Sobre el señalamiento de acoso sexual, AMLO sale en defensa de Pedro Salmerón y sus familiares

El nombramiento de Pedro Salmerón como embajador en Panamá ha desatado un escándalo en el gobierno federal. El presidente una vez más respalda a alguien señalado de comportamientos lascivos.

27 de enero, 2022

Es conocido por la opinión pública que el historiador Pedro Salmerón, recientemente designado por AMLO para ser embajador en Panamá, tiene denuncias por acoso sexual. Si bien no son denuncias formales ante autoridad competente, sí existe un proceso interno en el ITAM, lugar en que Salmerón impartía clases.

El presidente dijo en conferencia matutina que sin denuncias formales ninguna acusación tiene sustento, que no hay que hacer juicios sumarios, que hay que ver las cosas con objetividad y que hay que decir “no” a los linchamientos políticos. Sostuvo que Salmerón es atacado por sus posturas políticas y expresó que salió del ITAM no por un proceso interno de hostigamiento sexual, sino porque la postura política de Salmerón es contraria a la del ITAM. También dijo que los “ataques” a Salmerón son ataques “contra nosotros”, es decir, contra el propio López Obrador y su proyecto de nación, y que no reconsiderará la designación de Salmerón. Punto.

Obrador criticó también al Reforma –periódico al que considera portavoz del conservadurismo y fuente inagotable de mentiras– por publicar un artículo según el cual familiares de Salmerón trabajan en el gobierno federal, y que eso también constituye un ataque a la 4T.

En efecto, al menos tres familiares de Pedro Salmerón tienen algún cargo en el gobierno de la 4T: Gabriela Pulido, que es su cónyuge, es directora general de la Coordinación de Memoria Histórica y Cultural de México, y percibe un sueldo superior a los 130 mil pesos mensuales; Luis Salmerón, que es hermano, es subgerente de contenidos editoriales del Fondo de Cultura Económica, y tiene un salario superior a los 56 mil pesos mensuales; y Yutsil Sanginés, que es prima, es subdirectora de Transición Energética y Cambio Climático en CONACYT, con un ingreso mensual superior a los 56 mil pesos.

Habría que desglosar dos cuestiones: la designación de Salmerón como embajador en Panamá, a pesar de los señalamientos de acoso sexual, y lo relativo a familiares de él que trabajan en el gobierno de la 4T.

Sobre el primer punto, López Obrador tiene razón en decir que es necesario que haya denuncias formales y elementos de prueba, porque la presunción de inocencia es un derecho humano y un principio constitucional. No es posible prejuzgar ni condenar a priori a nadie. Pero también hay que decir –existe jurisprudencia al respecto e instrumentos internacionales signados por México–,que por su especial naturaleza, en los delitos sexuales se debe dar un tratamiento especial al testimonio de la víctima. La jurisprudencia de la Corte dice así: 

“Se debe considerar que los delitos sexuales generalmente se producen en ausencia de otras personas más allá de la víctima y la persona o personas agresoras, por lo que requieren medios de prueba distintos de otras conductas, por lo que no se puede esperar que haya pruebas gráficas o documentales; de ahí que la declaración de la víctima sea una prueba fundamental sobre el hecho, y al analizarla se debe tomar en cuenta que las agresiones sexuales corresponden a un tipo de delito que la víctima no suele denunciar por el estigma que dicha denuncia conlleva”.

Hasta donde yo sé, no existe aún una denuncia formal ante autoridad competente en contra de Salmerón por algún delito sexual. Sólo está el procedimiento interno del ITAM y algunas acusaciones (no formales) por acoso realizadas por algunas de sus alumnas en el mismo ITAM y en la UNAM. Y no es algo que haya sucedido a partir de la designación presidencial de Salmerón como embajador en Panamá, sino se trata de un asunto que lleva varios años. Y es un asunto que no solo ha indignado a opositores y colectivos feministas, sino también ha conmocionado internamente a mujeres de Morena, como Estefanía Veloz, quien ha denunciado públicamente que el acoso por parte de Salmerón lleva muchos años y que muchas “compañeras” (incluso al interior de Morena) han sido víctimas. Con estos antecedentes, a pesar de no existir denuncias formales ante autoridad competente, quizá el perfil de Salmerón no sea el más idóneo como para designarlo embajador. Vaya, parece una patada en la cara al feminismo, como si en este país la violencia contra la mujer no fuera un problema. Si yo fuera el presidente de México, desde luego no hubiera designado a una persona con semejantes señalamientos para la embajada en Panamá ni para ninguna otra embajada o consulado. Pero no soy el presidente, sino un simple y humilde ciudadano que tiene derecho de criticar –espero que ello no moleste a nadie–.

El presidente pide denuncias formales, pero hay que recordar que en el caso de Félix Salgado Macedonio, acusado no solo de hostigamiento sexual, sino de violación, sí existían tales denuncias y ello no fue óbice para que el presidente le brindara apoyo incondicional y absoluto. Parece que quien es aclamado por sus seguidores como “el presidente más feminista de la historia contemporánea” –e insisto en “parece”–, cree más a personas señaladas por delitos sexuales, que a las posibles víctimas. 

Del segundo asunto, es decir, de los familiares de Salmerón que trabajan en el gobierno, yo creo que ahí no hay ningún problema. El hecho de que Pedro Salmerón tenga familiares en algún cargo público no lo hace a él ni a sus familiares culpables de nada. Cualquiera puede trabajar en gobierno, y el hecho de que alguien tenga un familiar en el servicio público no necesariamente lo descalifica para un cargo –subrayo “no necesariamente”–. Si usted o yo tuviéramos un familiar trabajando en alguna dependencia pública, ¿eso nos descalificaría automáticamente para trabajar en gobierno? Por supuesto que no.

Y para terminar, hay que decir con claridad que Obrador no aplica los principios que señala, porque él sí que hace sistemático linchamiento público y juicios sumarios en sus conferencias matutinas, las cuales parecen ya, no “los dos minutos de odio” de 1984, sino “las dos horas de odio”, y el neoliberalismo en general, o el opositor en turno en particular, sirven de Goldstein perfecto. Nuestro presidente exige mucha formalidad y procedimiento si se trata de los suyos, pero se lanza ferozmente a acusar sin formalidad ni procedimiento si se trata de otros. Parece que López Obrador usa baremos distintos.

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