Ha llegado el momento de aceptar que Morena y el denominado Obradorismo avanza sin detenerse. 22 entidades federativas así lo comprueban.
Más allá de cualquier análisis acerca del voto de castigo, del voto duro, el abstencionismo, de bases y operadores, de las alianzas de los partidos de oposición, etc. Hay que reconocer una verdad inapelable: López Obrador y su séquito han logrado que una enorme parte de la población estableciera una conexión emocional con ellos. Con su abierto desdén por las leyes, por los datos, las cifras, los hechos. Con su cinismo. Con su resentimiento. Con su ignorancia (real o fingida). Con su supuesta cercanía a lo popular y/o populachero. Con su desdén por aquellos “otros” que lo mismo son los ricos y conservadores que los periodistas. O la clase media. O los extranjeros. Etc.
Ante esto, poco importan los indicadores que muestran la verdadera situación del país (que si el PIB, que si la inversión extranjera directa o indirecta, que si la prueba PISA y un largo etcétera). Uno de los errores de muchos analistas y de los partidos que hoy operan desde la oposición es éste. Siguen creyendo que apelar al sentido común o la racionalidad en algún momento tendrá algún efecto en ellos. Pero no. Nada de lo anteriormente descrito va a hacer cambiar de parecer a quien cree y se identifica con una forma de pensar, con un dogma que no requiere prueba alguna.
Para millones de mexicanos el hecho que El Presidente arrope abiertamente a los cárteles del narcotráfico y les permita operar impunemente a lo largo y ancho del país, no les resulta reprobable. La popularidad del mismo lo comprueba. Tampoco, que todos aquellos relacionados con él, desde secretarios de estado hasta familiares cercanos pasando por operadores y asistentes, entre un largo etcétera, estén inmiscuidos hasta la médula en corruptelas de proporciones descomunales.
Tampoco, que la secretaria de Educación no sepa hablar o leer o escribir correctamente. O que el de Salud no haga nada ante el desabasto de medicamentos y/o vacunas. Que el Ejército y la Marina permitan la venta de sus uniformes o el robo de 20 contenedores de minerales preciosos en un puerto que ellos administran.
Para algunos, la conexión radica en que ya no son aquellos “otros”, egresados de escuelas privadas y/o con estudios en el extranjero, quienes osan decidir los destinos de la patria. Ya no son aquellos que saben más, que tienen más (educación, dinero, cultura, etc) que viven o han vivido mejor. Ahora, son otros, más iguales (“víctimas” del sistema, enfrentándose a “los poderosos” que los menosprecian), quienes hablan por “el pueblo” y les dicen lo que quieren escuchar. Quienes fingen hacerse “limpias”. Comer en fondas. Muestran “estampitas” para protegerse de las enfermedades. Desdeñan la ciencia y la innovación. Mienten a conveniencia. Desprecian a quien alza la voz, a quien sobresale. Perdonan a los cárteles. Aman a quien recibe gustosamente dádivas del gobierno, las necesiten o no. Recriminan y persiguen a la inversión privada, a los pequeños y medianos empresarios, a los empleados, siempre aspiracionistas, siempre en la búsqueda de algo mejor individualmente. Morena, lo que es y representa, atrae lo mismo a quienes evaden fortunas a través de triquiñuelas fiscales hasta quienes colocan un diablito para robarse la luz del vecino.
Puesto que del mismo modo permite constatar que la ilegalidad existe, siempre ha existido, con la diferencia es que ahora se puede operar en ella a plena luz. Sin pudor, sin tapujos, a la vista de todos. El gobierno habla y actúa por encima de la ley todos los días, aliándose con delincuentes y grupos de choque. Ya no existe nada de qué avergonzarse ni que ocultar. No importa si son contratos gubernamentales para amigos, compadres, familiares. Propiedades inexplicables en el extranjero. Narcomenudeo con el contubernio de la alcaldía. El fajo de billetes para el trámite que antes era gratuito. La corrupción no sólo está permitida, incluso, se promueve. Sobornos. Mordidas. Piratería. Rapiña. Cuotas. Acarreo. Amenazas. Violaciones. Feminicidios. Este gobierno ES un llamado a la acción para extorsionadores, tratantes, asaltantes, secuestradores, traficantes. Para todos aquellos a quienes la ley les estorba, grandes o pequeños. Todos son pueblo y nadie debe perseguirlos o juzgarlos, mucho menos el Estado. No existe un solo rincón de la nación, en mayor o menor medida, que se salve de esto. Si el presidente, ese pequeño emperador que decide el destino y moral de todos a placer, está por encima de la ley, también aplica para quienes están de su lado.
Lo que estamos viendo actualmente (resentimiento, envidia, odio, irracionalidad, ilegalidad) no es la podredumbre de un partido político en ascenso. Bajo la lupa, lo que estamos observando, es a México en el espejo.
Lo que está podrido es, en realidad, nuestra sociedad. O al menos, una gran parte de ella.
Nos leemos la semana entrante.
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