La cumbre entre México, Estados Unidos y Canadá concluyó esta semana con buenas sensaciones de cooperación, pero sin ser la panacea para los retos de los tres países que conforman el tratado de libre comercio. Luego de la visita oficial de Joe Biden a nuestro país y la cortesía de haber aterrizado el Air Force One en el simbólico Aeropuerto Internacional Felipe Ángeles, la imagen proyectada de la relación bilateral con el principal socio comercial mexicano, parecía maquillarse un poco en el inesperado viaje de los mandatarios a bordo de “la bestia”.
Apenas unos días después de la recaptura del narcotraficante Ovidio Guzmán que provocó toda clase de especulaciones al estar cercana la visita de Biden a México, el régimen morenista encabezado por el presidente Andrés Manuel López Obrador logró apuntarse una medalla en materia de imagen pública. No es que las falaces acusaciones opositoras sobre que su gobierno no actuaba contra los narcotraficantes y el crimen organizado tuvieran mucho sustento, ya que los enfrentamientos con la guardia nacional son noticia diaria como en sexenios anteriores.
Ovidio quien en octubre de 2019 había logrado chantajear al gobierno en su fallido intento de captura, le había provocado una afrenta gigantesca en las fuerzas armadas. El hijo del famoso narcotraficante Joaquín Guzmán Loaera, alias “el Chapo” era un objetivo simbólico en la reparación de la imagen castrense que debió padecer en silencio, los ataques de estar coludido con el cártel de Sinaloa.
Esto sumado a las pifias declarativas del presidente en sus conferencias mañaneras, había provocado agrios señalamientos al régimen actual de estar coludido con el narcotráfico. Si bien es cierto que la captura de uno de los juniors del narcotráfico es un logro destacado, la lucha por territorios, rutas de trasiego, cobro de piso y la violencia incontenible en algunas entidades federativas, se mantendrá casi sin cambios. La estructura criminal y los relevos en los mandos superiores es un fenómeno que no se puede controlar a pesar de descabezar a los líderes de los carteles que son ahora más sanguinarios y poderosos.
Para Biden la frontera, su seguridad, el control de tráfico de personas y de drogas será fundamental de cara a su reelección presidencial. Es una de las principales exigencias que seguro manifestó en la reunión bilateral, en una estrategia electoral ante los ataques de sus adversarios del partido republicano. Por su parte, el presidente AMLO en un gesto de buena voluntad (y no poca ingenuidad) pidió al mandatario estadounidense tratar de impulsar una agenda legislativa que diera certidumbre jurídica a los millones de mexicanos que trabajan en los Estados Unidos y que gracias a sus remesas enviadas, permiten que la economía de las familias nacionales puedan vivir mejor e impulsar las economías locales y regionales.
Muchas familias mexicanas se beneficiaron de los programas de transferencias directas de dinero del gobierno norteamericano a muchos ciudadanos con doble nacionalidad, ya que este programa implementado en el inicio de la pandemia por Covid-19 logró que la economía se mantuviera lo más estable posible, a pesar de la histórica caída mundial en 2020. En las pequeñas fricciones que se dieron durante la cumbre trilateral, el presidente AMLO reclamó a los Estados Unidos por dejar a Latinoamérica olvidada por mucho tiempo, lo que fue revirado por Biden con cifras importantes que se destinan a diversos rubros.
Aunque al presidente Biden le asiste la razón que ningún país en el mundo invierte las cantidades monumentales en que lo hace en otras naciones la Unión Americana, también es cierto que todo ese cuantioso dinero no es exclusivo para obras de caridad y desarrollo. Ya que como todo imperio en la historia de la humanidad, mantiene intereses grandes en muchas regiones y privilegia siempre la defensa de sus capitales que no siempre generan bonanza y bienestar en los países donde se instalan.
La difícil vecindad con Estados Unidos es una problemática compleja que tiene diversas aristas por abordar, sin olvidar los conflictos históricos. La jaula geopolítica sentencia a los países desiguales a buscar el entendimiento, al tener miles de kilómetros de frontera común, el reto es que estos acuerdos sean lo más benéficos posibles para México.
En un dantesco escenario internacional donde la invasión rusa a Ucrania está cercana a cumplir un año de cruentos enfrentamientos, además de no acabar de salir de la crisis mundial derivada de la pandemia, los nubarrones de una recesión mundial, se ciernen sobre el ya complejo panorama global. México tiene la oportunidad de anclarse al desarrollo económico de su principal socio comercial, ya que por sí sola la económica nacional estará condenada a estancarse en una nueva crisis similar a las provocadas por los gobiernos del priato, que condenaron a generaciones de mexicanos a la pobreza y la simple supervivencia.
Cada crisis trae consigo una oportunidad, esta afirmación es compartida hasta en las ideologías de izquierda radical, que ven a los ciclos difíciles como procesos renovadores y reorganizativos. El problema con México es saber si el presente régimen es capaz de abrazar el pragmatismo económico que le permita aprovechar al máximo su condición geográfica cercana a la principal potencia económica de la región.
Las lecciones aprendidas después de la pandemia indican que por razones de seguridad nacional y de productividad, las cadenas de producción deben privilegiar la integración económica de la región. Dicho de otra forma es que toda la manufactura, ensamble, producción de partes de cualquier mercancía final, su proceso debe ser realizado en países socios y con acuerdos para que no se interrumpa su fabricación por encontrarse al otro lado del mundo. La pandemia comprobó la vulnerabilidad del mundo globalizado que cuando se cierra en algunas regiones económicas, frena y colapsa a las economías nacionales.
El mejor ejemplo fue la producción de vacunas que debieron reestructurarse y que al final provocó el acaparamiento en los países más ricos, haciendo que la pandemia se alargara de forma innecesaria. China es el ejemplo de que las cadenas de producción mundial pueden colapsarse, si la fábrica del mundo decide de forma unilateral cerrar ciudades, complejos industriales y dejar de enviar suministros para la industria mundial tan interconectada. La solución es que las economías regionales, continúen trabajando juntas, para que en la medida de lo posible, una nueva pandemia o conflicto bélico, no se afecte tanto a las cadenas productivas nacionales.
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