Mucha, pero mucha gente todavía habla de nuestro “enorme derecho conquistado de salir a votar”. Cuando les pido me enlisten CINCO puntos en los que su vida diaria ha mejorado desde 1997, más aún desde el año 2000, en que se aterrizó la reforma electoral de 1996, titubean, callan, quizás caigan en la cuenta de que es un derecho que el gobierno (de cualquier color) nos ha vendido demasiado caro, ya que mi respuesta (al no poder citar ni siquiera dos renglones de mejora en la vida nacional) es que luego de la mentada “alternancia” han sido más los perjuicios que los beneficios en nuestra vida real diaria.
De entrada, la transición democrática fue forzada. El presidente Zedillo no se detuvo a reflexionar que semejante cambio requería de más años, de (por ende) medidas muchísimo más graduales, ya solo por el hecho de que la entonces oposición carecía de cuadros lo mínimamente preparados para semejante reto, y ni siquiera hablo de la presidencia (el famoso “¡TENGO ÑAÑARAS!” de Fox debió alertarnos a todos del desastre nacional qué se nos avecinaba), despuesito, ya de presidente, Vicente Fox cedió a los chantajes del PRI, sobre todo para dar todo tipo de canonjías y opacidad (impunidad) a los gobernadores, pulverizando en los hechos el poder en “32 Mèxicos”, dónde una consecuencia natural sería la merma en la gobernabilidad.
Otro de los puntos que han venido a dar al traste con nuestra pretendida transición a la democracia es el dinero en las campañas, a todos los niveles, dónde en los hechos (y esto sucede desde la A.C. “Amigos de Fox”) los gobernantes entran atados de manos, dado que tienen el deber de retribuir a esos donantes su cantidad apartada multiplicada por varios enteros, no así a sus votantes. Y no sólo son empresarios (rapaces, que persiguen unos retornos obscenos en sus cantidades ‘donadas para el bien común’), sino dinero del crimen organizado, que es una de las aristas que explicaría la situación de virtual guerra civil que el país experimenta de 2007 al día de hoy.
Por eso es que, sí, muy bien el eliminar a la cuarta parte de los senadores “de lista nacional” que carecen de razón de ser, y unos cien diputados (o más) que lo mismo, sobran y son onerosos, quizás convirtiendo a nuestro sistema electoral en uno de “representación pura”, es decir, que TODOS sean “plurinominales”. Todo excelente, quizás, pero que se diluiría en el enorme problema de la influencia del dinero (de cualquier origen) en los procesos electorales. Difícil reto, sí, quizás casi imposible dado que es de tal tamaño que sabido es que en épocas electorales el dinero circulante en el país aumenta de forma significativa.
Ojalá pues, que ese tema se aborde con la seriedad que amerita, y que realmente luego de cristalizada la nueva (y enésima) reforma electoral, nuestro sistema para la elección de cargos públicos, no sólo no suponga beneficio alguno para el mexicano de bien, sino que aún resulte en males y toxicidades en nuestra vida diaria, ya sea por cualquiera de los tres poderes y/o de los tres distintos órdenes de gobierno.
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