Los temas de plática, además del clima, giran normalmente alrededor de la pandemia, el virus o las conspiraciones, con tono experto como si en verdad supiéramos todo. Otro tema que se toca y se retoca es la sensación de pérdida por la vida que se llevaba antes de la pandemia: los lugares y la gente que se extrañan. También se habla de lo molesto que resulta llevar el cubrebocas y del enojo, muchos enojos, dependiendo de la limitación que cada uno tenga o se haya inventado.
¿Qué extrañas más? me han preguntado. Tengo que hacer una búsqueda en mi cerebro para encontrar algo y no aparece nada; sin embargo, como la sociedad manda y ordena que se debe extrañar algo, digo que extraño mi mesa de café para ir a escribir en mi libreta o las vacaciones de verano que terminaron y no tuvimos campamento de natación.
Para resolver lo de la mesa de café para escribir, me hice una en el patio. Lo de la alberca, me contrataron para dar clases particulares con seis niños y somos muy felices, y sí, me gusta usar el cubrebocas.
“El verano ya se fue” dice la canción de Roberto Jordán, entonces hago como que nunca sucedió. Dejo de extrañar y no le cumplo a la sociedad, no extraño nada porque nada he perdido. Lo que tengo en este momento está bien.
Cuando en las respuestas, aunque yo no haya preguntado, escucho que extrañan a su manicurista, a su estilista, su paseo al Valle de Guadalupe o andar de tiendas, se me sacude la entraña, y me amarro la lengua y me trago la opinión. El Valle, las tiendas y la gente de arreglos estéticos no van a desaparecer, ahí están. ¡Qué te importa! –me digo a mí misma– cada uno sus “extrañadurías”.
¿En dónde te gustaría estar? Es otra pregunta dentro de las pláticas. Lo que escucho normalmente es: en la playa, en el campo, en la ciudad aquella que ni conocen, con la familia lejana (que siempre ha estado lejana) o la familia con la que se puede hablar por teléfono en cualquier momento. Quieren estar en cualquier lugar que no sea en el que están. Yo quisiera estar, ahorita mismo, en un lugar en donde no haya internet ni televisión y que haya personas que quieran aprender a leer y a escribir. Me gustaría estar ahí, con ellos compartiendo lo que yo sé y aprendiendo de ellos lo que no conozco. (Ojalá me alcanzara el dinero que tengo para ir).
¿Estás trabajando? Sí, en una clase en línea que me deja totalmente deprimida con una sensación de un abandono en el que no estoy, una especie de soledad en grietas y un silencio denso que no lo puede borrar una canción bonita. Y en casa escribiendo, armando rompecabezas, leyendo, inventando cosas, escuchando música o el silencio de mis pasos y el ritmo de mi respiración. Sí, en la alberca con los seis peques y me pone muy contenta.
La pandemia y la extensa cuarentena no es una novedad en mi vida, me he inventado tiempos iguales. Me he alejado de repente de todo y he vuelto cuando quiero; y si después de alejarme vuelvo y no hay nadie, camino sola y encuentro novedades.
El mundo siempre tiene secretos guardados, personas bonitas a la vuelta de la esquina, sonrisas escondidas en los árboles y sonidos que se pueden encontrar cuando no hay nadie, cuando caminas sin rumbo, cuando el sol se despierta antes de tiempo y también en tiempos de pandemia mundial.
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