La denominación “Siervo de la Nación” tiene más prosapia que estas campechanas reflexiones, pero no quiero entrar en la discusión del cómo, cuándo o dónde, sino sobre el símbolo, sobre lo que representaba para millones de mexicanos José María Morelos, el padre de los Sentimientos de la Nación, el modelo de la lealtad a la Ley, de la supremacía del derecho sobre el cacicazgo. Nombre extraño entonces para adjudicarlo a una red de activistas que están en el claroscuro de la norma. Son y no son, están y no están; pero se dan a notar cuando los vacunan antes de haber terminado el proceso de vacunación de los servidores, que no siervos, de la salud, que es elemental para la Nación. En fin, digamos, a buena fe guardada, que se trata de ayudar a unos sinceros colaboradores del proyecto presidencial. Pero hay de símbolos a símbolos, y creo muy difícil que haya miles de ciudadanos que traten de ser émulos del inmortal Morelos, me conformaría con encontrar uno solo. La palabra siervo me suena a gleba, a la población sin derechos que pertenecía ligada a la tierra que era propiedad del señor feudal. De acuerdo, me pasé… la metáfora va demasiado lejos porque en el caso mexicano de hoy, éstos son representantes del pueblo que está sirviendo sin necesidad de clientelismo político o prebenda, ya dije, lo de la vacuna es algo más bien… funcional. Pero es que en el fondo ni la Nación y menos la Presidencia de la República necesita siervos, necesita dos cosas: ciudadanos y servidores públicos. La liga, legión, asociación o como se le llame a los siervos de la Nación, corresponde más a un movimiento político que a una institución constitucional como es el Gobierno de la República, su Presidencia y la Administración Pública.
Repasemos un poco. Comencemos por las camisas: las azules de Franco, las negras de don Benito, las pardas de ya saben quién – que, como dice Harry Potter, no debe ser mencionado–, las doradas de Nicolás Rodríguez Carrasco –que si no lo menciono ahora ni quién se acuerde de él– o por los colores como los Dorados; o bien, como los infantiles pioneros de Cuba, para mí de grata memoria silvio-rodriguista y también de la URSS, como recuerdo del poema pedagógico del enorme Makarenko. Ya lo ve el amable lector, de todas las tendencias de la extrema derecha a la extrema izquierda. Estos grupos son más que clubes de amigos o grupos de escultismo, más que voluntarios, son brazos activos de organizaciones paragubernamentales, es decir, que se mueven a la sombra del gobierno en una mezcla extraña entre organización civil y cuerpo de gobierno. Las democracias más desarrolladas permiten la libertad absoluta de sus organizaciones civiles siempre que se mantengan dentro del marco de la ley –por eso los skinheads y los neonazis son ilegales en toda Europa y como debería estarlo el KKK en Estados Unidos–, pero no mezcla los intereses ni los fines del gobierno con esas organizaciones. Como se ve, es un tema tanto de legalidad como de ideología. El hecho es que en los países comunistas y fascistas, esas organizaciones fueron legisladas y de esa manera se evitaron la discusión sobre su legalidad y desde luego, eran abiertamente ideologizadas. El punto es que en México no sabemos cuál es su marco jurídico.
Pero demos un paso adelante, perdámosle el miedo a las palabras, esto es un tema de ideología y eso no es malo por sí mismo. De hecho, desde que cayó la Unión Soviética la palabra ideología se convirtió en una mala palabra, una grosería, una peladez como decía mi abuela. Un bromista de la época escribió el libro El fin de la historia y el último hombre y, bueno, ni fue el último hombre ni se acabó la historia, pero los políticos se desdijeron de las ideologías y se convirtieron en vendedores de oferta política, cambiantes y camaleónicos al gusto del consumidor electoral. Ya no representan ideas ni principios, sino oportunidades y mercados. En fin, si el tema es ideológico: ¿cuál es la ideología de los siervos? Y eso nos conduce a preguntarnos cuál es la ideología sobre la que se sustenta el gobierno de la República, debe haberla porque si no fuera así no se seguiría concibiendo a sí mismo como la transformación, como un movimiento. Porque, de nuevo pido perdón al respetable, pero tres o cuatro afirmaciones básicas no hacen ideología. Se necesita un programa, un manifiesto, algo que nos diga para dónde vamos y cómo le vamos a hacer. Seguro que a muchos no les va a gustar y seguro que a otros tantos sí, pero de cualquier manera sabríamos dónde estamos parados. Ya hace mucho que lo dijo Maquiavelo, los pueblos se acostumbran a todo, al terror y a la pobreza, pero no al desorden; no a las decepciones y las explicaciones raras y elaboradas, no a los supuestos y los malos entendidos, a eso no. Por el bien del Gobierno de la República, para la tranquilidad de todos y para que no haya recelos con los siervos y su humilde servidor entienda que no son los siervos del feudo, sino los de la inspiración legal de Morelos, estaría bueno saberlo.
@cesarbc70
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