Los debates presidenciales no son como una pelea de box en que después de los golpes un contendiente gana y el otro pierde. Creo, más bien, que debemos verlos como un punto de fuga en el dibujo arquitectónico a partir del cual se pueden tender varias líneas para configurar el análisis de escenarios sobre la realidad nacional y, sobre todo, de quién es quién entre los candidatos en disputa. En el caso del primer debate para la elección del 2 de junio próximo, las líneas de análisis y reflexiones que trazo son las siguientes:
Yo vi a la candidata del régimen, Claudia Sheinbaum, con una soberbia y frialdad aterradoras. Émula de su maestro, el Presidente de la República, mintió y mintió prácticamente en cada una de sus intervenciones, presentando al público una realidad falsa, que sólo existe en la palabrería de la 4T y en su propaganda hechicera de fanáticos o timadora de incautos. Dijo que la gente estaba muy satisfecha con la transformación del sistema público de Salud operado por el régimen; que los feminicidios son ya casi cosa del pasado y que la seguridad pública mejoró sustancialmente en los últimos 5 años; presumió la ausencia de corrupción durante su gestión como Jefa de gobierno en la CDMX, en particular la transparencia lograda con la digitalización de los procesos de adquisiciones y alabó la revolución educativa en marcha con la “Nueva Escuela Mexicana”. Se mostró orgullosa de haber creado dos universidades gratuitas en la CDMX, incluyendo una especializada en la formación de médicos y enfermeras y se comprometió a continuar el legado de la maravillosa transformación del país, con más avances en materia de salud, educación y combate a la corrupción.
Es cierto, como se ha señalado en diversos medios, que fue disciplinada y nunca se salió ni un renglón del guión discursivo que tenía preparado; que se mostró serena y con dominio escénico. Se mostró incluso elegante, salvo cuando acusó a Xóchitl de “corrupta y mentirosa”. Ante las diversas y graves acusaciones que le hizo “la candidata del prián”, las más duras por negligencia criminal e insensibilidad ante el dolor ajeno, su expresión se mantuvo inalterable, casi tan dura como le es habitual.
A Xóchitl Gálvez la vi, en efecto, nerviosa, precipitada en algunas respuestas y sin la espontaneidad y la chispa creativa que les son conocidas. Pero, a diferencia de la expresión siniestra y fría de su contrincante morenista, Xóchitl se mostró transparente, honesta y no perdió el sentido del humor: mostró enojo claramente ante ataques calumniosos y sonrió varias veces (por ejemplo cuando acusó a Claudia de “ser tapadera” de la corrupción del gobierno actual y ante el lenguaje de señas que intentó Maynez).
Pese a la rigidez del formato del INE y la presión de los conductores, se esforzó en sus participaciones para alternar señalamientos críticos muy serios contra Claudia y el gobierno al que representa junto con propuestas varias, muy específicas, sobre lo que ofrece de llegar a ser electa presidente. Dijo tantas cosas entre acusaciones y propuestas que tal vez por eso su discurso se vio apretado y precipitado. Así, ante las mentiras de Claudia y del régimen, Xóchitl enfatizó el desastre en materia de salud pública, de seguridad, de educación y de combate a la corrupción que vivimos: Acusó que 50 millones de mexicanos hoy carecen de servicios de salud (30 millones más que en 2017), señaló la gravísima escasez de medicinas y el derroche inescrutable de 250,000 millones de pesos en el sector; indicó el incremento en el número de asesinatos y, sobre todo, de desaparición de personas, particularmente en la CDMX; sonrió y desmintió con datos cuando Claudia habló de “la reducción” de feminicidios.
Respecto a las mentiras del combate a la corrupción en la 4T y la presumida transparencia digital del gobierno de Sheinbaum, puso sobre la mesa los casos muy significativos de SEGALMEX, la casa gris y el tráfico de influencias en el Tren Maya de los López Beltrán, la “riqueza inexplicable” de Rocío Nahle, así como el hecho que no hay ninguna operación transparentada en el portal de transparencia digital del gobierno de la CDMX. Además acusó el desfalco del Grupo INDI por 66 mil millones de pesos en contubernio con el gobierno de Claudia. Destacó el criminal manejo del COVID en la CDMX, donde la esperanza media de vida se redujo en ¡9 años! Con datos de la prestigiada revista Lancet, dijo que el manejo de la pandemia en la capital del país fue uno de los peores casos en el mundo y se indignó ante el irresponsable uso de Ivermectina para tratar a los enfermos pasando por alto todo requerimiento de la ciencia médica. En materia de educación, puso sobre la mesa los terribles resultados de la última prueba PISA, desacreditada por Claudia. Por si fuera poco, acusó a la candidata de la 4T de negligencia criminal en los casos del Colegio Rebsamen y la Línea 12, que implicaron 52 muertos. En cualquier otro país una persona con estos antecedentes no podría ser candidata a la presidencia. Estaría en la cárcel, dijo. También acusó a la familia Sheinbaum de tener dinero en paraísos fiscales, revelados por los “Panama Papers”, desde luego cometiendo el delito de evasión fiscal.
Es fundamental enfatizar que TODAS estas acusaciones son CIERTAS, basadas en hechos verdaderos y datos públicos. Xóchitl no dejó títere con cabeza y cada uno de estos señalamientos, en una democracia menos enferma que la nuestra, serían fulminantes para cualquier aspirante a un puesto de elección.
Dijo tantas cosas Xóchitl en tan poco tiempo, que algunos medios (no sé si con mala voluntad) han dicho que la candidata de la alianza entre PAN-PRI-PRD (no únicamente del “prián”) se dedicó a atacar a su oponente y se olvidó de proponer. No es verdad. También hizo varias propuestas de lo que haría si llega a la presidencia (es más, fue la que más propuestas planteó de los 3 contendientes): Se comprometió a recuperar el Seguro Popular y crear una tarjeta inteligente para garantizar el acceso a medicamentos y servicios médicos, en establecimientos públicos o privados con cargo al erario.
En materia educativa planteó el restablecimiento de las escuelas de tiempo completo y las estancias infantiles; recuperar el presupuesto de formación para los maestros y dar competencias tecnológicas a los estudiantes para prepararlos al mundo laboral ya presente (“en la educación prefiero la tecnología que la ideología”, ha dicho reiteradamente). Y llevaría internet a todas las comunidades que hoy carecen de este servicio “con satélites de banda baja”.
En cuanto al combate a la corrupción, lo primero que dijo fue que ella no desaparecería al INAI sino que lo fortalecería (“hay que ponerle dientes”) y crearía fiscalías verdaderamente autónomas con mecanismos colegiados a cargo de ciudadanos de trayectoria probada y sin vínculos con partidos políticos. Lo mismo dijo de fortalecer el poder judicial autónomo. Dijo que su administración operaría “en una caja de cristal”, absolutamente transparente, apoyada en la tecnología del Block Chain. “Me comprometo a que los ciudadanos sabrán cuánto dinero se le ha asignado a cada estado y se ha gastado”.
En materia de seguridad dijo que había que revertir radicalmente la política actual y fortalecer la seguridad desde el nivel municipal. Contra la violencia de género, anunció la creación de la tarjeta “La Mexicana” para dar apoyo financiero a mujeres que les permita escapar de la violencia doméstica. Y fortalecer los programas sociales, sobre todo para jóvenes (añadiendo formación de competencias laborales) y personas de la tercera edad. “Morena se va pero los programas sociales se quedan”. Si bien en las formas Xóchitl no fue la que estamos más acostumbrados a ver (fresca, aguda, contundente), sus críticas a Claudia y a la 4T fueron demoledoras y sus propuestas concretas y abundantes.
Del caso de Jorge Álvarez Máynez me abstengo de opinar, salvo decir que hizo mancuerna con Claudia para atacar a Xóchitl “y a la vieja política”, a quien dedicó muchos más ataques que los que disparó contra la 4T. Pese a ser un tipo inteligente y preparado, que hizo propuestas sensatas de política pública, no deja de ser un candidato de relleno en esta elección, en que su principal logro será poder mantener el registro como partido nacional de Movimiento Ciudadano.
En los días subsecuentes, en el llamado postdebate, que puede ser más importante que el debate, llama la atención la corroboración, sobre todo en redes sociales, que los señalamientos de Xóchitl hacia Claudia son ciertos, pero éste no es el caso en sentido contrario: las acusaciones de Claudia hacia Xóchitl no lo son. Por otro lado, es claro que a Xóchitl le pesan considerablemente algunos personajes de antecedentes muy oscuros sobre todo en el PRI pero también en el PAN, aunque ella insiste en que nunca ha militado en ningún partido político y llegó a esta candidatura por el apoyo de la ciudadanía, a pesar de las dirigencias de los tres partidos que hoy la sustentan y le permiten competir.
¿Quién ganó el debate? En sondeos de opinión entre la ciudadanía sobre, Xóchitl sale mejor librada que Claudia. Con todo y su nerviosismo y sus precipitaciones, Xóchitl parece que conectó mejor con la ciudadanía que su rival. Esto es muy claro en un sondeo profesional hecho por Massive Caller y en diversos sondeos no formales (sin muestras técnicamente elaboradas y no representativas de la opinión pública) de periodistas como Ciro Gómez Leyva, Joaquín López-Dóriga o José Cárdenas. Sin embargo, en diversas mesas de “comentócratas”, analistas profesionales han dicho lo contrario: que Claudia se vio mucho mejor que Xóchitl. Tomo la opinión por ejemplo de gente como Leo Zuckerman, Javier Tello, Ana Laura Magaloni, Bernardo Gómez, Raymundo Rivapalacio, Genaro Lozano o Jesús Silva-Herzog quienes han dicho que “Claudia se vio mucho más presidencial”, “con mejor dominio escénico”, “con más presencia”, etc. Pero ¡ninguno de ellos ha reparado en la sarta de mentiras que no paró de decir Claudia en cada una de sus intervenciones! A estos analistas la noción de verdad y el bien de la República parece que les importa un bledo. Me hacen recordar sus opiniones al país previo a la transición democrática, cuando la comentocracia de la época no dejaba de alabar al candidato del partido de estado, en detrimento del candidato de la oposición (por ejemplo, le echaban porras a Francisco Labastida y hablaban pestes de Vicente Fox). Mención aparte es el caso de Denise Dresser, quien dijo que “Claudia ganó por las peores razones: Mintió, evadió, esquivó, mimetizó tanto la estrategia como la narrativa deshonesta de un presidente que lleva todo el sexenio gobernando así”. Héctor Aguilar Camín señaló que “Claudia se vio más presidencial si ser presidencial significa mentir con aplomo”.
Varios comentócratas han dicho que Xóchitl quedó a deber en el debate. Tal vez. Que pudo haber noqueado a Claudia, pero no lo hizo. Esto es interesante porque, ¿por qué debía haberla “noqueado”? ¡Porque la situación del país bajo la 4T es un desastre de cabo a rabo y su continuidad sería ahondar en las desgracias! Nomás que no se atreven a decirlo.
Con todo, no nos confundamos y no perdamos de vista lo esencial: lo que nos jugamos los mexicanos en esta elección es si mantenemos viva a nuestra democracia (con Xóchitl) o continuamos en una regresión autoritaria hacia un régimen de corte bolivariano (con Claudia). Querer analizar este debate – y esta elección- como si no fuera la continuidad democrática lo que está en juego (como hacen muchos “analistas”) es negarse a ver al elefante en la sala. Pero el elefante ahí está y es una amenaza real contra la República.
X: @Adrianrdech
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