Quien no conoce la historia, corre el riesgo de repetirla

Examen de admisión. La variedad de acciones del actual gobierno que merecen un comentario son tan diversas y han sido tan comentadas que es difícil...

9 de octubre, 2019 piso

Examen de admisión.

La variedad de acciones del actual gobierno que merecen un comentario son tan diversas y han sido tan comentadas que es difícil encontrar un tema en el cual se pueda aportar algún concepto constructivo, así que me he decidido por un aspecto en el cual nadie me podrá refutar ya que se trata de una experiencia personal, vivida intensamente y cuyos resultados son irrefutables.

Quien no conoce la historia está condenado a repetirla. Y quien la ha vivido está obligado a compartirla. Este gobierno frecuentemente hace mención de la historia para justificar decisiones o acciones cuestionables. Sus referencias son incompletas o inexactas. Cuando de Juárez se trata, omite su participación en el tratado Mc Lane –Ocampo, no firmado por decisión del congreso norteamericano para no verse tan abusivo e injusto como se ofrecía en ese tratado; tampoco se ha ocupado de definir quiénes son los conservadores otrora enfrentados a los liberales y hoy parecen emparentados con los neoliberales, mucho menos nos ofrecen un conjunto de características distintivas del neoliberalismo y los discursos sólo sirven para dividir y enfatizar esta división sin mostrar claramente la línea que marca esa división inteligentemente y no emocionalmente o por preferencias apasionadas.

Hoy puedo enorgullecerme de haber sido reconocido por la UNAM por haber realizado el mejor examen de admisión del año 1967 en el área económico administrativa, premiado con $300.00 en libros editados por la UNAM. Y al finalizar mis estudios, ya habiendo cumplido sobradamente con mi servicio social, fui invitado a participar en un experimento interesante, motivado por la instrucción presidencial de dar cabida en la Facultad a todos los que solicitaran su inscripción sin mayor requisito que llenar la solicitud.

Tenemos que ubicarnos en 1973, durante el gobierno de Luis Echeverría, la cúspide del autoritarismo, inamovible en su decisión de admitir en la UNAM a todos los que solicitaran su ingreso sin examen de admisión. Inútiles fueron todos los argumentos en busca de hacerlo reflexionar y dar marcha atrás a tan absurda medida. No importaron los mejores argumentos como lo limitado de las instalaciones, preparadas para recibir a un máximo de 1200 alumnos de nuevo ingreso, la falta de profesores capacitados, la limitación del presupuesto, la necesaria actualización de programas, la apertura de nuevas carreras; sin internet, celulares, redes sociales, y todos los medios cibernéticos de los que se dispone ahora.

Enfrentar el problema que significa recibir a 6000 nuevos alumnos cuando se está preparado para 1200, el cambio de programas, la implantación de un sistema novedoso de tronco común con enseñanza unificada para contadores y administradores, textos, docentes, consultores, control de asistencias, evaluaciones, exámenes, calificaciones, un tsunami pedagógico y administrativo.

Nadie está obligado a lo imposible, pero todos nos comprometimos a dar lo mejor de cada uno por el bien de la causa, se diseñó un sistema de educación masiva, con clases en el auditorio a la totalidad de alumnos; minuciosamente preparadas por los mejores maestros de cada materia, apoyados por los medios audiovisuales disponibles en aquel tiempo, diapositivas, gráficas, conferencias internacionales, referencias, mesas de discusión, los mejores paneles disponibles, entrevistas a funcionarios, etc. Toda la información apoyada por lecturas seleccionadas impresas exprofeso para cada materia; expertos en cada tema prestaban horas de asesoría personalizada para quienes quisieran aclarar dudas o ampliar conocimientos en temas específicos; monitores docentes en servicio (ese fue el papel a mi cargo) a fin de remachar los conocimientos explicados en cada clase, ampliando explicaciones, resolviendo dudas.

Para este fin recibimos un curso intensivo de didáctica a nivel superior impartido por los mejores pedagogos, cada uno de los cincuenta y tantos monitores nos responsabilizamos de 100 alumnos en promedio ya que la inscripción superó los 6000 alumnos; durante el tiempo de huelga consuetudinario en aquella temporada, fuimos recibidos por el auditorio nacional a fin de no perder tiempo; para facilitar la asistencia a las sesiones de afirmación sosteníamos reuniones semanales con pequeños grupos de alumnos en los rumbos de la ciudad donde les fuera conveniente; en mi caso acudía una vez por semana a restaurantes de Satélite, Aeropuerto, Col. Moctezuma, Av. Universidad y Col. Roma.

Vivimos experiencias interesantes, desde muchachos esforzados con verdadero interés y capacidad para seguir el ritmo impuesto por el sistema, hasta patanes ignorantes de las tablas de multiplicar carentes por completo de ortografía, ni se diga de redacción o lectura comprensiva, mínima educación y respeto, con frases hacia los expositores como: “y la mierda que nos está enseñando para qué chingaos sirve, las pendejadas de materia que nos están dando van a darnos un buen sueldo, usted qué carajos ha ganado con todo eso que enseña.”

Al finalizar el curso aproximadamente 1200 alumnos eran los que permanecían activos y obtuvieron la aprobación, la comunidad desistió de un segundo curso y se presentó un informe en el que se comprobaba que el alumnado que había terminado era muy aproximadamente el que se hubiera recibido en caso de aplicar el examen de admisión y el siguiente periodo lectivo no se volvió a aplicar.

Se necesita ignorar las experiencias vividas y tener muy poca preparación académica para cuando menos proponer absurdos como este, más aún, tratar de extender esta práctica al terreno laboral empezando a perjudicar la enseñanza desde la primaria con la agravante de dedicárselo en principio a los estados más pobres y que cuentan al momento con los peores resultados académicos que los condenan a seguir en la indigencia intelectual y económica, haciéndolos terreno fértil para el clientelismo y la manipulación.

No requerimos indagar por los autores de tales fechorías, ya sabemos quien.

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