El fallecimiento de Norma, la estudiante de secundaria, pudo evitarse. El bullying no tiene por qué normalizarse ni ser constitutivo de interacciones culturales ni dentro de escuelas ni en la sociedad en general. Que los jóvenes de Nuevo Laredo perdieran la vida en una actividad militar también se pudo evitar. La violencia no corresponde a la sociedad mexicana, aceptar que sí y que es inevitable vivir en ella es reconocer nuestro fracaso como sociedad, no solo como Estado en el sentido administrativo, sino como sociedad.
El atropellamiento de dos menores y su madre en una calle de Hermosillo, que arrojó heridas y un conductor dado a la fuga pudo evitarse, no solo en consideración de los aspectos viales como la conducción a velocidades prudentes, sino a partir de una acción responsable tanto por quien conduce como por quienes posiblemente lo encubren. La desaparición de mujeres y hombres se puede evitar si aceptamos nuestra corresponsabilidad, si desde los hogares cerramos la puerta a la violencia y reconstruimos nuestras interacciones pensando en la paz, en el crecimiento y en el bienestar de todos.
Prevenir es un acto de responsabilidad social. Habida cuenta del fracaso de las campañas preventivas institucionales oficiales sobre consumo de drogas, bullying, extorsión, contaminación, discriminación y una larga lista de temas, la recuperación de la acción preventiva tanto a nivel de educación como de comunicación corresponde a sociedad civil que organizada, reacciona frente a la evidente degradación de la vida colectiva.
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Ante nuestros ojos y a pesar de muchas acciones la sociedad en conjunto se diluye. Las estructuras educativas y sus actores parecen abandonadas a su suerte en infraestructura, participación paterna, recursos jurídicos y contenidos educativos que por lo visto no están impactando en aspectos básicos: el respeto al prójimo. Las escenas de violencia tendrían que ser erradicadas y sustituidas por escenas de construcción del conocimiento y de construcción de ciudadanos.
Las evasivas en los discursos oficiales no ayudan. Ocultar la crisis social y de las instituciones no es lo que se espera de las autoridades, rehuirle al desarrollo de acciones preventivas y correctivas radicales está muy lejos de ser la solución. Responsabilizar a otros no cabe porque el problema y la solución está en casa. Estos casos de los que hablamos son la contradicción del discurso oficial, son los indicadores de que nuestro país sigue enfermo y requiere de medidas más profundas y más urgentes.
Por una parte, las acciones educativas que fortalezcan la convivencia entre estudiantes y la aceptación de las diferencias ya no pueden ser individuales ni enmarcadas solo en el ámbito de una escuela o una materia. El diseño de una estrategia dentro de la política educativa que impacte en los quehaceres educativos desde jardín de niños hasta educación superior tiene carácter de inmediato. Los diferentes subsistemas parecen tener acciones aisladas en la formación de ciudadanos y no se ejerce una acción coordinada y eficaz.
Y por otra parte habrá que continuar levantando la voz para promover actividades en el campo de la educación para la prevención, la cual se mantiene en un ámbito reducido. Si bien es cierto la prevención en el área de la protección civil ha crecido producto de los diferentes eventos naturales a los cuales nos hemos tenido que enfrentar, la prevención como línea educativa estratégica en general carece de apoyo y por lo tanto de resultados concretos y positivos.
Prevenir la deserción escolar, la agresividad, el consumo de drogas, el abuso y la explotación sexual, la depresión infantil, el embarazo de adolescentes, el uso de armas entre menores, el consumo de pornografía, la discriminación, están, en el mejor de los casos, débilmente incrustados en contenidos y actividades escolares. Si un caso se presenta sería razón suficiente para hablar sobre el tema, pero no es un caso, son varios y con evidencias de incremento.
Las organizaciones civiles que buscan dar una respuesta social ante esta serie de problemas tienen también recursos limitados y se enfrentan a un bajo nivel de participación social en general. Si bien es cierto se presentan acciones de prevención en escuelas, lo que los casos evidencian es que también su acción es insuficiente frente a las circunstancias que como sociedad atravesamos.
Estos problemas y otros pueden evitarse. Más corresponsabilidad social, mayor participación ciudadana, mejores estrategias de prevención en los subsistemas educativos y menos evasivas oficiales para sentar las bases de una verdadera recomposición de las interacciones sociales y detener la caída libre de la degradación de los valores familiares y sociales.
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