Nuestra querida tierra, tantas veces y tan equitativamente repartida, bandera de nuestros gobiernos robolucionarios en múltiples programas de reparto y apoyo…
Nuestra querida tierra, tantas veces y tan equitativamente repartida, bandera de nuestros gobiernos robolucionarios en múltiples programas de reparto y apoyo desde el triunfo de la Robolución como lo muestra Juan Rulfo en “NOS HAN DADO LA TIERRA”, cuento del cual me permito citar unos párrafos:
“Nos dijeron:
-del pueblo para acá es de ustedes.
Nosotros preguntamos:
-¿El llano?
-Si, el Llano. Todo el Llano Grande.
(…)En este comal acalorado quieren que sembremos semillas de algo (….) este blanco terregal endurecido, donde nada se mueve y por donde uno camina como reculando.
(…)Conforme bajamos, la tierra se hace buena. Sube polvo desde nosotros como si fuera un atajo de mulas lo que bajara por allí;
(…) por encima del río, sobre las copas verdes de las casuarinas, vuelan parvadas de chachalacas verdes.
(…)Nosotros seguimos adelante, más adentro del pueblo.
La tierra que nos han dado está allá arriba.”
Con lo que no contaban los repartidores de tierras es con la creatividad de muchos de los campesinos que con férrea voluntad hasta de esas tierras lograron sacar jugo. Cactus, nopales, magueyes, biznagas, garambullos, órganos y hasta arena y paisaje fueron, han sido y serán, fuentes de financiamiento desde el nivel de sobrevivencia hasta la acumulación de regulares fortunas en los casos de inversiones inteligentes y constancia a toda prueba.
Los pueblos que desconocen su historia están condenados a repetirla. Y en nuestro caso esto ha sucedido. El ventajoso reparto y la castrante sobreprotección características de los gobiernos populistas repiten las injusticias como en el caso de la lechuguilla.
El maguey de lechuguilla es una especie pequeña que brinda, una vez trabajado, una fibra para cepillos altamente codiciada en el mercado, la mayoría de su producción se exporta.
Una de sus muchas cualidades es la de rechazar la formación de hongos por lo que muchos hospitales lo prefieren para el lavado de heridas.
En ese momento me di cuenta de la escasez de fibra trabajada adecuadamente para cepillos de calidad y encontré una comunidad del Valle del Mezquital que trabajaba la lechuguilla.
En ese tiempo el precio de la fibra preparada era de $33.00 el kilo y al platicar con los comuneros me ofrecieron su producto a $8.00 lo cual me dejó con los ojos cuadrados. Las muestras dejaban mucho que desear, la fibra era de buena calidad pero estaba muy mal trabajada.
Conecté con personal del INEA que trabajaba en la zona con comunidades dedicadas al cultivo de verduras, tomates, huevos, conejos y otras cosas. Me explicaron que la lechuguilla estaba monopolizada por los caciques del pueblo quienes impedirían la distribución que no fuera por su conducto.
Logré hacer un convenio, un “pacto tripartita por la lechuguilla”, donde participábamos: los dueños del recurso y trabajadores, extraoficialmente el personal del INEA como asesores técnicos y en capacitación y yo como comprador supervisor de calidad.
Un año de trabajo intenso y diverso de todos los involucrados, con trabas imprevisibles como que cortaron el agua, la luz, les negaron servicios de transporte; muestras y muestras, investigación de anilinas y desarrollo de procesos de tintorería con éxitos grandes como sustituir las tinas de acero inoxidable requeridas por el fabricante de pigmentos por simples ollas de barro, desarrollo de cortadoras, mezcladoras, empacadoras con mínimos recursos financieros se vieron coronados por la entrega de la primera tonelada bien terminada y justamente pagada a precio de mercado y no de explotación, permitiéndoles empezar a pagar los préstamos que los acaparadores les habían hecho con antelación.
Dos o tres años floreció el negocio y la comunidad empezó a progresar. Hasta que el populismo acabó con ella y con todas las comunidades apoyadas por INEA gracias al ignorante autócrata izquierdista que ocupaba Los Pinos en esa época y que impidió a los productores de huevo cobrar justamente el fruto de su trabajo llevándolos a la quiebra para seguir “protegiendo al pueblo” dando al traste con todo el pueblo, ya que era el principal ingreso y sostén de las demás actividades; se acabó el transporte del autoservicio que recogía los productos propios y de los amigos, se acabaron primero lo huevos y después hasta las gallinas que se las tuvieron que comer.
En la inteligencia socialista no cabía el hecho de que hasta los del Llano Grande estuvieran saliendo adelante con magueyes, ¡¿de qué iban a vivir los humildes servidores públicos si se quedaban sin pobres a quienes apoyar!? , y los líderes, y los acaparadores coludidos con el gobierno…
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