Se ha abierto una gran controversia en torno a los nuevos Libros de Texto Gratuitos (LTG) que serán distribuidos y utilizados en el ciclo escolar 2023-2024 que inicia este mes de agosto. No me voy a referir al contenido de los libros, aunque entiendo que hay imprecisiones y errores, pues tendría que leer y revisar todos los textos para poder pronunciarme. El problema es que muchas personas, sin haberlos leído, se están pronunciando, ya a favor, ya en contra, incluso con virulencia. Me da la misma risa el ataque de la oposición a estos libros que la defensa que de ellos hace el régimen oficial.
Yo me voy a centrar en un aspecto más general. Puesto que la oposición acusa que a través de estos textos el gobierno de López Obrador pretende adoctrinar a la niñez mexicana en el comunismo, analizaré si esto es posible. La verdad es que no hace falta hacer un análisis, ya no digamos profundo, ni siquiera somero, pues es claro y evidente que este gobierno no podría lograr tal adoctrinamiento, aunque quisiera. La acusación en sí misma es ridícula. Quienes la difunden, o son ingenuamente exagerados, o están propagando una falsedad dolosamente para espantar y preocupar a los incautos y asustadizos, que los hay, y en millones. Mire usted, al actual gobierno le quedan trece meses y veintitantos días. Ni este ni los siguientes gobiernos tienen el poder de adoctrinar a la niñez mexicana en el comunismo. Así que si usted odia o se asusta con todo lo que tenga que ver con este gobierno, no se preocupe. Estese tranquilo.
Es imposible adoctrinar sin un aparato de adoctrinamiento eficiente. Podrá haber contenidos, pero sin el aparato idóneo, es imposible adoctrinar. El gobierno de México tiene un sistema de educación pública incapaz de adoctrinar a nadie en nada. Es un sistema que no ha funcionado, ni con el PRI del siglo pasado, ni con los gobiernos de este siglo. Es un sistema ineficaz, torpe, excesivamente burocratizado, carente de modernización, que lleva décadas generando egresados sin una preparación suficiente. Muchas escuelas públicas ni siquiera tienen baños ni bebederos, ni aulas medianamente equipadas, ni laboratorios, ni internet, ni pisos pavimentados. Y por si todo eso fuera poco, la enseñanza, parte fundamental de la educación, está en manos de un magisterio dividido y secuestrado por sindicatos o coordinaciones (SNTE y CNTE). Aún suponiendo que la red de escuelas públicas del Estado mexicano estuviera en mejores condiciones, con un magisterio como el que existe, es difícil que este o cualquier otro gobierno pudiera adoctrinar a nadie.
Por eso es exagerada la reacción de la oposición y de algunos medios. El presidente nacional del PAN, Marko Cortés, ha propuesto la quema de libros. ¡Qué ridículo y qué peligroso! Donde se queman libros, más tarde se quemarán personas. Y así como critico la hiperbólica reacción de la oposición, también critico la porfía del gobierno de seguir adelante con la impresión y distribución de los libros a pesar de que existe una resolución judicial que lo impide.
La constitución establece la llamada rectoría educativa del Estado mexicano, y dota de facultades al presidente de la República para llevar a cabo dicha rectoría. Los presidentes son políticos, y los políticos están siempre contaminados de ideologías. La función ejecutiva, que debería guiarse por criterios objetivos, suele estar a merced de prejuicios y credos políticos. Desde el punto de vista constitucional, algo tan objetivo y científico como la rectoría educativa está en manos del presidente, y todo presidente quiere dejar huella en ella, convirtiéndola en campo de batallas ideológicas y políticas que en nada benefician a los millones de alumnos. Y por eso la educación está como está. Si a la oposición no le gusta lo que está haciendo el actual gobierno en materia de educación, tendrá que ganar las elecciones y cambiar el rumbo, no convocar a piras públicas.
A mí tampoco me gusta lo que está haciendo este gobierno en materia de educación. No me gustó tampoco lo que hicieron los anteriores. La educación pública es el único camino para que México supere sus problemas y para que la sociedad sea más justa, igualitaria y equitativa. Los países que hace cincuenta, cuarenta o treinta años apostaron por la educación, ganaron: Corea del Sur, Finlandia, Singapur, Estonia, China. Los que pudieron apostar por la educación y no lo hicieron, perdieron. México es la viva prueba de ello.
Mientras la rectoría de la educación del Estado mexicano se ejerza a través del presidente de la república, y considerando que los presidentes no son más que políticos, seguirán imperando las ideologías y los caprichos y estaremos condenados, ya ni siquiera a la mediocridad, sino al fracaso estrepitoso y profundo del sistema educativo.
Ponga usted que la transformación de la Secretaría de Educación Pública en un organismo constitucional autónomo, ajeno a las pulsaciones variables y livianas del gobierno en turno sea un sueño imposible de realizar, pero si queremos de verdad que los políticos saquen sus manos de los libros de texto y de la educación, lo ideal sería que prevaleciera en todo momento el criterio objetivo y científico, y eso no va a ocurrir mientras la Comisión Nacional de Libros de Texto Gratuitos esté bajo la SEP, y la SEP bajo el presidente en turno. Por eso siempre he pensado (el problema de los contenidos de los LTG persiste en cada sexenio) que un organismo constitucional autónomo, desprovisto de políticos, debería encargarse de esta noble tarea. Y digo noble, al menos en origen, pues la implementación de estos libros que logró Jaime Torres Bodet, secretario de Educación Pública, fue un gran acierto del gobierno de Adolfo López Mateos.
Yo no aplaudo a ningún gobierno. Todos me decepcionan. Lo que hicieron las administraciones pasadas en materia de educación fue desastroso, y la prueba es la generalizada falta de preparación de los mexicanos. Reprobamos y siempre hemos reprobado y obtenido bajas puntuaciones en las mediciones, tanto nacionales como internacionales. Es imposible ocultar este fracaso. Al principio de este sexenio yo tenía esperanzas de que, al fin, un gobierno con enfoque social y progresista haría la mayor inversión histórica en educación pública. El sexenio está por terminar. Me quedé esperando. En materia de educación pública éste será otro sexenio perdido.
Pero no se inquiete por el supuesto adoctrinamiento comunista. El gobierno (este o cualquiera) no puede adoctrinar a nadie en nada.
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