Hay quienes critican con todo al presidente Andrés Manuel López Obrador por echar a andar el proceso sucesorio antes de tiempo, pero están equivocados, lo único que cambia es que en otras ocasiones (por no decir que siempre) este espinoso y a veces cruel juego comienza exactamente el día mismo de la toma de posesión del Presidente de la República. En el viejo régimen priista de partido de Estado, la carrera sucesoria no se llevaba a cabo de forma pública ni abierta, como sí lo es ahora con los tres ungidos, o más bien “cribados” por el presidente, diría yo, las ya famosas tres “corcholatas” con miras al año 2024.
Tan eran esas luchas sucesorias, permanentes, descarnadas y crueles (pero soterradas y con una disciplina piramidal, impuesta a la voz de Don Fidel Velázquez de “el que se mueve no sale en la foto”), que en 1988 salieron a la luz, con una mezcla de ambición por el poder y diferencias ideológicas, se fracturó el otrora partido cuasi único, con la famosa ‘corriente democrática’. Este episodio acabó con la salida del partido de buena parte de su ala más progresista para competir contra el mismo PRI en las elecciones de ese año. Ya en 1994, la sangre llegó al río con el asesinato del candidato oficial Luis Donaldo Colosio. Ese régimen ultra presidencialista, o como lo llamó Don Daniel Cosío Villegas “México es una monarquía absoluta, sexenal, hereditaria por vía transversal” dio a México un innegable periodo de varias décadas de estabilidad política y también de innegable paz social, que no por nada afirmaba Salvador Dalí, ser partidario de las monarquías porque “resuelven el único problema importante de la política: la sucesión”. Tan tenía sus ventajas, que una vez que se fue dicho sistema, por unas u otras razones, México acabó perdiendo en poco tiempo la ya mencionada paz social, acaso su más preciada divisa en tiempos de la posrevolución.
En fin, el liderazgo innegable y legitimidad del hoy presidente Andrés Manuel López Obrador, hace que quizás vivamos el último proceso sucesorio presidencial en México. El Jefe del Ejecutivo federal en funciones tiene un enorme peso específico en todo el proceso de elección de su propio sucesor, donde, ya dijimos, de entrada su poderosísimo dedo apuntó a tres personajes a manera de la famosa “pasarela” (conformada por seis precandidatos) del Presidente Miguel de la Madrid con miras a los comicios del año 88, dinámica hecha para cambiar en algo las formas, que para nada el fondo, porque su decisión siempre la tuvo clara en favor de su Secretario de programación y presupuesto, Carlos Salinas de Gortari. La momentánea confusión acerca de que el favorecido sería el entonces procurador Sergio García Ramírez y la masiva movilización a su domicilio fue como las ‘salidas en falso’ en la natación, y se debió a que, se ha dicho, un hijo de De la Madrid, alguna noche anterior al “destape” confió a algún político de sus confianzas que el candidato oficial sería de iniciales “SG”, confundiéndolo con el Procurador García Ramírez, cuando realmente era Salinas de Gortari.
Con miras al 2024 no sabemos todavía si muy sutilmente, el presidente López Obrador inclinará la balanza por alguno de sus “tres hermanos” o si realmente se atendrá al resultado de las tres encuestas que ya se anunció mandará a hacer el partido MORENA para definir a su candidato presidencial. Lo cierto es que dos de esos aspirantes, muestran afanes actorales con la finalidad de ser un clon de López Obrador: mostrar hipócritamente que viven en un departamento de interés social, parándose a comer en puestos callejeros (con actitud evidentemente forzada y pésimamente actuada) junto al pueblo, haciendo payasadas lastimosas en sus cuentas de TikTok, repitiendo frases acuñadas por el presidente, vistiendo con prendas artesanales elaboradas por pueblos originarios, todo eso con la finalidad desesperada de ganarse el favor presidencial y también la simpatía popular. Sin embargo, no olvidemos nunca, que de la adulación a la traición solamente media un pasito. ¡Ojo con eso!
Hay un tercer personaje, que no hace sólo sino trabajar y ser auténticamente él mismo, y que se parece al presidente hasta en su primer apellido, habla y viste parecido a él, y tiene una visión de Nación casi idéntica, pero es mucho más por haber nacido y crecido en el México olvidado del sur, en Tabasco en particular, el mismo terruño del Presidente. Adán Augusto López Hernández no necesita de cuentas de Tik Tok, marometas, episodios histriónicos, hipocresías y adulaciones falsas para con su Jefe jerárquico. Veo en él a un político que actúa siendo simplemente él mismo y también sin obsesivas prisas por posicionarse en las siempre cambiantes y a veces engañosas encuestas y/o sondeos de opinión. En mi muy particular visión, si no se quiere que el país se reinvente (como sucede a menudo cada seis años) a partir de 2024, el sucesor ideal del presidente Andrés Manuel López Obrador tendría que ser su hoy secretario de Gobernación, que dicho sea de paso, tan buen oficio político ha demostrado dentro del gabinete presidencial desde que se incorporó a éste.
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