“El territorio y el cuerpo de las mujeres son el campo de batalla y de resistencia (…) Nuestra prioridad es poner en el centro la vida, no solo la nuestra, sino las de una humanidad que naufraga.”
– Yayo Herrero / Antropóloga, ingeniera técnica y activista ecofeminista, española.
Existen términos que tienen luz y sombra en su significado, que tienen la capacidad de llevarnos de una emoción positiva a otra negativa o viceversa. Ese es el caso de la resistencia. Se refiere a una capacidad física básica que permite realizar una actividad o esfuerzo durante el mayor tiempo posible, o bien, a la capacidad de un cuerpo para soportar durante un tiempo determinado una fuerza externa. No podemos ignorar su acepción social en cuanto a la lucha por abatir la injusticia y también hablamos de resistencia en cuanto a fuerza opositora, como por ejemplo, la resistencia al cambio o la resistencia a ciertos medicamentos.
De las mujeres suele decirse muchas cosas. En la época medieval fueron perseguidas y llevadas a la hoguera acusadas de brujería. Más tarde se les condenó por lo que se llamó “liberación femenina”. Actualmente, al grito de “No es No”, “Ni Una Menos” o el reciente “Vivas Nos Queremos”, nos hemos ganado entre las esferas políticas, títulos irrespetuosos y mezquinos por decir lo menos. Pero no pretendo hablar de feminismos o equidad de género sino recordar que las mujeres somos cíclicas, arquetípicas, multifacéticas y que nuestros ritmos biológicos se rigen por las fases de la luna. También cabe recordar que en la medida en que se nos ha obligado a desconectar del universo femenino y a tratarnos como en un campo de batalla por la competitividad que exige el contexto masculino, hemos perdido terreno en el tema de nuestros derechos, pues durante siglos enteros lo normal era que las mujeres tuvieran éxito en una sociedad masculinizada o fueran dominadas y dependientes, lo cual no sucedía con las antiguas culturas matriarcales basadas en el compañerismo y la cooperación, logrando un equilibrio entre lo interno y lo externo. Por ello es que podemos hablar de heroínas, guerreras o diosas, baste recordar que los dioses del Olimpo incluían a seis diosas poseedoras de poderes sobre el hogar, los cultivos, la sabiduría, la familia, la caza, el amor y la belleza.
Así que el grito de las mujeres de hoy no es una exageración ni un ardid político; es un genuino reclamo por recuperar un lugar que ha sido negado y, peor aún, robado y mancillado. En 2009, Quino, el padre de Mafalda, creó un dibujo con la consigna “Non sono una donna a sua disposizione” que la militante Rosy Bindi expresó ante la ofensa recibida por parte de Silvio Berlusconi durante un debate político. Las mujeres somos mentoras, maestras y madres. Desde esos diferentes roles es que surge el reclamo y el llamado internacional para que en sororidad (del latín soror: hermana) logremos el cambio que queremos ver en el mundo porque, en palabras de Alice Walker (escritora y feminista afroamericana), “lo que amamos, lo podemos salvar”.
Jean Shinoda Bolen (doctora en medicina y escritora, estadounidense) menciona que nos encontramos ante una nueva ola del feminismo, que pugna por la paz del mundo, y en un sentido lo es, pues los feminicidios y las desapariciones de mujeres son la punta del iceberg de un sistema en el que la violencia está a la orden del día.
Las mujeres somos resistentes en muchos sentidos y formas. Somos capaces de soportar un dolor físico tan intenso como el momento del parto, alimentamos, protegemos, portamos, acompañamos, lideramos, cuidamos, creamos (en sentido biológico y artístico) y criamos. No por casualidad, el origen de la conmemoración por el día de la madre tiene que ver también con resistencia como tampoco lo es, que este día sea un paso más hacia adelante en la lucha por la equidad, la justicia, la paz y la visibilidad de lo que estuvo oculto bajo la alfombra durante mucho tiempo.
Somos las mujeres en resistencia porque es en #laspequeñascosas que realizamos día con día como lograremos dejar un mundo mejor para las futuras generaciones y porque solo nosotras sabemos poner orden cuando el caos impera o al menos así era la forma en que nuestras madres lograban sosegar nuestros impulsos y excesos infantiles de otros tiempos. Es la resistencia –esa minúscula pero poderosa chispa capaz de producir el calor más intenso– una fuerza innata que las mujeres llevamos por dentro.
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