Vivimos un sexenio donde el presidente es muy querido por sus ciudadanos. Me hace recordar al pasaje cuando, en tiempos del presidente López Mateos, el General Charles de Gaulle visitó nuestro país, y al asomarse por una ventana de Palacio Nacional, constatando el fervor del pueblo a su presidente, el Premier galo dijo no sin evidente sorpresa a su homólogo mexicano (el presidente Adolfo López Mateos): “¿Cómo es que su pueblo le ama, señor presidente? A mí el pueblo francés no me ama, pero sí que me necesita”.
Así de ese tamaño es lo raro de que un pueblo le profese genuino respeto y más aún, evidente cariño, a sus liderazgos políticos más visibles. Era el caso de López Mateos, sin duda con características parecidas a lo que hoy se vive en México, lo cual va implícito en las muestras de respeto de los líderes de otros países para con el presidente López Obrador.
Si las cuestiones sucesorias en México no se van por mal camino (esperamos todos que así sea), a México bien le pudiera esperar un largo periodo virtuoso de buenos gobiernos, mucho más cercanos a un modelo apegado a nuestra cultura y tradiciones políticas que a uno forzosamente importado como lo fue el neoliberal a ultranza, aplicado básicamente de 1994 a 2018, una época de gobiernos que den resultados a la gente y la hagan sentirse bien representada (como el que va de Miguel Alemán a López Mateos, pasando por el siempre bien ponderado Don Adolfo Ruiz Cortines); ergo pues, con una legitimidad incuestionable, como ya lo es el de Andrés Manuel López Obrador, y esto no es una simple opinión “a bote pronto”, sino que ahí están las innegables cifras en cuanto a opinión y aceptación pública al hoy Presidente se refiere.
Con eso de los asuntos sucesorios, bien se puede vislumbrar ya en México un periodo de al menos tres sexenios que sea muy parecido a los sexenios de mayor plenitud en la época de la posrevolución durante los sexenios del conocido cómo DESARROLLO ESTABILIZADOR, que con Don Antonio Ortiz Mena a la cabeza del gabinete económico, dio al país su época de mayor esplendor.
Veo en el horizonte un periodo de tres sexenios muy parecido, que vendría a ser desde 2018 hasta el 2036, en el cual las tres cabezas más visibles serían Andrés Manuel López Obrador, Marcelo Ebrard Casaubón y Adán Augusto López Hernández.
Por su parte, la jefa de Gobierno Claudia Sheinbaum se adivina fuera ya, dado el escandaloso estado en el que se encuentra el Metro de la CDMX, red vital para la movilidad de la Megalópolis, y que no dejan de aflorar incidentes y accidentes producto de su pésima gestión. Esto sin mencionar la evidente proclividad de Claudia a pasar por encima del Estado de Derecho, con una grosera, ilegal y gravosa campaña electoral anticipada a lo largo de todo el país. A ella y a su gente, la ambición vulgar los ha puesto en evidencia.
Esperemos, por el bien de todos, que dicho periodo virtuoso que me atrevo a vislumbrar, se logre aterrizar junto con la continuidad en el rumbo de Nación ya puestos sus cimientos por el actual gobierno federal.
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