En un documental grabado recientemente, el papa expresó que “La gente homosexual tiene derecho a estar en una familia. Son hijos de Dios y tienen derecho a una familia. Nadie debería ser expulsado o sentirse miserable por ello”. Muchas voces celebran estas palabras pensando que Francisco está avalando o admitiendo el matrimonio entre personas del mismo sexo.
Lo que el papa propone aplica solo al Derecho Civil, no al Derecho Canónico. ¿Qué alcance tienen entonces sus palabras? Muchos creen que se está abriendo la tradicional cerrazón de la Iglesia Católica y que pronto se verá a sacerdotes administrar el sacramento del matrimonio a personas del mismo sexo. Nada más lejos de la realidad. Incluso dentro del mismo Derecho Civil el papa no está admitiendo que el matrimonio sea igualitario. Cito: “Lo que tenemos que crear es una ley de unión civil. De esa manera están cubiertos legalmente”. No habla el papa de un matrimonio civil entre personas del mismo sexo, sino de una especie de unión afín protegida por la ley.
¿Recuerda usted en 2006 las sociedades de convivencia? Fueron un placebo legal del Derecho Civil en el entonces Distrito Federal para que las personas homosexuales se conformaran y creyeran que habían alcanzado el anhelado matrimonio igualitario (equal marriage, marriage pour tous). Aunque fue un avance, fue muy limitado y discriminatorio. Es como si la moral puritana hubiera tenido un momento de compasión y lucidez, y dijera: “Las personas del mismo sexo no pueden contraer matrimonio porque el matrimonio es exclusivamente heterosexual, pero les vamos a dar oportunidad de que se unan en una figura afín, que no es matrimonio, que quede claro, pero es algo parecido y de menor jerarquía. Esperamos que están contentos”. Esta es la posición que está asumiendo el papa.
Claro, una posición así en un contexto sumamente conservador, como el sector conservador de la iglesia, es un escándalo; pero desde una posición progresista, es algo muy limitado. Reconozco que es un avance, pero es, por decirlo de algún modo, un golpe que hace mucho ruido pero poco efectivo.
La posición del Derecho Familiar en la Ciudad de México sí que es progresista e igualitaria. En 2009 se reformó el artículo 146 del Código Civil para eliminar la parte que decía que el matrimonio era una unión entre “un hombre y una mujer” (el hombre por delante, como siempre) para afirmar que era una unión “entre dos personas”. La definición del matrimonio igualitario quedó así: “El matrimonio es la unión libre de dos personas para realizar la comunidad de vida, en donde ambos se procuran respeto, igualdad y ayuda mutua. Debe celebrarse ante los funcionarios que establece la ley y con las formalidades que ella exige”. Unión de dos personas, sin importar sus sexos: mujer-mujer, hombre-hombre, mujer-hombre.
El papa no está proponiendo esto, sino algo afín y de naturaleza jurídica menor. En su óptica –y en la óptica del catolicismo–, el matrimonio entre personas del mismo sexo es imposible jurídicamente, pues matrimonio-matrimonio, lo que se llama matrimonio, solo puede ser entre hombre y mujer. Incluso el matrimonio natural (como el de los antiguos romanos) era necesariamente entre hombre y mujer, pues tenía, igual que el matrimonio civil y canónico, la finalidad de la procreación, y por eso era un sinsentido llamar matrimonio a la unión de carácter marital entre personas del mismo sexo. Tan es así que la etimología de la palabra matrimonio (matrimonium) proviene de la palabra madre (mater, matrem). Pero esto es un prejuicio histórico que es imposible de sostener en el siglo XXI. El concepto moderno de matrimonio debe excluir –y en nuestra legislación excluye– lo relativo a la generación y el cuidado de la prole.
Los católicos progresistas no deberían estar tan contentos con lo que dijo el papa, ni los católicos conservadores deberían estar tan preocupados. Como sacramento, el matrimonio entre personas del mismo sexo no solo es imposible, sino además –según los católicos– es una blasfemia que profana el sacramento. Los católicos conservadores pueden estar tranquilos, pues el matrimonio canónico, el matrimonio como sacramento se mantiene incólume. El canon 1055, sección 1, creo que nunca cambiará: “La alianza matrimonial, por la que el varón y la mujer constituyen entre sí un consorcio de toda la vida, ordenado por su misma índole natural al bien de los cónyuges y a la generación y educación de la prole, fue elevada por Cristo Señor a la dignidad de sacramento entre bautizados”. Per secula secolurom…
El alcance de las palabras del papa es, pues, muy limitado para países que ya incorporan el matrimonio igualitario en sus legislaciones, países, por cierto, a los que el matrimonio como sacramento les importa un bledo. Las palabras del papa desde luego son importantes y harán eco en los países en los que se sigue discriminando a los homosexuales y se les siguen negando derechos.
Para terminar, quisiera aclarar el significado de la palabra “homosexual”. Muchos creen que viene del latín “homo”, que significa “hombre”. Pero no. Viene del griego “homos”, que significa “igual” o “semejante”. Así que la palabra homosexual se refiere a la persona que siente un deseo erótico-afectivo hacia otra persona de su mismo sexo.
Yo estoy totalmente a favor del matrimonio igualitario pleno y de la adopción igualitaria plena, sin distinción de la orientación sexual de los contrayentes ni de los adoptantes. Estar en contra implica necesariamente una postura discriminatoria basada en el prejuicio religioso. En otra ocasión explicaré este punto con detalle.
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