Autor: Eszter Wirth Profesora de Economía Internacional (ICADE), Universidad Pontificia Comillas
El próximo 1 de julio Hungría asumirá la presidencia rotatoria del Consejo de la Unión Europea durante un semestre, lo que ha generado malestar en el Parlamento Europeo debido a las infracciones del gobierno de Viktor Orbán contra el Estado de derecho y los intereses estratégicos de la UE. Pese a salir reforzado por el avance de la derecha populista en las recientes elecciones europeas, la agenda política comunitaria de los próximos meses limita la influencia del gobierno húngaro en esta institución.
Ya la presentación de la presidencia magiar fue polémica debido a su eslogan poco original por el que Trump podría exigir derechos de autor: “Make Europe Great Again (MEGA)” –“Haz que Europa sea grande de nuevo”–. Los diplomáticos húngaros niegan cualquier plagio, pero es cierto que Orbán no oculta su admiración por el magnate estadounidense. De hecho, hasta remarcó que la presidencia del Consejo coincidirá con las elecciones estadounidenses.
Tampoco se avergüenza de su afinidad con Putin, a quien felicitó por su reelección reciente, o con Xi Jiping, pese a condenar firmemente el comunismo.
En cambio, criticó desde el primer momento a Volodimir Zelensky, a quien culpa del estallido de la guerra. Dichas amistades son vistas con recelo hasta por políticos conservadores atlantistas como Giorgia Meloni o los nacionalistas suecos y checos.
La importancia del Consejo de la UE
El Consejo de la UE (no confundir con el Consejo Europeo ni el Consejo de Europa) es una de las instituciones de la UE con poder legislativo junto al Parlamento Europeo. Está formado por ministros de los 27 estados miembros agrupados por carteras, y cuenta con una presidencia rotativa de seis meses.
Pese a contar con poder legislativo, el Tratado de Lisboa (2007) recortó sus competencias a favor del Parlamento Europeo, sobre todo en política exterior. Además, el Consejo carece del poder de proponer nuevas leyes comunitarias, del que se ocupa la Comisión Europea.
Hungría iniciará la presidencia inmediatamente después de las elecciones al Parlamento Europeo. Por tanto, las instituciones estarán más ocupadas en repartir cargos políticos y de configurar la nueva Comisión y el Consejo no podrá realizar mucha actividad legislativa.
La presidencia finlandesa de 2019 también coincidió con la resaca electoral y se negoció mucho menos en comparación con la presidencia austríaca previa o la posterior francesa. Además, la presidencia belga del primer semestre de 2024 priorizó la negociación sobre la adhesión de Ucrania y Moldavia o el último paquete de sanciones contra Rusia, para que no la llevara Hungría.
Orbán perdió un aliado firme en el Consejo con la victoria de Donald Tusk en Polonia, pero puede contar con el apoyo del eslovaco Robert Fico, un político de izquierdas que también es aliado de Putin.
El ultraconservador priorizará temas como la lucha contra la inmigración ilegal –asunto preferido por todo partido de la derecha populista– y la ampliación de la UE hacia los Balcanes Occidentales en vez de Ucrania. También es importante recalcar los temas que pretenderá evitar, como las políticas contra el cambio climático o el Estado de derecho. Su firme oposición a la “agenda LBTQ+”, el feminismo y la “ideología verde” no es ninguna novedad.
En los últimos tres años, la UE congeló fondos por valor de unos 30 mil millones de euros debido al ataque del gobierno contra la independencia judicial y de prensa, medidas homófobas y racistas, y la desmesurada corrupción entre los integrantes del ejecutivo. Hungría es considerada el país más corrupto de los 27 según Transparency International y la familia y amigos de Orbán se han enriquecido desproporcionadamente con los fondos europeos y la compra de empresas al estilo de la oligarquía rusa.
La oveja negra de la UE
Orbán contraatacó contra las instituciones comunitarias ejerciendo su derecho de veto contra decisiones importantes como las negociaciones de adhesión de Ucrania y Moldavia, la ayuda de 50 mil millones de euros a Ucrania o las sanciones contra Rusia. Su estrategia es el chantaje, paralizando la UE para que esta desbloquee los fondos retenidos.
No obstante, no se plantea la salida de Hungría de la UE porque la frágil economía depende de los fondos europeos y el 73 % de los ciudadanos magiares son partidarios de la membresía según el Eurobarómetro. Más que abandonar la UE, el gobierno orbanista trata de reforzar la soberanía de los gobiernos nacionales en detrimento de la burocracia y la superestructura federal comunitaria, lo mismo por lo que aboga Marine Le Pen.
En todo caso, a Orbán parece haberle salido un rival desde su propio partido: Péter Magyar, exmilitante y exmarido de la antigua ministra de Justicia de Orbán, Judit Varga, con la que protagonizó un divorcio digno de una telenovela. Sacó los trapos sucios del partido y ganó los votos en las elecciones europeas de los desencantados con Orbán, prometiendo acabar con la corrupción endémica desde la derecha tradicional.
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