Hace dos semanas un periódico británico y 80 periodistas internacionales agrupados en la investigación conjunta Pegasus Proyect, asesorada por el área técnica de Amnistía Internacional, destaparon la cañería en torno al espionaje del software malicioso Pegasus que intentó infectar 50 mil números celulares en el mundo. El malware espía, creado por la empresa israelí NSO Group, se comercializó a diversos gobiernos del mundo, incluido el mexicano que lo destinó a la vigilancia ilegal de los opositores al régimen priista, periodistas incómodos y contra defensores de los derechos humanos.
Los sistemas de espionaje fueron adquiridos primeramente por el gobierno del expresidente Felipe Calderón, se dijo, para combatir a los grupos delincuenciales; pero ya se comentaba que se utilizaba para amedrentar a opositores durante la trágica etapa del todo poderoso secretario de Seguridad Pública, Genaro García Luna, hoy bajo proceso jurídico en los Estados Unidos.
Durante el sexenio de Enrique Peña Nieto, Pegasus se utilizó para espiar a periodistas críticos, políticos opositores e incluso a personajes cercanos al régimen corrupto, que terminó sucumbiendo en las urnas ante el opositor y siempre espiado Andrés Manuel López Obrador (AMLO).
El espionaje político en México ha sido sinónimo de impunidad desde el poder político emanado de los partidos tradicionales. Es sabido que la vigilancia ilegal selectiva ha hecho del sistema político mexicano un ente antidemocrático, digno de las peores dictaduras en el mundo. Es curioso que los señalamientos y condenas a naciones con graves violaciones a los derechos humanos sean realizadas por personajes y actores políticos del pasado que no dudaron en “cablear” a sus opositores políticos, a activistas políticos, a defensores de derechos humanos y periodistas incómodos a su régimen
La utilización de este software malicioso seguramente estuvo relacionada con el asesinato del periodista independiente Cecilio Pineda Brito, en el año 2017, ocurrido Guerrero. Los datos del comunicador se encontraban en la lista de personajes intervenidos.
A pesar de la contundencia del escándalo político internacional la Fiscalía General de la República pareciera no tener prisa en dilucidar este asunto que es de seguridad nacional para toda la clase política y para los mexicanos. Pegasus no es el único malware destinado a invadir la intimidad de los opositores y adversarios al régimen, pero es el caso moderno más documentado en la larga lista de historial ilegal de la guerra sucia contra los opositores.
Como se recordará durante el régimen autoritario del partido hegemónico se creó el organismo de inteligencia destinado a la seguridad nacional, la temible Dirección Federal de Seguridad, que terminó por ser cooptada por la delincuencia, usada para el espionaje político y la represión selectiva. Luego de su disolución se creó el CISEN que logró ser transexenal con la alternancia política, para finalmente ser extinguido.
Destaca de manera particular cómo el entonces aspirante presidencial López Obrador y gente de su círculo personal estuvieron bajo el espionaje de Pegasus, cerco ilegal que alcanzó hasta al cardiólogo que le atendió, con la finalidad de atacarlo políticamente en todos los frentes.
El marcaje personal, característico del sistema político mexicano, se ha ido perfeccionando con el avance tecnológico. En la más ruin de las acciones del priato que no acaba de morir, fue el utilizar el sistema de espionaje destinado al combate del crimen organizado y de organizaciones terroristas, para la vil invasión a la privacidad de los “enemigos” del régimen. Con cargo al erario, por si fuera poco.
Con la llegada de la era digital y la imposición de la comunicación inmediata, se hizo más fácil el poder invadir la privacidad de un teléfono celular. Pegasus daba acceso a las galerías de fotos, mensajes de aplicaciones y sobre todo la oportunidad de activar micrófonos y cámara para espiar a voluntad a los opositores. Atrás quedaron las “épocas nostálgicas” de los agentes que perseguían, espiaban y se infiltraban en los domicilios para “chuzar” a sus adversarios.
El fallido aspirante presidencial y actual senador por el PRI, Miguel Ángel Osorio Chong fue exhibido al darse a conocer que durante su periodo como secretario de Gobernación en el sexenio del presidente Peña, adquirió el software malicioso Pegasus para destinarlo a labores de inteligencia. Pero ante los múltiples frentes políticos que enfrentaba el régimen, y con la búsqueda de la candidatura de su partido, no dudó en usar el programa para espiar a los adversarios políticos del corrupto régimen priísta desde el CISEN.
La difusión de los contratos de las empresas israelíes con empresas mexicanas para la adquisición final del malware espía desnuda la relación innegable del entonces secretario Osorio Chong y de Tomas Zerón en la compra de Pegasus. Se dice, se comenta y se rumora que el mismo Zerón, ahora fugitivo de la ley y exiliado en Israel, declaró en forma informal a reporteros que el propio exsecretario de Gobernación vendió el software espía a empresas de gran poder económico, incluidos los emporios refresqueros
Las especulaciones llegan al nivel de presumir que fue la propia empresa israelí que vendió Pegasus al gobierno de Enrique Peña, la encargada de ayudar a evadir de la justicia a Tomas Zerón, en retribución por los negocios millonarios por el software malicioso. Por lo pronto a la Fiscalía General de la República le ha sido negada la extradición de Zerón de Lucio para enfrentar los cargos derivados de las desaseadas investigaciones en la desaparición forzada de los 43 normalistas de Ayotzinapa.
Pegasus es apenas una pieza del complejo mundo del espionaje mundial que se realiza a nivel político, comercial y en contra de casi cualquier ciudadano que sea considerado como obstáculo de los grandes intereses políticos y empresariales. Es por ello que el régimen del presidente AMLO debe investigar y sancionar con todo el peso de la ley a los responsables de institucionalizar el delito de espionaje contra los adversarios políticos y contra la totalidad de los ciudadanos que están indefensos ante el poderío cibernético de las múltiples agencias de investigación, con intereses sumamente oscuros y antidemocráticos.
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