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Martínez Cázarez: el perfil modelo de un panista

Como podemos constatar, el intentar sumar panistas al Movimiento de Regeneración Nacional no resultó ser lo más idóneo

31 de agosto, 2022

Felipe Calderón encumbró a Germán Martínez Cázarez cuando era un abogado militante panista. Nació en una zona ultracatólica (Quiroga) dentro del estado de Michoacán. Personajes como Germán Martínez forman la esencia panista que podemos resumir en que son el movimiento nacional sinarquista de la actualidad: una secta llena de prejuicios, hipocresía, ambición desmedida y sobre todo, una torpeza, falta de pericia política e ineptitud endémicas.

Durante pocos meses, Germán fungió como Secretario de la función pública. Después, Calderón maniobró para dejarlo al frente de su partido, Acción Nacional, por prácticamente la primera mitad de su sexenio. A la postre, acabó renunciando (también al partido mismo) debido a los exiguos resultados electorales en las elecciones intermedias de 2009. Felipe Calderón, siguiendo la máxima del dramaturgo y estadista checo Vaclac Havel el de “más vale la inexperiencia temporal al sabotaje permanente”, se rodeó de muchachos imberbes, tanto en su staff como en puestos claves de su gabinete, teniendo estos un final tristemente mediocre, cuándo no es que de plano, trágico.

El señor Martínez Cázarez pues, se fue a donde nunca debió salir: a su despacho jurídico y a la academia. Ya en el año 2018, el hoy presidente Andrés Manuel López Obrador tuvo a bien llamarlo para ubicarlo en la lista de Senadores de representación proporcional por su partido, MORENA, esto como parte de convertir a dicho partido en un instituto político con amplia cabida para todas las ideologías políticas, a manera de lo que fue el PRI postrevolucionario. Después de tomar posesión en el Senado de la República, el presidente lo consideró para formar parte del llamado gabinete ampliado, y fue como encabezó el Instituto mexicano del Seguro Social (IMSS) en el que no estuvo ni siquiera un semestre, renunciando, según él, para “exhibir” fallas en el incipiente gobierno, aduciendo un muy vago “intromisiones de la Secretaría de Hacienda”.

Bien, en resumidas cuentas se puede interpretar dicha renuncia como que el Senador Martínez Cázarez no pudo con el paquete de conducir al IMSS. Por supuesto, no renunció a las jugosas prebendas y ventajas que ofrece una curul en el Senado, que habría sido lo congruente y honesto de su parte. Más aún, lo peor vendría después, ya que él no fue capaz de salir airoso del reto encomendado, y eso sin contar con el problema que vendría después: la pandemia por Covid-19, que le tocó capotear a un muy joven servidor público, Zoe Robledo, con relativo éxito, ya que nuestro sistema de salud pública se encontraba en franco proceso de declive. Martínez Cázarez en su afán de exhibir, acabó vergonzosamente exhibido no solo como un completo inepto, sino además también después cómo un traidor, al abandonar la bancada del oficialismo (que hasta ahí lo llevó) y sumarse a ese grupo, tanto aislado cómo estéril, denominado “PLURAL”, que, utilizando la jerga popular, “ni picha, ni cacha ni deja batear”, pero ah eso sí, cómo pelean todo tipo de prerrogativas económicas, así sea que en ocasiones, por ley, simplemente no les corresponda.

Como podemos constatar, el intentar sumar panistas al Movimiento de Regeneración Nacional no resultó ser lo más idóneo. Está otro caso, más mediático, por los afanes grotescos de protagonismo de la persona en cuestión: la también Senadora Lilly Téllez. Martínez Cázarez bien podría ser parte del logo del Partido de Acción Nacional, que tantas decepciones propinó a los mexicanos, ya cuando tuvo su oportunidad histórica de pasar de ser oposición a gobierno.

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