La democracia no es un sistema político y de gobierno perfecto, pero muchos consideramos que es el mejor de los existentes. Permite la participación de los ciudadanos en las decisiones públicas y la elección de nuestros representantes, garantiza el disfrute de derechos y libertades económicas, políticas y sociales; permite el control de los gobernantes; obliga a los mandatarios y representantes a rendir cuentas, entre sus muchas otras ventajas.
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Sin embargo, en los últimos años hemos visto cómo las democracias han colapsado y han abierto la puerta a la llegada de regímenes autoritarios. De acuerdo con el Informe sobre el Estado de la Democracia Liberal de 2022, elaborado por el Instituto de Investigación V-Dem de la Universidad de Gothenburg (bit.ly/3KQOjbp), hay un declive de la democracia en los últimos años.
“El nivel de democracia que disfrutó el ciudadano global promedio en 2021 se ha reducido a los niveles de 1989. Los últimos 30 años de avances democráticos están ahora erradicados. Las dictaduras van en aumento y gobiernan a 70% de la población mundial: 5,400 millones de personas. Las democracias liberales alcanzaron su punto máximo en 2012 con 42 países y ahora están en los niveles más bajos en más de 25 años: 34 naciones albergan solo 13% de la población mundial”.
Y ¿cuáles son las razones del colapso de las democracias? Según diferentes estudiosos las principales son (con apoyo del chat.openai.com):
- La corrupción: El triste y creciente espectáculo de casos de corrupción de los políticos y los funcionarios públicos de todas las corrientes políticas erosionan la legitimidad de las instituciones democráticas y se socava la confianza de la ciudadanía en el sistema político.
- La desigualdad y la concentración económica: La injusticia de la creciente desigualdad económica y la concentración de la riqueza en unas pocas personas, visto en tiempo real a través de las redes sociales, es otra de las razones por las que las democracias colapsan. Cuando una pequeña élite tiene todo el poder económico y político, y el resto de la población lucha por sobrevivir, la sociedad se desestabiliza y se crea un clima de insatisfacción, descontento y enojo.
- La polarización política: Cuando las diferencias políticas se convierten en divisiones profundas entre los ciudadanos y los partidos políticos, se hace más difícil llegar a acuerdos y encontrar soluciones para los problemas que afectan a la sociedad. La polarización confronta a la sociedad e impide los acuerdos.
- La manipulación de los medios de comunicación: Cuando los medios de comunicación son controlados o presionados por el gobierno o por intereses particulares, se limita la libertad de prensa y se dificulta el acceso a información objetiva y veraz.
- La erosión del sistema de partidos políticos: La falta de resultados de gobiernos de los partidos políticos tradicionales más los numerosos casos de corrupción en que se han visto envueltos sus integrantes, han erosionado su legitimidad y credibilidad. Entre sus consecuencias está la dificultad para generar acuerdos legislativos.
Este “caldo de cultivo” adverso a las democracias ha abierto la puerta para la llegada de líderes nacionalistas y populistas. América Latina es un laboratorio del colapso de las democracias: “la receta que ofrece el populismo anticorrupción se ha convertido en algo peor que la enfermedad que pretendía combatir.
“La demolición de los partidos políticos y la elección de líderes mesiánicos para vengar la corrupción imperante no han funcionado. Solo han engendrado una mayor desconfianza en todas las instituciones, en particular aquellas destinadas a controlar el ejercicio del poder y procesar los conflictos sociales de manera sosegada. Como consecuencia de ello, la región está recogiendo una cosecha de reversión democrática, inestabilidad política y, sí, más corrupción”, asegura Kevin Casas-Zamora, Secretario General del Instituto Internacional para la Democracia y la Asistencia Electoral (bit.ly/3mVWfQB).
El enojo por la falta de resultados de las democracias se ha traducido en un deseo popular por destruir todo lo que se relacione con un sistema ineficaz e injusto. Pero destruir no construye necesariamente la solución. “Lo que más se necesita es construir instituciones como partidos políticos sólidos, poderes judiciales independientes, autoridades electorales imparciales y fuertes protecciones legales para la libertad de prensa y el activismo cívico. En otras palabras, todo aquello contra lo que los populistas arremeten sin cesar”, propone Kevin Casas-Zamora.
¿Lo podremos entender?
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