Sin duda, el poder económico, un puñado de grupos empresariales tanto nacionales como extranjeros, se metieron ya sin pudor alguno en cuestiones de Estado, con el fin de recuperar el estatus que adquirió éste (sobre todo) en el periodo que yo llamó neoliberal dogmático (2000 – 2018), en el que tomaron tomaron a este ente como uno al servicio de sus intereses por encima del interés general.
No por nada AMLO dio a las fuerzas armadas canonjías de diversa índole, para que ese poder corruptor no intentara quitarlo de la Presidencia por medio de las armas, expediente nada extraño para casi todos los países el Latinoamérica, como (por citar un par) la Guatemala de Jacobo Árbenz, con la mano negra atrás de latifundisras y del imperio yanqui en su etapa macartista (de paranoia anticomunista); o bien Chile y Salvador Allende. Andrés Manuel, conocedor de la Historia y los temas de Estado, de forma sabía blindó esa posibilidad y apenas qué hizo bien.
Este poder fáctico, por medio de su personero, un muy torpe pero perverso, Claudio X. González Jr, sí logró cooptar al poder judicial, poco a poco, tuvo bajo su mando verdadero a la Suprema Corte de Justicia de la Nación (SCJN), entonces se empezaron a ‘tumbar’ leyes aprobadas por el Congreso, por medio de acciones de inconstitucionalidad y otros instrumentos, obras públicas estratégicas para el país, por medio de amparos al por mayor, en fin, estancar el proceso político mexicano, su finalidad última, mismos afanes sí que causaron sus estragos, esto, por no decir que la Justicia sirvió como nunca antes al mejor postor.
Es por eso, que así los famosos mercados “se pongan nerviosos”, el mandato popular en las urnas fue lapidario, y ya sea que el proceso de la reforma de empiece desde ya, con miras a aprovechar el mes de septiembre, en el que AMLO convivirá con la próxima legislatura o ya con Sheinbaum en la Presidencia. Porque de no hacerse así, de no gran cosa serviría la mayoría calificada obtenida de manera democrática; es decir, el poder judicial se ganó a pulso la animadversión de los votantes, y eso es también una parte de la explicación de un triunfo del oficialismo tan impresionantemente holgado el pasado domingo dos de junio.
Ahora, la reforma debe ser consensuada y bien discutida y analizada, sobre todo para que llegue al Ciudadano de a pie y no suene como a mero desquite de parte del oficialismo; la llamada justicia cotidiana debería ser (y al parecer no lo está siendo) la prioridad de prioridades de dicha pretendida reforma constitucional.
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