Rifa del avión presidencial: la casa siempre gana

No hay plazo que no se cumpla. El martes 15 de septiembre se llevará a cabo la llamada “rifa del avión presidencial”. Hace tres semanas, el presidente López Obrador informó que se había vendido una tercera parte...

8 de septiembre, 2020

No hay plazo que no se cumpla. El martes 15 de septiembre se llevará a cabo la llamada “rifa del avión presidencial”. Hace tres semanas, el presidente López Obrador informó que se había vendido una tercera parte de los cachitos. Estamos hablando de un tiraje de 6 millones de cachitos, así que, según la cifra que mencionó el presidente, faltarían unos 4 millones por vender, panorama que luce sombrío.

El tiempo apremia, y López Obrador lo sabe. Tan es así que, en un acto que pareció desesperado, se subió al avión presidencial para invitar a la población a que adquiera su cachito. El gobernador de Tabasco compró 100 mil pesos en boletos y se comenta en medios que el gobierno de la CDMX está “invitando” a sus funcionarios a comprarlos, y para ello se ha dado hasta el lujo de abrir una cuenta bancaria. 

Hace unas semanas el presidente dijo que la meta es vender al menos 4 millones de boletos, y que con eso se aseguran los 100 premios de 20 millones de pesos, o sea, los 2000 millones de pesos en que se está valuando el avión presidencial.

No se está rifando el avión, sino su valor en dinero, dividido éste en 100 premios. Lo del avión es un pretexto, porque esa nave permanecerá en hangares y seguirá chupando grandes cantidades para su mantenimiento. Aclaro, yo estoy de acuerdo en que ningún presidente debe usar ese artefacto, porque sería una muy grave ofensa a los 60 millones de pobres de este país.

De no venderse al menos 4 millones de cachitos, ¿podría ser esta rifa un mal negocio para el gobierno? En condiciones normales sería un pésimo negocio, pero parece que el presidente siempre encuentra la manera de darle la vuelta a las cosas.

En una maniobra hábil, AMLO ha dispuesto que los cachitos no vendidos (alrededor de 2 millones, si se cumple la expectativa de vender 4 millones) sean regalados al INSABI (Instituto de Salud para el Bienestar). Lo cual significa que dicho instituto tendrá 33% de posibilidades de ganar premios. A muchos de los que compraron un cachito no les parecerá justa esta medida, y tendrán razón, pues esta maniobra no deja de ser una especie de engaño contra los compradores: donar los boletos no vendidos al beneficiario de la recaudación de la venta de los boletos.

La maniobra del presidente lo salvará de un descalabro y, como siempre, lo hará quedar bien ante sus seguidores, pues si de lo que se trataba era recaudar dinero para comprar equipo médico y medicinas, pase lo que pase, habrá dinero para hacerlo. Por otro lado, aunque no se llegue a la meta de 4 millones de boletos vendidos, habrá dinero también para cubrir a los ganadores. ¿Cómo?

Si un tercio de los boletos (todos los cachitos no vendidos) va al INSABI y el número de folio de los boletos que se le donen es azaroso, es muy factible que el Instituto obtenga un tercio de los premios o una proporción muy cercana. El otro 66%, o una proporción muy cercana, de los premios quedaría entre los boletos vendidos. Si se venden 4 millones de cachitos se recaudarán 2000 millones de pesos, de los cuales se deberán pagar 1320 millones en premios, así que habría un remanente de casi 700 millones para el INSABI.

Supongamos que no se cubra la proyección de vender alrededor de 4 millones de cachitos y que solo se vendan 3 millones, es decir, la mitad de los 6 millones que se imprimieron. Se recaudarían 1500 millones de pesos. Eso querría decir que la mitad de los boletos se donarían al INSABI y éste ganaría premios en esa proporción, mientras que la otra mitad quedaría entre los compradores y éstos ganarían premios en esa proporción. Para cubrir a los compradores-ganadores se necesitarían 1000 millones de pesos (el 50% de los premios), así que el INSABI sigue ganando. 

Aun en el peor escenario, el presidente y el INSABI ganan. La casa siempre gana y por eso son tan lucrativos los juegos de azar –si no me cree, dese una vueltecita por Las Vegas y verá–. Supongamos que la venta se queda como estaba hace tres semanas: 1/3, o sea, 2 millones de boletos vendidos. Se recaudarían 1000 millones de pesos. La proporción de premios para los compradores-ganadores sería de 1/3, unos 33 premios de 20 millones: 660 millones de pesos. Aun así habría un remanente de más de 300 millones para el INSABI. Claro, hay que descontar el porcentaje de los vendedores de boletos, la impresión de los cachitos y los varios gastos generados. 

A fin de cuentas, todo indica que el presidente tiene un talento natural para salirse siempre con la suya y que en este asunto, aunque no se junte gran cosa para comprar equipo médico y medicinas, seguirá ganando y, con ello, pegando duramente a los expresidentes (quienes, por cierto, se lo tienen más que merecido). Los entusiastas de este gobierno tendrán la impresión de que el asunto del avión presidencial está resuelto y concluido, pero será una simple ilusión. Una ilusión propia de un mago de Las Vegas.

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