La “verdad” es la conclusión a la que se llega al interpretar una porción de la realidad conceptual y contextual humana.
Si bien la Realidad –objetiva y subjetiva– es universal, la verdad es parcial y relativa a un tiempo, un espacio, una determinada comprensión o una forma concreta de ver las cosas.
Imagina un cúmulo de cincuenta mil litros de agua que está a 18 grados centígrados. En caso de que ese líquido existiera, la afirmación podría considerarse una verdad, pero no lo es del todo porque expuesta así, en abstracto, de manera aislada y sin ningún contexto carece de sentido y de importancia: ¿dónde está esa agua?, ¿para qué habremos de usarla?, etcétera. La mera información de tener determinada cantidad de agua a cierta temperatura puede aportar un dato preciso, pero no alcanza para considerársele una verdad porque, al no estar relacionada a alguna otra pieza de información ni tener ningún vínculo con el universo natural o cultural humano se convierte en un saber insustancial.
Si ahora te preguntara si consideras que ese cúmulo de agua está “objetivamente” caliente o fría, tu respuesta tendría que ser: “caliente o fría ¿para qué?, ¿para quién?, ¿con relación a qué?, ¿para hacer qué con ella?”. Que algo esté caliente o frío siempre dependerá del contexto específico donde el hecho tenga lugar, de la perspectiva, del punto de vista y de la sensibilidad particular de quién juzga.
Imagina que esa agua está en una alberca. Por fin tenemos un contexto reconocible que comienza a dotarla de sentido pues sienta las bases para que, entre esa información y nosotros exista una relación. Si volviera a preguntarte si el agua está caliente o fría, ahora la respuesta más probable sería “depende”, porque la sensación de caliente o fría está estrechamente relacionada con la temperatura del entorno, el tipo de relación que se tenga con ella y la sensibilidad de los individuos involucrados en la acción. Si un ser humano, cuyo cuerpo suele rondar los 36 grados de temperatura, entrase a esa piscina, su experiencia del agua a 18 grados centígrados sería muy distinta si el entorno es una mañana tropical soleada con 40 grados centígrados que si se encontrara en un clima invernal alpino con un ambiente a 4 grados bajo cero.
No hay duda, “es” agua y “está” a 18 grados centígrados. A partir de estos datos, completamente objetivos y reales, ¿puede considerarse que el agua está “de verdad” caliente o fría en términos absolutos, con independencia de todos los factores que influyen en nuestro juicio?
Para hablar con cierta profundidad de lo que es verdadero contra lo que no lo es, la primera distinción consiste en no confundirlo con “lo real”.
Lo real es lo que existe y se constituye de la coemergencia de lo subjetivo y lo concreto, mientras la verdad es la forma particular como ordenamos, comprendemos e interpretamos una porción de esa realidad que existe, a la que podemos acceder a partir de nuestras limitaciones, ya no sólo como individuos llenos de prejuicios, creencias y preconcepciones, sino como especie. Vemos, oímos, tocamos, olemos, sentimos, tenemos la capacidad de razonar y la combinación de todo ello nos permite entender la porción de Totalidad que tenemos frente a nosotros. Y es a partir de ese fragmento , y no del Todo, desde donde construimos lo que los seres humanos llamamos verdad.
Lo real, considerando los dos ámbitos, objetivo y subjetivo, y aun cuando es inabarcable y muchos de sus partes no las podemos percibir, podríamos definirlo como aquello que los entes –personas, objetos, etc.– y los fenómenos “son” en sí mismos, en su totalidad, en todo tiempo y lugar, de manera incontrovertible incluso sin que haya necesidad de un observador que lo constate. Mientras que la verdad es aquello que resulta de nuestra experiencia de un objeto, idea, sentimiento o fenómeno, a partir de la interpretación objetiva y subjetiva de cada uno. La verdad es el juicio de un observador que la considere como tal y que no “lo es” por sí misma. La premisa: “la Tierra es plana” fue una verdad incuestionable y moldeó la construcción de conocimiento y civilización y el modo de experimentar la existencia por un largo periodo de tiempo, aun cuando lo que enunciaba no fuese real.
Todos “sabemos” que el sol sale por las mañanas. Se trata de otra verdad incuestionable que estructura nuestras vidas, les da orden, sentido, dirección y estructura, es la base nuestras agendas y actividades diarias y sin embargo en la “realidad” el sol no sale ni se esconde sino que es la Tierra la que, con sus movimientos de rotación y traslación, nos genera una impresión que traducimos en una metáfora.
Por más que sepamos que esa expresión no corresponde con la realidad, seguimos considerándola una verdad. Y lo es, porque se trata de una construcción lingüística humana, anclada tanto en verdades objetivas –ciertas horas del día el sol ilumina nuestro entorno y el resto del tiempo es de noche– como en verdades subjetivas –las metáforas del nacimiento, la muerte, la poesía, etc. Por eso decir “el sol sale por la mañana” es una verdad que, a pesar de que no es del todo Real, funciona para gestionar nuestra vida cotidiana.
En la siguiente entrega continuaremos diseccionando el concepto de verdad.
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