Los personajes del 2020

Cada año suele hacerse un listado con los personajes más influyentes del año que termina. Este espacio inicia el año 2021 proponiendo los suyos, aunque con algunas particularidades.  Es costumbre habitual que con la finalización de cada...

1 de enero, 2021

Cada año suele hacerse un listado con los personajes más influyentes del año que termina. Este espacio inicia el año 2021 proponiendo los suyos, aunque con algunas particularidades. 

Es costumbre habitual que con la finalización de cada año distintos medios y espacios hagan un listado con los personajes más influyentes del periodo. Me pareció una buena idea hacer el mío, pero al sumergirme en la reflexión me di cuenta de que me resultaba muy difícil centrarme en individuos aislados para resaltar lo positivo de un año tan insólito como fue el 2020. 

Desde luego que, en primera instancia, el personaje evidente, el villano natural de esta selección tendría que ser el SARS-CoV-2, pero me rehuso a verlo de ese modo. Como decía la semana anterior, la emergencia de un nuevo virus no es algo excepcional, negativo en sí mismo, producto de una maldad cósmica, ni mucho menos infrecuente, además de que, desde una visión antropocéntrica, no es producto de un acto humano consciente y volitivo –más allá de esa corriente de conspiranóicos que lo atribuyen como un invento de laboratorio con fines perversos y destructores–. 

  No hay duda que el evento que marcó el año es la aparición del virus que produce la Covid-19, pero lo que me parece verdaderamente digno de ser analizado es la forma en que la humanidad reaccionamos –tanto en lo individual como en lo colectivo– a partir de esa situación dada. Si algo ha quedado claro es que no es posible controlar el devenir del planeta, y por lo tanto la actitud de auténtica madurez consiste en saber gestionar lo que emerja. Y justamente reflexionando desde la forma en que gestionamos la crisis provocada por la pandemia por Covid-19 es que escogí a mis “personajes del año”.

Una vez decidido el criterio para la selección comprendí la enorme dificultad que implicaba encontrar individuos aislados que hubiesen sido realmente influyentes de forma global y entonces opté por escoger tres “personajes” colectivos que, estos sí, retratan la respuesta más positiva que los seres humanos fuimos capaces de dar ante la crisis. 

1.- Las y los trabajadores de la salud en general

Simplemente heroicos, tanto en los países donde se tenían los medios necesarios como en los que no. El personal sanitario en su conjunto se entregó desde el día uno, sin importar la nacionalidad, el estrato social del enfermo, las condiciones materiales, hospitalarias y de equipamiento, pagando en casi todos los casos un costo elevado tanto en su propia salud, como en los límites de su propia resistencia física y emocional, llegando hasta la extenuación en todos los sentidos.

Durante estos largos meses los trabajadores de la salud, en todos los ámbitos que esto conlleva, renunciaron a tiempo libre, a la convivencia con familia y amigos, al esparcimiento y, en muchos casos, a la propia salud, pagando con miles y miles de muertos de las filas propias con tal de salvar la mayor cantidad de vidas posibles de sus pacientes.  

  La comunidad global de trabajadores de la salud, en todos los niveles, desde enfermeros y cuidadoras, hasta las y los más destacados especialistas en cada una de las áreas involucradas, todos en conjunto mostraron que el ser humano, más allá de toda la supuesta degradación que parece desbordarle, en el fondo está lleno virtudes que aparecen cuando menos se les espera. Y esta pandemia nos demostró que los pasillos de los hospitales, los quirófanos, las salas de terapia intensiva, que cada rincón de los centenares de sistemas de salud con sus limitantes y características particulares están llenos de seres humanos responsables, generosos hasta lo indecible, entregados, solidarios, sensibles y profesionales.  

2.- La comunidad científica

Me gustaría separar el optimismo exacerbado que los diversos gobiernos del mundo muestran ante el inminente inicio de las campañas masivas de vacunación de la increíble epopeya científica que significó el desarrollo contra reloj de dichos fármacos. 

Sin ánimo pesimista, merece la pena recordar que aún habrá de pasar un largo periodo de tiempo –muy probablemente todo el 2021– antes de que dichas vacunas sean producidas, distribuidas y aplicadas en los casi 200 países que conforman el planeta, con lo cual la inmunidad global que este proceso de vacunación busca aún está lejos de ser un hecho tangible. Por ello, el súbito triunfalismo gubernamental, cuando estamos apenas en el incipiente inicio del proceso, carece de fundamento, en especial en países con limitadas capacidades logísticas, donde muchas cosas podrían salir mal. Decir a estas alturas: “misión cumplida” es simplemente un desvarío. 

Sin embargo lo que sí es una realidad digna de mención es el hecho de que en menos de un año haya sido posible identificar al virus, descifrar su genoma y desarrollar en diversas naciones y laboratorios una batería seria de vacunas que parecen augurar la posibilidad de poner fin a esta pandemia. A lo largo de los últimos meses se ha hablado tanto de las vacunas que hoy nos parece que incluso se han tardado en aparecer, cuando en realidad se trata de un acontecimiento sin precedente en la historia de la ciencia humana.   

No solo hablamos de un esfuerzo económico monumental, donde se involucraron capitales privados y públicos y la tecnología más avanzada, sino que es producto de un trabajo extraordinario y una cooperación entre los diversos equipos de investigación en niveles que nunca en la historia humana había sucedido. No debemos olvidar que el proceso de desarrollo normal de una vacuna toma alrededor de una década en concretarse –y en casos como el VIH ni siquiera se ha logrado luego de más de 40 años–. 

Y aun cuando se han robado la escena mundial, no solo merece la pena hablar de las vacunas. Infinidad de equipos científicos de todo el mundo, y a todas las escalas, desde hospitales regionales hasta los laboratorios de las grandes trasnacionales, han trabajado arduamente a lo largo de los últimos meses en el desarrollo de tratamientos paliativos y en innumerables mejoras en los procedimientos, protocolos y materiales utilizados globalmente para la prevención de contagios y la atención de los enfermos más graves. 

Por eso la comunidad científica, del mismo modo que el personal sanitario, ha asumido un papel protagónico y heróico a lo largo de esta crisis, desplegando enormes virtudes humanas que destacan entre las debilidades y defectos en los que solemos fijarnos. Contemplar este escenario de empatía y solidaridad debe llenarnos de esperanza.

Cooperación, creatividad, innovación, compromiso, entrega, perseverancia, tenacidad, paciencia, empatía…  son solo algunas de las virtudes que me vienen a la mente si pienso en los esfuerzos que durante estos meses debió llevar a cabo la comunidad científica en su conjunto para conseguir en tiempo récord los fármacos que hoy inyectan de optimismo el mundo. 

3.- El Estado

El tercer “personaje colectivo” que me gustaría mencionar es, sin duda, el más polémico de los tres: el papel jugado o que debió jugar el Estado en general.

En este caso es fundamental separar los liderazgos individuales, que sin ninguna duda quedaron mucho a deber salvo excepciones muy puntuales (Jacinda Ardern, Primera Ministra de Nueva Zelanda, Ángela Merkel, de Alemania y un muy breve etcétera) de lo que ha significado y de la importancia que para la humanidad del futuro representa la existencia de Estados Nacionales sólidos, responsables y empáticos con la población, en espacial aquella más vulnerable. 

Más que lo que los Estados lograron, que salvo en un puñado de países, fue muy poco, lo que queda de manifiesto es que si pretendemos enfrentar retos globales –como el calentamiento global, acotar las prácticas desleales de las grandes corporaciones, fomentar la redistribución justa de la riqueza, abatir la pobreza y la desigualdad, proveer seguridad y salud, enfrentar los estragos de la crisis económica, fortalecer la democracia y, aquí sí, un muy largo etcétera–, solo a través de Estados Nacionales solventes, sólidamente institucionalizados y comprometidos será posible encararlos con posibilidades de éxito.  

Mi deseo de señalar al Estado como un de los personajes colectivos más importantes del año quizá sea más por lo que se dejó de hacer; es en ese vacío institucional que la gran mayoría del mundo experimentó donde radica su importancia. La pandemia por Covid-19 ha dejado claro que los tiempos de liderazgos individuales y mesiánicos han pasado. Vivimos en una época de leyes, de instituciones, de políticas públicas que busquen la justicia y la igualdad antes de defender ideologías y puestos en el gobierno. 

  Como nos ha dejado muy claro, la crisis de salud global que padecimos a lo largo del 2020 y que aún nos acompañará por un buen rato, solo un Estado fuerte –aunque no necesariamente desbordado o inmenso, pero sí bien organizado, trasparente y capaz–, con ideas claras, leyes eficaces y acordes a los tiempos e instituciones que garanticen el buen funcionamiento y las buenas prácticas de gestión y decisión, es posible hacer frente a retos de carácter global. 

Desde luego, no hablo aquí de cualquier tipo de Estado, mucho menos si por “fuerte” se entiende “autoritario”. Es indispensable aprender de los errores y límites en sus manifestaciones del pasado y evitar a toda costa los Estados dictatoriales en cualquiera de sus vertientes, los excesos e insensibilidad de los Estados neoliberales, cuidar las socialdemocracias ante las crisis por las que muchas de ellas atraviesan, pero lo cierto es que si algo nos deja como enseñanza este 2020 es que resulta impensable una civilización justa, equilibrada, solidaria y global sin Estados que gobiernen para todos y se conviertan, más que en dictadores de la moral pública, en el árbitro de la convivencia y la libre manifestación entre los ciudadanos de todas las ideologías.  

Si damos un vistazo general a las enseñanza que nos dejaron estos tres personajes colectivos podemos alegrarnos al comprobar que, a pesar de todos nuestros problemas y limitaciones, la humanidad aún tiene esperanza. 

Estos tres personajes sirven para mostrar lo que como especie somos capaces de crear y manifestar cuando nos permitimos trascender el ego individual y el interés personal para simplemente dejar que surja nuestra esencia solidaria y auténticamente humana.

Aquí he tomado solo tres posibilidades de colectivos capaces de transformar la realidad para bien, pero por fortuna no son los únicos. Así como la pandemia ha dejado infinidad de muertes y pérdidas de todo tipo a su paso, también desveló que en el ser humano hay valores y virtudes capaces de funcionar como cimientos para un mundo mejor. Ahora lo que sigue es construirlo. 

Web: www.juancarlosaldir.com

Instagram:  jcaldir

Twitter:   @jcaldir   

Facebook:  Juan Carlos Aldir

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