El pasado 2 de febrero durante la visita de la virtual candidata presidencial opositora, Xóchitl Gálvez a diversos medios de comunicación, centros y agencias de los Estados Unidos, un miembro de su comitiva, Rafael Elías, se encaró y denigró a manifestantes mexicanos que protestaban en contra de la candidata del PRIAN. La prepotencia, clasismo y racismo mostrado por el simpatizante de la candidata quedó registrado en video y fue virilizado en las redes sociales, donde se le ve encarar a los manifestantes, en específico a uno al que le aprieta la cara, mientras lo insulta fuera de sus cabales, para después darle pequeños golpes en el hombro y el estómago mientras se aleja.
El detestable individuo en cuestión dice haber sido asesor internacional durante el sexenio de Vicente Fox, quien no conforme con agredir a los manifestantes, pretendió humillarlos por sus vestimentas y les ofreció dinero al tildarlos de muertos de hambre. Si bien después Elías pidió disculpas desde el portal de propaganda Atypical TV, donde es colaborador del publicista y mitómano confeso, Carlos Alazraki, dicho video solo fue para controlar los daños de relacionar al intolerante simpatizante con la ya alicaída candidatura opositora.
Este inaceptable incidente se suma a la serie de desafortunadas desavenencias de las que estuvo rodeada la gira de la candidata Gálvez, donde como un tour reaccionario no faltó su visita a la OEA, para entrevistarse con Luis Almagro para denunciar una supuesta elección de estado y pedir de forma velada o muy concreta, que el imperio “libere” al país del populismo dictatorial del presidente Andrés Manuel López Obrador (AMLO) presuntamente coludido con el narcotráfico, señalamiento originado desde tres medios internacionales.
Gálvez hizo una gira a los periódicos y televisoras enfrentadas con el régimen morenista para pretender imponer una narrativa que justificara un intervencionismo estadounidense en el país. Como se recordará la semana pasada la DEA fue el principal impulsor de tres trabajos periodísticos publicados el mismo día; en propublica en un artículo firmado por el laureado Tim Golden, Inside Crime y en un artículo de opinión de Anabel Hernández en Deutsche Welle, donde se presentó un análisis de una investigación cerrada que pretendía saber si el narcotráfico había pagado dinero a colaboradores cercanos al entonces candidato AMLO durante la campaña de 2006. Si bien la investigación no era concluyente, ni tenía pruebas de peso, la suspicacia fue suficiente para dar rienda suelta a los partidos opositores y a la oligarquía mediática que presentó como documentos irrefutables las investigaciones periodísticas.
A pocos medios nacionales les interesó hacer una diferenciación del caso jugado de García Luna que llevó un largo proceso en las cortes, en espera de sentencia, a diferencia de las pesquisas iniciales contra AMLO que no lograron consolidar un caso que pudiera judicializarse. Ello no descarta que muchos actores políticos del oficialismo y de la oposición mantengan nexos con grupos delincuenciales y que sean exhibidos en un futuro por agencias de inteligencia tanto nacionales como extranjeras
Ese matiz lógico en un trabajo periodístico no pretendía traer a la escena pública el cuidado de que el narcotráfico no se cuele en todas candidaturas del proceso electoral de este año, es llanamente la mano negra siempre presente de la agencia antidrogas movilizada para incidir a favor de la candidata Xóchitl Gálvez que curiosamente, días después de la publicación del reportaje, se presentó en diversos centros de Estados Unidos. Las casualidades en la política, sobre todo en temas de agenda propagandística contra un régimen, no existen y la historia intervencionista estadounidense en países sudamericanos lo comprueba.
Las protestas contra Gálvez se dieron a las afueras de los espacios controlados donde no se realizaban diálogos naturales con la verdadera comunidad migrante que padece desde siempre, persecuciones y amedrentamiento de las políticas antinmigrantes impulsadas por ambos partidos, republicanos y demócratas. En la presente etapa electoral el tema antinmigrante se usa para allegarse simpatías electorales de grupos electores blancos, muchos de ellos supremacistas, con la difícil realidad que enfrentan muchos connacionales ante las acciones persecutorias de verdaderos actores fascistas como el gobernador de Texas, Greg Abbott.
Es destacable que el xochilover Rafael Elías se autodenominara como asesor del departamento de estado de EEUU y se exhiba con toda la intolerancia frente a los que piensan diferente. No es que el clima de polarización que se vive en México, impulsado por el periodo de campañas, se exponencien las diferencias, lo que destaca es que ya son demasiados actores críticos del régimen que no saben controlar sus pasiones, sin el menor autocontrol gustan de atacar en redes y ahora escalar a agresiones físicas a los electores que deberían convencer con razones y debate.
El fallido primer intento de la narrativa intervencionista de la agencia de inteligencia está empezando a dinamitar la dinámica de la relación comercial y política entre México y Estados Unidos que están condenados a entenderse. Es tanta la integración que por simple pragmatismo se debería tener ciertos niveles de respeto, no en vano el presidente AMLO se envalentonó al pedir disculpas del gobierno del presidente Biden, aun y cuando sabía que no las obtendría.
La reciente visita de Elizabeth Sherwood-Randall, asesora de seguridad de Estados Unidos, debió ser reimpulsada desde la casa Blanca, pues según el presidente AMLO amagó con no recibir a la funcionaria ante el torpe clima que dejó el débil trabajo periodístico.
La historia de los conservadores demuestra que la derecha mexicana es apátrida y en casos como el de Rafael Elías, sumamente intolerante y racista, por lo que ante la imposibilidad de presentar un proyecto alternativo de nación, una reconfiguración de los partidos tradicionales y la renovación de figuras políticas, los opositores recurren a la salvación e imposición desde el extranjero.
Desperdiciaron la oportunidad real de reformarse y aprovechar las pifias y yerros del oficialismo, pero para ello debían hacer un ejercicio autocritico y de renovación al que nunca tuvieron intenciones de realizar. Siempre les fue más fácil el autoengaño y la confrontación estéril que por lo general, les estalló en su cara meritocrática cuando el apoyo popular y los triunfos electorales no les acompañaban.
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