El Presidente Andrés Manuel López Obrador siempre dijo que su mejor política exterior es la interior. Y fue congruente en sus actos. Nunca pretendió protagonismos en la materia, no asistió a prácticamente ninguna reunión multilateral en el extranjero con la excepción de la reunión en Washington con su entonces homólogo Donald Trump.
Dando un giro inesperado a ese sello personal, en las últimas semanas hemos visto al presidente con un afán atípico de pretender atraer reflectores a nivel internacional, con objetivos demasiado ambiciosos, recordando a algunos la hiperactividad presidencial en política exterior de Luis Echeverría quien, en su mente, fuera ya de toda realidad, tenía una meta al término de su sexenio: la secretaría general de la ONU, con la imagen artificial de un liderazgo global de los países en esos años llamados “del tercer mundo”. Se sabe en qué terminaron sus delirios de grandeza: un exilio dorado en Oceanía cómo Embajador, y su poco menos que estéril “Centro de estudios económicos y sociales del Tercer Mundo”, que aún hoy se supone activo en su sede, la casona del centenario expresidente en San Jerónimo Lídice, CDMX.
Pero en el caso de López Obrador, carece de las características megalómanas de Luis Echeverría; conoce a la perfección las limitaciones del país que lidera y más aún, de los propios resortes del gobierno que encabeza. Por lo anterior, luce poco creíble el que él mismo haya considerado seriamente la posibilidad de éxito de su supuesto objetivo de reemplazar la OEA con la CELAC, que México preside de forma “pro tempore”; más aún, que su deseo (completamente legítimo y sincero) de que los Estados Unidos suspendan el embargo económico a la isla de Cuba.
A todo esto, hay una duda que no es descabellada: ¿no será todo el repentino protagonismo de México en el concierto de las Naciones una trampa para que el Canciller Ebrard se desgaste ante la opinión pública con miras a la sucesión del año 2024? Las encuestas muestran un “empate técnico” entre éste y la Jefa de Gobierno Claudia Sheinbaum, y si ella es su delfín para sucederlo, tal se rumora, es una forma muy sutil de ir de una buena vez cargando los dados de las preferencias electorales en lo que a la elección de candidato a sucederlo se refiere.
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