Este 28 de agosto regresaron a clases presenciales en nivel básico y medio superior 33 millones de criaturas. Respecto a sus padres, me atrevo a asegurar que el 100% de ellos notaron el incremento en los útiles escolares. Es una obligación de los padres y un derecho para los hijos la educación en México y eso está muy bien… ¿Pero quién apoya a los padres?
Ya garantizarles sustento a nuestros se ha vuelto una proeza con el costo de la vida. Si decidimos por la razón que sea llevar a nuestros hijos a colegios particulares, esto ya es un lujo que excede las capacidades económicas de las familias mexicanas.
Según estudios de Rebold, el costo por niño en el regreso a clases oscila entre $2,000.00 y $6,000.00 pesos, que ya de por sí es una cifra muy alta considerando que la mayoría de las familias tienen por lo menos dos hijos; pero yo creo que se quedaron cortos en el cálculo.
Si bien ya no tengo hijos en edad escolar, aún recuerdo sin ninguna nostalgia esas tardes interminables forrando libros pero sobre todo la angustia de tener incluso que endeudarme para comprar los útiles escolares más inscripciones, más uniformes, más cuotas “Voluntarias” y demás caprichos que cada colegio tenía. Recuerdo con horror aquellas listas interminables de libros que solo se vendían en el colegio y que eran independientes de los libros de texto de la SEP y que tenías que comprar (y forrar) sí o sí al precio que la escuela te los vendiera.
Además, las listas incluían artículos que yo pensaría que deberían estar incluidos en la colegiatura, como cajas de pañuelos desechables, botiquines de emergencia, paquetes de papel higiénico, jabón, rollos de cinta adhesiva, paquetes de hojas, pliegos de cartulinas, cajas de marcadores para uso del personal docente además de libretas, lápices, plumas, colores, tijeras, juegos de geometría específicos y un largo etcétera. Porque hoy en día hay que enviar a los estudiantes con computadora portátil, mochila de la mejor calidad posible y tener además internet en casa para las tareas, solventar el gasto del transporte y mandar a los retoños con dinero a la escuela para que compren su lunch en el recreo al precio que la tiendita escolar, llamada cooperativa y regenteada generalmente por los dueños de las escuelas, decida vendérselos. Y si están en un colegio de educación alternativa como al que fueron los míos había que llevar el almuerzo para todo el salón por lo menos una vez al mes.
No hay forma de que las familias puedan cubrir esos gastos sin ver severamente afectada su economía y sin que esto tendría por qué representar un lujo.
Porque además, los padres tenemos que proporcionar a los niños al menos una clase de actividades extra escolares y una de deportes, terapias psicológicas o de algún tipo, servicios de salud y ver la forma de aunque nos endeudemos llevarlos de vacaciones a algún lugar en verano. ¿De dónde se supone que los padres y madres de familia sacaremos el dinero para pagar todo esto?
Es una realidad que las familias cada vez acuden más al comercio informal para surtir las infames listas de útiles, ya que en los últimos dos años, los artículos escolares han tenido un incremento de por lo menos un 30%. No olvidemos que los colegios que cobraron colegiaturas durante la pandemia sin la asistencia de los estudiantes y todo lo que esto conlleva, sin el gasto de mantenimiento, luz, agua, vigilancia y limpieza a las instalaciones.
En nivel universitario la cosa no mejora mucho, las universidades privadas cobran hasta el aire que respiran los estudiantes, con el pretexto de la emergencia sanitaria ya no hay ni bebederos con agua potable disponibles, las cafeterías venden a un costo altísimo los alimentos y los estacionamientos para los jóvenes que llevan coche son impagables, eso sin considerar los cobros por seguros obligatorios y por ridículo que parezca hasta las inscripciones para servicio social, horas de práctica laboral dentro de las instituciones, paseos, intercambios, exámenes para becas, estudios socioeconómicos y ferias o festivales culturales cuestan.
Está bien que la educación sea un derecho, pero ¿cómo hacemos los padres y madres de familia para pagarla sin morir en el intento?
Las llamadas telefónicas por parte de los bancos para recordarnos que se venció la fecha de pago de la tarjeta no cesan y aunque quisiéramos no podemos ponernos al día después del gasto que implica algo a lo que no tenemos opción ni ningún apoyo como es el regreso a clases. Tapamos un hoyo y destapamos otro, pagamos la escuela y dejamos de pagar otras cosas, las carteras vencidas de los bancos y las instituciones de servicios crecen, los intereses por préstamos o por no pagar los créditos son altísimos, la amenaza de ir al buró de crédito por no pagar es inminente, pero no hay alternativa ni solidaridad por parte de los colegios, los comercios ni las instituciones bancarias ni de servicios.
Todos los que nos prometieron mejores precios, mejores servicios y descuentos brillan por su ausencia y algo nos queda claro: el libre comercio y la privatización solo benefician a unos pocos.
Seguiremos comiéndonos las uñas por la preocupación, no hay dinero que alcance, los padres y madres estamos al borde de un colapso de nervios mientras las campañas políticas nos siguen prometiendo bienestar para nuestras familias.
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