Preguntas, preguntas

Después de las elecciones del pasado 2 de junio (y todo lo ocurrido desde entonces), tengo más preguntas que certezas, sin ningún orden en particular: 

¿Por qué los militantes del PRI y del PAN no exigen de manera enérgica la renuncia de sus dirigentes, Alejandro Moreno y Marko Cortés, pero a la de ya (a menos que deseen el mismo destino trágico que el del PRD, que está a unos minutos de «chupar faros»)? ¿Quién (o quiénes) serán los eventuales «chivos expiatorios» del autoproclamado «segundo piso de la transformación» si es que se lleva a cabo el tan sobado Plan C, el cual eliminaría, de facto, los ya de por sí débiles contrapesos que existen en el país? ¿Por qué muchos de los seguidores y fanáticos del partido oficial siguen enojados y mentando madres a lo (poco) que queda de oposición si ganaron de forma tan apabullante? ¿Claudia Sheinbaum, la candidata ganadora de la elección presidencial, seguirá culpando al pasado cuando las cosas no salgan bien? 

¿Qué hará la oposición a partir de hoy: seguirá en la lucha o comenzaremos a ver una legión de chapulines que brinquen al partido oficial? ¿Por qué aquellos que votaron por Xóchitl Gálvez le han dado la espalda a pesar de que la senadora, a pesar de todas sus falencias y errores, hizo lo que pudo con lo poco que le dieron los partidos que la postularon? ¿Cómo es que regresamos, después de poco más de un cuarto de siglo, casi al mismo punto en el que estábamos antes de que se diera la alternancia en el 2000? ¿Por qué las siglas PRIAN y su pasado deshonroso pesaron más que las evidentes y documentadas pruebas de corrupción de varios de los candidatos del partido oficial (como Rocío Nahle)? 

¿Por qué el INE, que ha sido defendido en varias ocasiones por la ciudadanía, fue un árbitro electoral que no se atrevió a castigar las intromisiones estruendosas del presidente en el proceso electoral? ¿Por qué el IECM asignó más diputados locales a la coalición oficial en la Ciudad de México, ignorando el voto popular y permitiendo que candidatos de Morena, de la noche a la mañana (seguramente por «convicción»), se pasaran al PT o al Partido Verde? ¿Por qué ahora resulta, con esto del criterio de sobrerrepresentación, que la ley siempre sí es la ley? ¿Cómo es que la base de Movimiento Ciudadano creció tanto en seis años? ¿Cómo es que Jorge Álvarez Máynez, un candidato cuestionable, por decir lo menos, le pareció una alternativa viable a más de seis millones de mexicanos? 

¿Quién será el valiente que se atreva a limitar el poder de Claudia Sheinbaum y la «aplanadora» de Morena-PT-PVEM para evitar ocurrencias, caprichos y abusos de poder en los próximos seis años? ¿Cómo Alessandra Rojo de la Vega, de la oposición, resultó ser la candidata ganadora en (nada más y nada menos) la alcaldía Cuauhtémoc, ganándole (nada más y nada menos) que a Caty Monreal, hija de Ricardo Monreal? ¿Cómo es que los líderes de los partidos de la oposición puedan ser tan malos perdedores (si hemos de considerar que Marko Cortés regañó a Gálvez después de que ésta aceptara su derrota)? ¿Cómo es que Morena-PT-PVEM pueden ser tan malos perdedores y en los (pocos) lugares en donde perdieron salen a gritar «fraude», como ha ocurrido en la misma alcaldía Cuauhtémoc o en Jalisco? ¿Cómo es que Morena y sus aliados son tan malos ganadores y fomenten un ambiente de burla hacia el derrotado? 

¿Cómo es que en la oposición no haya más autocrítica y mucha más unidad después de estos resultados desastrosos en las urnas? ¿Cómo es que en el partido oficial ni siquiera conozca la palabra «autocrítica» y planee recetarnos «más de lo mismo»? ¿Seguirá el presidente insultando a la clase media, a pesar de que, según diversos estudios, indican que este grupo favoreció a Claudia Sheinbaum con su voto? ¿Por qué varias personas (y en diferentes niveles), quienes se han dedicado a hacer de México un país más plural y democrático, están «tirando» la toalla después de esta victoria del partido oficialista, así como así? ¿Por qué a pesar de tantos gritos contra los «corruptos» del PRIAN, Morena y sus aliados ganaron, en gran medida, utilizando el manual de jugarretas y mañas que les heredó el PRI de mediados del siglo pasado? ¿Por qué varios de los que han apoyado a las manifestaciones de la sociedad civil le sacan a la idea de formar un partido político? 

¿Por qué los grandes medios de comunicación mostraron, de una forma tan clara y burda, su predilección por la doctora por sobre la ingeniera? ¿Cuántos favores políticos pagarán Morena y sus aliados después de esta victoria? ¿Por qué a pesar de que México tendrá a la primera mujer sentada en la silla presidencial, un hecho digno de celebrarse, los morenistas y sus aliados celebran la posibilidad de que un hombre continúe en el poder? ¿Claudia Sheinbaum gobernará de manera libre o López Obrador (el nuevo Tata) será quien dirija al país durante los siguientes seis años? ¿Vamos hacia un maximato (ahora bautizado como «obradorato») o hacia una docena trágica?

Y así podemos seguirle, pero ahí le paramos. 

Algunas de estas preguntas hallarán su respuesta pronto; otras tantas, en unos años; y unas puede que nunca sean respondidas.

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