Los vientos de cambio ya se sienten, como cantaba en los años sesenta Eric Burdon. Solo que no nos referimos en esta ocasión a la música, no señor. Me refiero al cambio de verano, una de las tantas joyas de la corona (expresión la mar de apta, dado que vive en un palacio) de nuestro Tlatoani Deluxe. Como usted ya sabrá, este pasado octubre fue la última vez en la que cambiamos el horario, para regresar, forever and ever, al “Horario de Dios” (algún miembro de Morena dixit).
Ahora bien, debo decir, sin ser un experto en eso de los horarios y la salud (y mucho menos un renacentista de la talla de López Obrador – para llegar a ese nivel, me hacen falta tres reencarnaciones, cuarenta días y cuarenta noches en el desierto y adquirir la habilidad de vivir con doscientos pesos en la cartera), que el efecto de este nimio cambio ya se siente en el aire. Como si de verdadera magia se tratase. Al César lo que es del César: me parece que esta fue la mejor que López ha tenido en toda su vida.
Sí, incluso mejor que esa de ser “el presidente legítimo”. Me explico. Al volver al “Horario de Dios”, podemos esperar una serie de cambios, que sólo alguien con la sagacidad, buen gusto e inteligencia de nuestro líder pudo ver de antemano. Así que, ¡alístese para los cambios que se vienen! Algunos de estos cambios incluyen (pero no se limitan a):
Reducción del crimen y la violencia a un 0%. Al ya no haber distinción de horario de verano o invierno, espere usted una reducción del crimen a un cero tan redondo como las pelotas de béisbol que tanto gustan al señor presidente. ¿La razón? ¡Pues que los criminales ya no sufrirán de esos perniciosos trastornos de sueño! Al dormir mejor y respetar sus ciclos circadianos, los malosos ya no nos molestarán. Cero asesinatos, cero robos en el transporte público. Es más, muchos comenzarán a trabajar honradamente y ser gente de bien, pero no mucho, porque tampoco queremos que se vuelvan unos sucios aspiracionistas y después olviden quién los sacó de la pobreza, ¿eh?
Reducción de la inflación. Aunque queramos huir de ella como si fuese la mismísima plaga, la inflación nos ha dado poco descanso este 2022. ¡Pero no tema más! Al ya no cambiar el horario, la inflación pondrá los pies en polvorosa. ¿Por qué? Pues porque resulta que la inflación es muy temerosa de Dios (eso dicen) así que al respetar el horario del supremo (me refiero a Dios, no a López), este castigo divino nos será revocado.
Aumento en los salarios de manera inmediata. Esto es obvio, pero no está de mal recordarlo: el cambio de horario fue “una idea neoliberal” (de nuevo, miembro de Morena dixit; aquí cabe resaltar la facilidad que tienen los camaradas del “movimiento” para saltar del concepto de “Dios” al de “neoliberalismo” con un facilidad pasmosa). Es decir: todo era un plan con maña, como se dice popularmente, para mantener los sueldos y salarios bajos, porque, ¿quién odia más los aumentos de sueldo y las prestaciones que los malvados neoliberales? Al desterrar el “horario neoliberal” (whatever that means), espere usted un jugoso aumento en su sueldo.
El desabasto de medicamentos será cosa del pasado. Eso sí, no se me emocione usted mucho, porque de todas formas tendrá que llegar temprano a su clínica más cercana para poder alcanzar ficha. Al menos ya estará clareando el día y no estará usted en las tinieblas.
Mejoras en la infraestructura y en el transporte. Bueno, esto es verdad, pero va con truco (o como diría Vilchis: “no es verdad, pero no es mentira”). Al amanecer más temprano, podrá usted ver mejor los baches que abundan tanto como los familiares de López Obrador en Houston. Así podrá darle con todo a ese pedal sin miedo de arruinar su automóvil. De la misma forma, el metro seguirá llegando tarde y teniendo un friego de problemas, pero al menos, con la luz del sol podrá usted ver más claro cuánto tiempo lleva de retraso. Algo es algo, ¿no?
¿Cómo ve? De haber sabido que todos los problemas del país podían resolverse con un acto tan sencillo, hubiésemos votado por nuestro ser supremo (ahora me refiero a López, no a Dios) desde el inicio. Así que, bienvenido sea el “horario de Dios” y preparémonos para administrar la abundancia y el bienestar que este cambio traerá a nuestras vidas. Y usted, ¿cuál de los cambios traídos por el “horario del bienestar” espera con más ansías?
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