El pasado 28 de junio la senadora panista Lilly Téllez, renunció a la contienda presidencial de cara al proceso interno de la alianza opositora que buscará en lo pragmático, su candidato formal para las elecciones federales del siguiente año. Esta acción era necesaria para que el PAN retomara el control de la designación de su candidato o candidata, ante el inesperado crecimiento de la figura de extrema derecha en que se convirtió la excomunicadora.
El perfil de Lilly Téllez es una apuesta que no deseaban jugar los partidos tradicionales coaligados en Va por México, con sus reciclados membretes ideados desde las cúpulas empresariales, que hicieron posible que el PRIAN se desnudara ante el electorado. Antes de forma curiosa, en un periscope de 2014 su compañera senadora Xóchitl Gálvez grabó desde el cumpleaños de Diego Fernández de Cevallos la convivencia de figuras como Carlos Salinas de Gortari, Felipe Calderón, dirigentes del PRD, el cardenal Norberto Ribera, e incluso el defenestrado Luis Carlos Ugalde expresidente consejero del INE.
Para los intelectuales orgánicos opositores, la figura confrontativa de la neo panista era un pésimo producto electoral al no ocultar su simpatía por los postulados más rancios de la “derecha moderna”. El constante modo beligerante, su mitómana y el escaso autocontrol de Téllez eran para los mandamases del PAN, una carga imposible de la que les urgía desligarse.
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Santiago Creel y Xóchitl Gálvez son las dos figuras políticas con las que la alianza opositora apostará para poder contrastar el proceso de selección de Morena, en una acción de simple pragmatismo electoral. Sin importarles mucho que terminen imitando la tramposa forma de darle la vuelta a lo estipulado en el LEGIPE que sanciona hacer actos anticipados de campaña, y que fue la bandera crítica contra el oficialismo.
Las figuras de la senadora Gálvez y del líder de la Cámara de Diputados, Creel, serán infladas desde la comentocracia para mitificar el proceso de selección que será vendido como el más inclusivo y ciudadano en la historia de la incipiente democracia mexicana. Al parecer la cúpula panista decidió implementar candados como la recolección de firmas, para que la senadora Téllez no les secuestrara la candidatura presidencial, como lo hizo Vicente Fox en el proceso presidencial del año 2000, siendo el mejor candidato en la historia de México.
Ya con la claudicación de la senadora incomoda, el panismo respira más aliviado y se prepara para negociar con sus aliados sobre las formas y fondos que hagan parecer democrático, el control férreo que mantienen los partidos en la imposición de sus principales y más quemados cuadros, que nunca acabaron de irse, a pesar de los fracasos de gobierno y electorales pasados.
El proceso de selección opositor tuvo incluso diferencias con los múltiples participantes tendientes a darle certidumbre. Dicho procedimiento, que aún está inconcluso, recibió críticas hasta del denominado mini INE, que antes de ser disuelto, señaló vicios en el proceso que provocaban la exclusión de la cacareada sociedad civil.
No es que los notables que formaban parte del mini INE fueran figuras impolutas, lejos de los intereses de los partidos, o incluso que las asociaciones de la sociedad civil, dominadas en su mayoría por ex militantes del PAN, fueran un garante de la ciudadanización del proceso. Dicha metodología siempre mantuvo la urgencia de ser el contrapeso del proceso en el oficialismo, que ya está muy avanzado, en sus particulares formas de ejercer la democracia interna.
Lilly Téllez representaba un difícil escollo en la carrera presidencial del grupo que domina el PAN en la actualidad, pues a pesar de la existencia de muchos extremismos dentro del partido heredero de la ideología conservadora de siglos pasados, en la doble moral política, muy pocos actores políticos se asumen como verdaderos simpatizantes de la derecha.
Contrario a la polémica personalidad de la senadora cuyos estridentísmos y su talante autoritario es la materia prima que da razón de ser a su actuar político. Su finalidad no es la de construir e idealizar sobre un proyecto de nación, sino el simple enfrentamiento directo, la imposición de agendas fascistas y sobre todo la venganza política más cercana al golpismo, que le hizo crecer como figura disruptiva ante el lopezobradorismo dominante.
La senadora Téllez no dudo en firmar la carta Madrid para apoyar la agenda de eso que Vox (el partido de ultraderecha español) denominó como la iberosfera. Así como pronunciarse en contra de los derechos reproductivos de las mujeres, al oponerse férreamente al aborto legal. Los postulados de ultraderecha tan exitosos en otros países europeos y en la misma contienda interna republicana de los Estados Unidos, habían encontrado sustento en la polémica mujer política, que se convirtió en una verdadera opción de acceso al poder del populismo de derecha.
Por lo pronto, al interior del frente opositor, Téllez ya había desafiado a Santiago Creel que sentía como propia la oportunidad de encabezar la candidatura opositora, por lo que debieron operar para desmontar el indeseado crecimiento de la senadora. Con el arranque de la precampaña de las “corcholatas” el bloque opositor volvió a ser reactivo, creando un proceso que no acaba de ser claro, pero que tenía la urgencia de presentarse ante los potenciales electores, sin importar que se cayera en ilegalidades electorales.
El INE que no se ha pronunciado sobre las “ingeniosas trampas” para burlar la ley electoral tendría la oportunidad real, junto con el TRIFE, de invalidar las candidaturas de las principales figuras opositoras y oficialistas por actos anticipados de campaña. Esta determinación por lo pronto luce casi imposible ante el cataclismo político que se desataría. Pero para Téllez esa hecatombe le serviría para emerger como una falsa garante de la legalidad y la civilidad política que salvaría al país desde la ciudadanía buena, de las oligarquías rapaces y excluyentes
Por lo pronto en su mensaje en redes sociales aseguró que se bajaba de la contienda interna en respeto a la legalidad y denunciando que no existía transparencia en el proceso. Dicho discurso podría ser bien vendido entre los electores que en verdad no ven con malos ojos los extremismos y la beligerancia de la primera figura de extrema derecha mexicana, capaz de poder llegar al poder presidencial, sin importarle mucho lo coherente de su discurso, ni la volatilidad de sus lealtades.
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