, acababa de solicitarle algo similar: la creación de un ventilador mecánico.
Arrancó una cadena imparable de esfuerzos conjuntos. Metalsa facilitó recursos económicos, así como sus instalaciones para los ensayos del proyecto, y Femsa aportó fondos para el desarrollo de la ingeniería, además de un grupo de ingenieros muy talentosos. Para entonces, cuando la idea se extendía a velocidad inusitada, era necesario contar con asesoría financiera. Fue así como el ingeniero Lozano contactó a Mauricio Zambrano –también amigo de infancia–, asesor financiero, para el apoyo en esta área.
Para abril el grupo de voluntarios y bienhechores convocado por Balo había crecido y se diversificaba: se adquirían y se diseñaban prendas de protección personal, en cuya manufactura participaban familiares y amigos. De manera paralela, investigaban en COFEPRIS los requerimientos para lograr que el ventilador fuera autorizado.
Las semanas previas armaron un sistema para detectar necesidades en el diseño del ventilador; recaudar y administrar fondos; contactar empresas y organizaciones dispuestas a apoyar el proyecto. De hecho, fue durante la tercera semana de abril cuando yo hablé con Balo por primera vez, buscando la donación de equipos de protección personal (EPP) para un grupo de médicos residentes de una clínica regiomontana. En un par de días, ellos hacían entrega al personal de dicha clínica de overoles, mascarillas y gafas protectoras.
Cada elemento que se integraba al grupo de trabajo, lo hacía de manera altruista, y muchas veces poniendo de su bolsillo. Para entonces, trabajaban bajo el hashtag #RespiraNL integrados a la fundación comunitaria neoleonesa COMUNIDAR, a través de Carmen Garza y Francisco Fernández, integrantes del consejo. Esta asociación desde hace 20 años se encarga de administrar fondos de diversas fundaciones; como fueron, en este caso, ALFA, CEMEX México, Cydsa, Grupo DEACERO, FEMSA, FRISA, Gruma, Lamosa, Grupo Proeza, Soriana, Vitro y Xignux, entre otras.
Cuenta el ingeniero Lozano cómo él y su equipo fueron aprendiendo acerca de ventiladores mecánicos, y se dieron a la tarea de conseguir componentes que no se comercializan en territorio nacional. Para ese momento se armaban los primeros aparatos que irían a prueba. Como efecto “bola de nieve” el proyecto seguía creciendo; se sumaban transportistas, almacenistas, profesionales de diversas áreas, entre otras de logística y compras. Se agregaban particulares, organizaciones y familias, dispuestos a apoyar la atención de los pacientes y la protección del personal sanitario. Se contó con el respaldo de la SEDENA, y se generó un valioso intercambio de ideas entre el ingeniero y su grupo, con instituciones como el ITESM, Protexa y CONACYT, lo que permitió que el proyecto avanzara a pasos agigantados.
Las pruebas clínicas se realizaron en la Ciudad de México, bajo supervisión del Instituto Nacional de Ciencias Médicas y Nutrición Salvador Zubirán. Después de varios ensayos y ajustes, la COFEPRIS dio luz verde al ventilador, que quedó registrado como VSZ 20-2. Para agosto, Marcelo Ebrard, titular de la SRE, dentro de los proyectos de Cooperación Internacional para el Desarrollo y Ayuda Humanitaria de la AMEXCID, hacía la entrega simbólica de los primeros 51 ventiladores, a Nutrición, diversos hospitales del interior del país, y ocho países del Caribe. A la fecha existen doscientas unidades funcionando, y hay pedidos en lista de espera. La patente quedó registrada a nombre del Instituto de Nutrición Salvador Zubirán y los aparatos que se ensamblan son encargados por fundaciones humanitarias para ser donados a diversos hospitales. Es una red altruista de voluntades.
Mediante redes sociales, el ingeniero Lozano me hizo llegar información para la presente colaboración. Él entiende que por cuestión de espacio es imposible incluir los nombres de todos los que han cooperado. Invita a que, frente a un problema actuemos por resolverlo. Remata con una reflexión que me permito parafrasear para cerrar:
Me quedé pensando. El reto más grande fue convencer a todos de que sí podemos. Si los alemanes, los japoneses o los americanos pueden diseñar un ventilador, ¿por qué nosotros no podemos? Tenemos todo en México para hacer lo que soñemos, nada más tenemos que creer en nosotros mismos. Hay ingenieros, doctores, instituciones educativas, fábricas, materias primas, todo. No falta nada más que voluntad y confianza.
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